14. El final

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Después de haber terminado el año lectivo en la escuela, Michelle no tuvo mucho que hacer en casa salvo sus quehaceres diarios y los paseos de Maddie, así que su madre no tuvo excusa para negarle los permisos que constantemente comenzó a pedir

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Después de haber terminado el año lectivo en la escuela, Michelle no tuvo mucho que hacer en casa salvo sus quehaceres diarios y los paseos de Maddie, así que su madre no tuvo excusa para negarle los permisos que constantemente comenzó a pedir. El regreso del calor había significado para Franco y Michelle el retorno a la playa, así que no dejaban pasar ni un solo día sin pasar cuando menos un rato en ella, nadando o solo observando las olas romperse mientras se enfrascaban en conversaciones largas que a veces no tenían mucha trascendencia.

El veintitrés de diciembre, por ejemplo, Franco pasó por Michelle a la hora de siempre, puntual como acostumbraba, a bordo de su entrañable bicicleta y con una sonrisa vivaz que nadie le podría quitar por el resto del día. Michelle, después de despedirse de su padre, que era quien se quedaba en casa con ella debido a las vacaciones, salió de casa con el ánimo en alto, se trepó al asiento trasero y ambos emprendieron el camino a la playa sin parar de darle vueltas a una tonada de The Quarrymen que se les había pegado el día anterior.

El año estaba terminando y eso no hacía más que ponerlos un poco nostálgicos, pero no por eso el trayecto dorado hacia su destino se quedó sin chistes estúpidos de los que solo ellos reían, provocando que quienes los vieran pasar voltearan la cabeza con cierta extrañeza. Michelle solo podía pensar, para sus adentros, en lo curioso que se le hacía que dos temperamentos como el suyo y el del chico al que se estaba aferrando para no caerse, siendo tan contrastantes, podían complementarse tan bien. Como el blanco y el negro, como el frío y el calor, la oscuridad y la luz, Michelle y Franco habían llegado el uno a la vida del otro para mostrarse un opuesto seguro y confortable con el que no solo habían aprendido a vivir, sino por el que habían sentido gran afinidad desde un inicio.

Una vez habiendo arribado a la playa, siendo casi los únicos excepto por un par de familias con niños pequeños, bajaron de la bicicleta y caminaron hacia la sombrilla más cercana, bajo la cual dejaron sus dos mochilas.

—No sé si será por el fin del año y todo eso, pero no he podido dejar de pensar en todo lo que ha pasado este año —comentó Franco mientras ambos se quitaban las prendas que tenían puestas sobre los trajes de baño—. Como cuando nos conocimos, ¿recuerdas?

—Es un día que me gustaría olvidar —suspiró Michelle, negándose a pensar en la gran vergüenza que ese día había vivido.

—¡Ouch! —exclamó él llevándose una mano al pecho.

—No por ti, por mi ropa —rio ella, apenas percatándose de lo mal que se había expresado sin querer.

—Y la carrera —recordó él.

—¿Estás tratando de recordarme las partes más vergonzosas de mi vida?

Michelle tampoco se olvidaba de que, en la carrera que habían hecho de la manera más aleatoria el día en que se habían conocido, ella había tropezado y caído estrepitosamente frente a él.

De cómo conocí a los Beatles ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora