Capítulo XIV

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Midvale, National City, 2011

Varios meses habían pasado para terminar la construcción de los muros, no era tan sencillo como aparentaba; debían estar yendo y viniendo constantemente con latas, troncos, alambres de púas y todo lo necesario, conllevaba mucho tiempo, riesgo y exceso de combustible, que no tenían. En el proceso conocieron más a sus nuevos vecinos, eran como ellos, no tenían muchas diferencias, solo que Kara y Oliver parecían no llevarse por los incesantes desacuerdos, era todo lo contrario, se completaban muy bien como equipo táctico, era como si fuera un hermano mayor para la rubia. Él pasaba retándola, desafiaba sus pensamientos, llevaba al máximo su límite de paciencia, tenían pequeñas luchas como entrenamiento, o sencilla muestra para todos los demás, porque se encargaban de entrenarlos. Esos eran sus días en la pequeña comunidad conocida como Legends, todos y cada uno de ellos era una leyenda.

Tenían un plano donde habían dibujado donde estaría una huerta, un molino, un sistema hidráulico que Brainy se había encargado de perfeccionar con Lena y Caitlyn, tenían muchas cosas planeadas para regresar un poco a esa normalidad que todos anhelaban y conocían. Kara estaba recargada en la baranda del balcón mirando como habían quedado los muros, ya no debían preocuparse por los zombis, o los ladrones que intentaran atacarlos para poder llevarse todo y, en especial a Lena. Suspiró con una sonrisa llena de orgullo, tomó un poco de whisky que tenía en un vaso de vidrio y miró de soslayo a penas escuchó como la puerta del balcón se abría, era su Lena.

—No puedes estar sin mi, ¿eh, majestad? —le dijo con petulancia fingida haciéndola rodar los ojos.

—Señorita egocéntrica, déjeme informarle que Lizzie acaba de quedarse dormida —la rubia le sonrió tirando suavemente de su cintura para que mirara junto a ella—. Quedó muy bien el muro, cariño, ahora los niños se ven más tranquilos y nosotros —enfatizó la palabra nosotros.

—Aunque no existieran estos muro, yo, Kara Danvers, no dejaré que nadie les ponga un dedo encima —Lena recostó su rostro en la mano de Kara—, estuve pensando que ya debemos ir pensando en llegar a L-Corp, has visto como cada vez más se van reduciendo las municiones, si no nos apuramos, no llegaremos.

—Lo sé, lo mismo he estado pensando —suspiró abrazando a Kara con miedo y amor—, debemos ir diciéndole a Caitlyn, ya no me parece buena idea que vayan tus padres, no quisiera que les sucediera algo en el camino.

—Ni yo, ni yo —miró la puesta del sol con tristeza—. Hemos perdido a Andrea, los señores Kent y a Kelly, no quisiera seguir sumando víctimas inocentes.

—Kara, creo que es el momento de contar la verdad —comentó luego de unos segundos y Kara la miró expectante—, deben saber por qué están buscando cortar mi cabeza, es un riesgo decirlo, lo sé.

—Es tú decisión, Lee —besó su frente con amor—, pase lo que pase estaré contigo ahora y siempre.

—Te quiero, Kara —le confesó—, te quiero como nunca he querido a nadie, rompiste a la mujer de hierro que había en mí.

—Nunca fuiste una mujer de hierro, Lee, solo era tú corazón esperando por mí —le sonrió recargando su frente en la suya—, lograste revivir a la mujer dulce que pensé muerta.

—Imra nunca te mereció, Kara, ni mereció a Lizzie —la rubia asintió tomando un poco más de su trago y Lena se lo terminó robado.

—¿Cuándo quieres decirle a los demás? —le preguntó frunciendo su ceño cuando se terminó todo el trago.

—Entre quince días me parece correcto —Kara asintió respetando su decisión—, me gustaría que conviviéramos un poco más y, no me gustan esas peleas demostrativas que hacer con Oliver —le tocó varias veces su pecho haciéndola reír.

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