Saliendo de clases, como de costumbre, Michelle se encaminó hacia el exterior con Mario y Alessia por los dos flancos, junto con todo el tropel estudiantil que se disponía a volver a casa. Los tres estaban bastante más callados de lo habitual, pero ninguno de los tres se había percatado de que eso se debía a que Alessia llevaba en silencio las últimas tres horas. Alessia, que siempre era quien proponía los temas de conversación en el grupo. De hecho, nadie se había percatado de que su promedio de conversación había disminuido considerablemente desde hacía unos meses.
Alessia, por su parte, se había cerrado a tal punto a la posibilidad de hablar de manera espontánea acerca del motivo de sus cambios que, de forma constante, se quedaba durante largos ratos mirando a sus dos personas de confianza, solo en espera de que le preguntasen. Ella necesitaba que le preguntaran para empezar a hablar, a exprimir todo lo que estaba sintiendo y empezar a, de una vez por todas, enfrentarlo en lugar de continuar huyendo de ello como si pudiera.
Estando afuera, sin embargo, los tres se detuvieron en seco en el límite en del área techada y el cielo abierto. El patio parecía estar pereciendo bajo el diluvio universal, como si toda la lluvia usual de la ciudad se hubiera concentrado de la forma más caprichosa en ese punto particular, llenando la salida de una pequeña capa de agua de por lo menos dos dedos de profundidad, y creciendo, ya que la lluvia no se había detenido.
—Bien, chicas... me voy corriendo porque los resfríos no me gustan, ¡hasta mañana! —notificó Mario, poniéndose la mochila por sobre la cabeza antes de salir corriendo y perderse entre la gente.
Todavía en la entrada, las dos chicas lo observaron hasta que no pudieron verlo más.
—Habrá que seguir su ejemplo —suspiró Michelle, preguntándose cómo haría para cruzar el patio y llegar a casa sin congelarse hasta los huesos.
—Sí —murmuró Alessia, debatiéndose—. Oye... ¿crees que puedas ir a mi casa hoy? Mi madre ya llegó en el auto, creo, podemos llevarte a tu casa después...
—Te diría que sí, pero con esta lluvia no sé si sea buena idea ir a algún otro lugar que no sea mi casa —contestó Michelle significativamente.
—Claro —asintió Alessia, mirando hacia cualquier otro lado—. Claro, tienes razón, olvídalo.
—¿Otro día te parece?
—Sí.
Hubo una pequeña pausa de segundos en la que ambas chicas miraron el patio vaciándose más rápido de lo que lo hubiera hecho un día normal.
—¿Quieres que te lleve por el camino? —propuso Alessia.
—Franco ya debe estar viniendo por mí, pero gracias —sonrió la aludida.
Alessia se limitó a asentir con los labios apretados en una línea recta, pensando en cosas que estaban muy lejos del lugar en el que estaba parada.
—Bien, hasta mañana —se despidió con voz átona, antes de colocarse la mochila por sobre la cabeza como lo había hecho Mario y alejarse chapoteando por la reducida laguna en que se había convertido el patio.
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De cómo conocí a los Beatles ©
Teen FictionLo que empieza como una amistad de verano terminará siendo el descubrimiento de las experiencias de la adolescencia para una chica que no se sentía preparada para crecer. *** Michelle ama dormir. Quizás es por eso que odia ser despertada temprano e...