Capítulo XI

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Mansión Luthor, Metrópolis, 2011

Corría, corría tan lejos como sus piernas permitieran hacerlo, era un corredor tan oscuro que sus ojos no podían captar nada, solo podía escuchar su respiración agitada y exagerada. Podía sentir como tomaban sus brazos, piernas, o su cuero cabelludo, no estaba huyendo en el fondo lo sentía, intentaba rescatar a alguien, escuchaba como gritaban su nombre conforme avanzaba, sus oídos no distinguían de quién se trataba. Su cuerpo empezaba paralizarse, sus piernas ya no seguían avanzando, en cualquier momento se caería, necesitaba llegar con desesperación. El sudor frío comenzaba a recorrer su columna, escuchaba cada vez más fuerte su nombre, era la voz de Lena, empezó a sollozar buscando como liberar su cuerpo para ir por ella. Lena, gritaba su mente, algo en su interior le pedía que despertara, se trataba de un sueño, era el segundo episodio que le ocurría del parálisis. Sus hombros eran un poco sacudidos intentando levantarla, con todas sus fuerzas luchó para abrir los ojos.

—Kara, cariño, despierta —escuchó como sus oídos se aclaraban hasta que pudo abrir los ojos—. ¿Estás bien? —la rubia aclaró su vista mirando a Lena preocupada y le asintió— Estabas teniendo un episodio de parálisis, ¿hace mucho te dan?

—Es la segunda vez que me sucede —suspiró colocando su mano en la frente—. Esta vez fue diferente a la primera que me sucedió.

—¿Qué soñabas? —le preguntó acariciando su cabello tratando de no aplastar a Lizzie.

—La primera vez soñé que toda mi familia había sido convertida en zombi, me reclamaban por no estar con ellos —Lena asintió con compresión—. Esta segunda fue distinta, corría por un conducto oscuro, mo podía ver nada. Sin embargo, sentía que estaba buscando rescatar a alguien, entre más me acercaba más me detenían, agarraban mi cabello, pies y brazos.

—Tranquila, solo fue un terror nocturno —le acarició su rostro y la rubia le tomó su mano para darle un beso en ella.

—Me duele saber que no podré llevarte a hermosas citas, te sorprendería si supieras lo romántica que puedo ser —una lágrima se resbaló de su mejilla y Lena la capturó entre sus dedos.

—Chst, no pienses en eso —le sonrió conteniendo su dolor, también le hubiese gustado llevarla a lujosos restaurantes alrededor del mundo—, por lo menos estamos aquí, juntas, las tres.

—Sí, tienes razón —suspiró dándole un último beso en su mano—. Lamento haberte despertado.

—Está bien, no pasa nada —le dio pequeño pico en sus labios y se volvió a acostar.

Estaban a punto de quedarse dormidas, cuando escucharon una discusión en el pasillo, se escuchaban a dos personas casi corriendo, Kara se puso en alerta poniéndose en pie y le pidió a Lena que se quedara acostada, no tardaron mucho en escuchar de quiénes se trataba.

Alex, déjame salir, afuera está mi hermano, tengo que dejarlo entrar —eran Alex y Kelly—. Por favor, entiéndeme, es mi hermano del que estamos hablando, tú cuñado, Alex —Kara frunció el ceño mirando a Lena, nunca le cayó del todo bien.

—¡Sé que es mi cuñado! Solo te recuerdo que no le hemos pedido permiso a Kara, ni siquiera a Lena, que evidentemente es la dueña de esta mansión —Lena miró a la rubia con interrogativa.

—Si fuera Kara que estuviera afuera necesitando un techo, ¿la dejarías afuera por pedir permiso? —escucharon el silencio de Alex y la rubia suspiró conociendo la respuesta— Eso pensé, por favor, bebé.

—Está bien, está bien —respondió después un largo silencio—. Solo dime, ¿cómo es que James sabe que estamos aquí?

—Le he estado mandando mensajes por un viejo beeper que tenemos desde la infancia —Lena tensó un poco su mandíbula y Kara solo la miró con disculpa.

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