Franco estaba esperando a Michelle no mucho más allá de la entrada. Traía puestos unos shorts que ella solo reconoció como un traje de baño azul oscuro al acercarse, y la camiseta del uniforme deportivo de su escuela, además de sandalias negras.
Al encontrarse, se saludaron y caminaron en medio de la charla de rutina hasta el gran coliseo en donde al menos cuatro chicos más en trajes de baño ya los esperaban, realizando estiramientos y dando saltitos como calentamiento.
—Ahí está el equipo —susurró Franco estando a unos metros de distancia de los demás—. Te van a caer bien.
Michelle, sin la intención de desanimar a nadie (mucho menos a Franco, que siempre estaba contento cuando había una piscina de por medio), esbozó una pequeña sonrisa y se dejó guiar y presentar ante los demás. Todos ellos se portaron amables con ella al momento de decirle sus nombres y no la retuvieron demasiado, dejando que volviera con su amigo y eligiera un punto alto de las gradas para poder sentarse a observar.
—¿Segura de que vas a estar bien aquí? —preguntó él, inseguro de dejarla.
—Va a ser interesante —sonrió Michelle poniendo su mejor cara aunque la nube gris siguiera intoxicando su cerebro—. Aquí te espero, corre o te van a destituir.
—Si me sigues recordando que soy el capitán del equipo me voy a volver un engreído —bromeó él—. Bueno, en fin, mientras más rápido empecemos, más rápido vamos a terminar, me avisas si necesitas algo.
Y después de un último asentimiento de su amiga, Franco corrió hacia el grupo al que a falta de su entrenador dirigía y dedicó a ellos unas palabras que de tan lejos ya no se podían escuchar.
Los siguientes quince minutos consistieron para Michelle en una visión panorámica del entrenamiento: los cinco chicos en trajes de baño realizando saltos hacia la piscina para un recorrido de ida y vuelta, cada uno más impecable que el anterior. Ella no sabía si era del todo imparcial, pero no podía evitar pensar que Franco se había ganado todo el derecho a ser reconocido como el capitán, ya que, a su parecer, sus movimientos eran los más ágiles, su tiempo el mejor, sus saltos los más cercanos a parecer olímpicos, y su liderazgo, ni tiránico ni suave, era el punto exacto entre el amigo y el entrenador. No era una sorpresa para cualquiera que conociera a Franco que el agua era una de las cosas que más adoraba en el planeta. Era lo que lo hacía feliz, además de la música era la única cosa por la que sonreía de esa manera particular, como si conociera el secreto de la felicidad, como si alguien le hubiera inyectado una dosis extra de serotonina.
Ya ni siquiera le sorprendió a ella que él fuera el único que se animara a saltar desde los trampolines, ubicados a varios metros de la superficie del agua. No pudo evitar la punzada en el estómago a cada salto, ni la pequeña pausa en la respiración hasta verlo surgir una vez más, como un pez en el agua. Sin embargo, él nunca decepcionaba: volvía a aparecer, tal y como hacía en la vida real. Siempre estaba ahí. Michelle agradecía por tenerlo.
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De cómo conocí a los Beatles ©
Teen FictionLo que empieza como una amistad de verano terminará siendo el descubrimiento de las experiencias de la adolescencia para una chica que no se sentía preparada para crecer. *** Michelle ama dormir. Quizás es por eso que odia ser despertada temprano e...