10. La canción

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Solo fue cuando despertó que se dio cuenta de que se había quedado dormida

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Solo fue cuando despertó que se dio cuenta de que se había quedado dormida. Pensó por un segundo que lo súbito de su despertar había sido provocado por su teléfono, pero al volverlo a mirar, lo único nuevo que descubrió en él fue la hora (las siete treinta de la noche, había dormido casi durante tres horas) y las veintidós llamadas perdidas de Alessia, las cuales ignoró.

No tardó en darse cuenta de que lo que la había despertado había sido el largo, homogéneo y melodioso sonido de un silbido proveniente de su ventana abierta. Tampoco pudo evitar que sus interiores se retorcieran de rabia al reconocerlo, porque era inconfundible, Michelle hacía bastante tiempo se había convencido a sí misma de que era el más perfecto silbido que había escuchado en su vida entera: tenía que ser Franco. Lo más peculiar del asunto era que no silbaba una canción cualquiera, sino que se encontraba entonando los primeros versos de "Michelle", de los Beatles.

—Buen intento —gruñó entre dientes, incorporándose en su cama.

¿Pero cómo se atrevía a aparecerse en su presencia después de lo que había pasado horas atrás? ¿Acaso pretendía recuperar su amistad con una canción de los Beatles bajo la ventana? ¿Tan tonta y voluble la creía?

Dominada por el disgusto, Michelle saltó de su cama, bajó corriendo las escaleras, llenó una jarra de vidrio con agua del grifo y volvió con ella a su habitación, pisando fuerte hacia su balcón con una determinación que hasta a ella misma le asombró. Se alegró de no haberse encontrado con su madre en el camino. Pese al acercamiento que habían tenido hacía horas, sabía que esta la habría entretenido, y no quería perder la concentración. Lo que iba a hacer, requería toda la fuerza de voluntad que se estaba acumulando dentro de su pecho.

Al asomarse al balcón, jarra en mano, el silbido se detuvo. Viendo hacia arriba con una mirada que al verla se había teñido de alivio, Franco se hallaba ahí de pie, ya libre del uniforme del colegio con el que lo había visto la última vez. Vestía de acuerdo al clima y tenía, como detalle inusual añadido, su bella guitarra entre las manos sujeta en el hombro derecho con una correa de cuero marrón.

—¿Qué quieres? —preguntó Michelle con aspereza.

Franco tragó saliva antes de hablar y un destello del alumbrado público se reflejó en sus anteojos por un segundo.

—Necesitaba que me escucharas, y sabía que si te llamaba no ibas a salir y tus vecinos me iban a terminar reclamando, así que...

—Yo te reclamo —interrumpió ella—. Vete.

—Solo necesito que me escuches un segundo, te...

—Ya han pasado muchos segundos, vete o no respondo —amenazó Michelle mostrándole a él la jarra de agua.

Para su sorpresa, lejos de obedecer, Franco puso las manos en torno a su instrumento y empezó a tocar la misma canción que antes solo había silbado.

De cómo conocí a los Beatles ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora