Capítulo 11.

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Estoy acostada en el suelo de mi habitación. Escuchando música a todo volumen, cantando un poco... debo admitirlo, es inevitable no poder cantar cuando la música está presente.

Me la he pasado tranquila luego de la plática con Nick y ahora es momento de relajarme... y que mejor manera que cantando.

-Señorita, ¿puede dejar de gritar?- pregunta Nick lanzándome un cojín a la cara.

-Eso no le molesta a usted Ian- le digo, devolviéndole el cojín.

-¡Ya!... una tregua- me dice, sentándose a mi lado.

-Me siento acosada por ti- le contesto- y también por Adam... y por Carol.

-¿Pero no te sientes acosada con tu amiguito?- me pregunta un poco serio.

Yo no puedo evitarlo y suelto una carcajada. ¿Cómo que amiguito?... está loco mi hermano.

-¿Cuál amiguito?- pregunto, mientras pongo cara de inocente.

-Que te crea Adam, esa cara. Y hablo del tal Octavio- me dice ahora riéndose... espera ¿se está riendo? Ahora sí que me da miedo mi hermano.

-¿Qué es divertido?- pregunto.

-Nada... es solo que hay una chica- me dice de pronto, con la vista en el techo y ojos soñadores.

Sus ojos azules se iluminan de una manera que no había visto antes. Y una pequeña sonrisa se asoma, solo tarda un momento para luego darse cuenta, que no es el lugar correcto para dejar evidencia de sus sentimientos.

-¿Qué chica?- le pregunto, porque ya me dio mucha curiosidad.

-No te lo diré... tal vez tenga que usar nuestro juego, no puedo desaprovechar mi tiempo con una chica- dice de pronto levantándose y saliendo de mi habitación. Cierra la puerta sin hacer ruido.

Yo me levanto y salgo de la habitación, pero no hay nadie en el corredor y regreso a mi cuarto, me siento en la cama y busco la carta que le escribí a Dylan. Aquella que no le daré jamás. Pero...

¿Qué? ¿Cómo?... ¿Quién?

Me quedo un poco en shock al ver que está incompleta, le había puesto unas pistas de donde estoy, cuando pensaba en que él podría venir a rescatarme. Una idea muy tonta, lo admito. Lo escribí en un post-it aparte y ahora no está. Y de no estar, me pregunto ¿Quién reviso mis cosas? Son ¡MIAS! Nadie tenía derecho a leer lo que yo escribo.

Me controlo por un momento y respiro. Nada gano si me pongo histérica. Ahora ya no quiero escuchar música y por muy extraño que parezca me pongo a estudiar.

* * * * * * * *

Después de mi fin de semana de "descanso" tengo que volver a ir a la escuela y esta vez no tengo que acompañar a Adam a su colegio porque para su buena suerte... él no tiene clases. Eso es tener suerte. Claro yo jamás la tengo.

Me despido de mi prima y ella se va al lado derecho de la "u" mientras que yo camino en línea recta, me he inventado una rutina con la cual casi no veo gente. En especial a los de último año. Es demasiado temprano, por lo que casi no ha llegado nadie a la escuela.

Subo las escaleras de manera tranquila, mientras busco mi llave, paso el salón de mi hermano y veo que no ha llegado nadie aun. Los de último año siempre llegan tarde.

Busco en mi casillero un libro que olvide que tenía que llevar para la clase de redacción, y algunas otras cosillas, no dejo nada porque prefiero sacar todo lo necesario y al final de las clases meter todo lo que no necesito en mi casa.

Recuérdame, una vez másDonde viven las historias. Descúbrelo ahora