Para cuando llegó la mañana del primero de marzo de ese año, a Michelle ya se le había hecho costumbre el hábito de levantarse temprano. No hubiera podido ser de otra forma, considerando que juntarse con Franco por tanto tiempo le estaba contagiando muchas de sus manías.
Se sintió extraña desde el momento en que abandonó su cama para meterse a la ducha. Después de todo estaba muy falta de costumbre de una situación como esa, no recordaba cuándo exactamente había sido la última vez que había despertado más temprano que diez minutos antes de la entrada a la escuela el primer día de clases. No era raro que tener tiempo de sobra para ducharse, vestirse, arreglarse y preparar su mochila le sonara como algo del otro mundo.
La mañana se estaba poniendo fría. Otro recordatorio de que el verano había terminado, y con él su libertad.
A Michelle no le gustaban los primeros días de clase solo porque siempre estaban cargados de nostalgia, en eso pensaba mientras cerraba la mochila. Quería mostrarse optimista para no amargarse el inicio del año escolar, pero por algún motivo no lo conseguía por completo.
<<Vas a ver a Alessia y a Franco>>.
Los nombres de las dos personas de su edad que significaban más para ella encendieron una lucecita diminuta en el interior de su cerebro y eso bastó para apartar cualquier pensamiento fatalista como a los mosquitos se les espanta con repelente.
La vibración de su teléfono, que todavía estaba sobre su cama, la distrajo de sus pensamientos. Al tomarlo, descubrió la notificación de un mensaje en su pantalla.
Franco:
Si sigues dormida me debes dinero :PSolo entonces recordó que apenas el día anterior había apostado a Franco que se levantaría temprano para ir a clases, cosa que él ya sabía que ella no había hecho en un largo tiempo.
Michelle se sintió secretamente orgullosa de sí misma por ello. Se había levantado temprano y no había sido a causa de la apuesta. Pequeña victoria personal.
Michelle:
Olvídalo :PLa castaña todavía sonreía con agrado a la pantalla cuando el ruido de la puerta abriéndose de forma intempestiva la hizo dar un respingo tremendo que ocasionó que dejara caer el teléfono de vuelta al colchón.
La presencia apresurada y agitada de su madre irrumpió en el dormitorio con una frase del repertorio y una voz aprendida de memoria. Una suerte de tradición, diría ella.
—¡Michelle, levántate ya, son las siete treinta y vas a llegar tarde a...!
La expresión en la cara de la madre en cuanto descifró la imagen anómala que tenía frente a ella fue digna de una buena fotografía (que Michelle le hubiera tomado sin dudarlo de no ser porque sabía muy bien que si lo hacía se ganaría un sermón del que no tenía ganas).
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De cómo conocí a los Beatles ©
Teen FictionLo que empieza como una amistad de verano terminará siendo el descubrimiento de las experiencias de la adolescencia para una chica que no se sentía preparada para crecer. *** Michelle ama dormir. Quizás es por eso que odia ser despertada temprano e...