XVII. Bella

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—¿No sientes calor con esa chaqueta? — me preguntó, luego de que ese suspiro abandonara mi boca sin poder contenerlo.

—Así me siento bien — mentí, la verdad me sentía muy sudorosa.

—No te lo creo. Estamos a punto quemarnos — bromeó.

—No seas exagerado.

—Mírate, estás hirviendo — soltó una risita que logró avergonzarme más de lo que ya me encontraba—. Claro, en el sentido figurado.

—Estás de buen humor, ¿eh? — sonreí.

—La verdad sí — tiró de las mangas de mi chaqueta, pero lo detuve.

—No, espera. De verdad así estoy bien.

—No seas terca, Esme — siguió tirando de mí sin darse por vencido—. ¿Te pusiste traje de baño?

—Sí, pero no voy a nadar.

—Es lo más ilógico que he escuchado en mi vida — el fuerte tirón hizo que nos cayéramos los dos al suelo—. Estoy por creer que te gusta estar encima de mí —se quejó.

—Es tu culpa — me quise hacer a un lado, pero lo impidió sosteniéndome de la cadera—. Déjame levantar, te puedes lastimar con mi peso.

—Si estás liviana — bufó.

—Nos están mirando raro, Yulek — murmuré, muriendo de vergüenza.

—Eso es envidia...

—Estoy hablando en serio.

—Yo también.

—Es un imposible hablar contigo.

—Lo sé — sonrió ladeado, y hundí el rostro en su cuello, deleitándome con su aroma tan varonil—. No hagas eso, puede ser peligroso.

—¿Peligroso?

—Sí — lo sentí temblar cuando reí.

Ladeé la cabeza y me quedé viendo sus labios. Se ven tan suaves y apetitosos. No es normal que, a pesar de sentirme avergonzada por las miradas que nos están dando las personas que cruzan por nuestro lado, me sienta tan bien al tenerlo así una vez más. Si quisiera le podría robar un beso y luego salir corriendo, pero no quiero arruinar esta amistad tan reciente que ha nacido entre nosotros.

—Vayamos a caminar — le recordé, levantándome de encima suyo, y suspiró.

No quise mirar lo que era más que evidente, así que me di la vuelta para darle espacio y dejé la chaqueta en el auto. Mi vestido es de mangas cortas y no cubre la parte más afectada de mi brazo derecho, más me olvidé por un momento de que mi cuerpo tiene esas marcas y me permití disfrutar de un día soleado, maravilloso y junto al hombre que mi corazón ha elegido para amar.

Yulek buscó mi mano, y se la tomé con el corazón inquieto. Nos encaminamos en dirección contraria de donde se encontraban sus padres y Ana, y nos dedicamos por largos minutos solo a caminar bajo el sol y escuchar las olas romper. Por mi parte estaba más que feliz. La playa es muy bonita. La arena, aunque se perciba caliente al tacto, es muy suave. No sé si el cielo es más azul que el mar, pero tiene un hermoso color muy parecido al de los ojos de Yulek.

—¿Te están gustando las vistas?

—Sí, es muy preciosa. Nunca antes había estado en una playa.

—Me alegro mucho que te esté gustando este corto viaje — se detuvo e hice lo mismo—. ¿Te gustaría nadar un poco?

—No.

—¿No sabes nadar?

—La verdad, no.

—No te creo.

—No hagas las cosas más difíciles, Yulek. Tengo suficiente con mostrarme ante las personas sin mi chaqueta.

—Qué es lo que escondes, ¿eh?

—No soy bonita... — musité, jugando con la arena entre los dedos de mis pies.

—Y según tú, ¿quién lo dice? Creo que, sin necesidad de verte, deduzco lo bonita que eres.

No le respondí como hubiera deseado, porque lo menos que quiero es hacerlo sentir mal. Que no me vea, es una ventaja muy grande, según mi punto de vista.

—¿Puedo tocar tu rostro?

—¿Para qué querrías tocarme?

—Es mi forma de ver a las personas, pero si no quieres que lo haga, lo entenderé — se veía pensativo—. Quiero asegurarte que eres una mujer bella. Además, la belleza perfecta e infinita no existe.

—Tú eres muy guapo...

—¿Y de qué me sirve la belleza si no puedo ver el mundo? — atacó—. Hubiera preferido mil veces nacer viendo, y no con un rostro atractivo que pierde su encanto con el pasar de los años. A mí me gusta ver la belleza que hay en tu alma y en tu voz; es ahí donde me doy cuenta cuan bella eres cada día.  

Una oportunidad para amar[✓]EN FÍSICO Donde viven las historias. Descúbrelo ahora