XIII. Invitación

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Esme

Nunca cruzó por mi mente que ese día tan bochornoso en el que, sin duda alguna y sin mentir confirmé lo mucho que Yulek me gusta, cambiaría nuestra relación. Podría decirse que ya no existe un distante y frío saludo entre los dos, que ya no siento ese enorme abismo que cada día se me estaba haciendo mucho más grande. Es decir, vivimos momentos incomodos mientras nos dirigimos la palabra, pero ya no es un hombre distante, y ese hecho, embota mis sentidos.

Crucé por su aula y me quedé viéndolo tocar el violín. Se ve tan atractivo estando perdido en sus notas; acariciando violenta y suavemente las cuerdas en movimientos rápidos y concisos que desprenden melodías muy hermosas. Que esté sin sus gafas oscuras me hace ilusión de ver una vez más el cielo de sus ojos. Es tan precioso, pero sé que eso es mucho pedir; él no muestra sus ojos a nadie.

—Toca hermoso, ¿verdad? — susurró Ana a mi lado, y la miré de reojo,

—Tiene gran talento.

—Tu clase particular de la tarde te está esperando — me avisó.

—Muy bien, gracias — le di una última mirada a Yulek ates de irme a seguir trabajando.

Hace un par de semanas atrás una de las madres de los pequeños, convenció a Yulek de que le enseñara a tocar la guitarra a su hijo una vez la clase de canto acabara, por eso cada tarde me dedico a enseñarle al pequeño Tomy durante dos horas enteras.

Tan pronto el pequeño se marchó con su madre, me puse a planear la clase del día siguiente. Dos toques suaves en la puerta me sacaron de mi concentración. Fue inevitable no sonreír al verlo en el umbral de la puerta esperando una autorización de mi parte.

—Sigue.

—Discúlpame si molesto o interrumpo algo importante.

—No interrumpes nada, estaba por terminar.

—Muy bien — sonrió, dando pasos cortos e incluso percibí lo nervioso que se encontraba—. De igual forma no te robaré más de cinco minutos.

—¿Ocurre algo? — me preocupé.

—No, todo está en orden — se sentó en el piano, dejando las palmas abiertas sobre las teclas del mismo—. Necesito hablar contigo.

A veces pienso que sí puede ver, pues se mueve con total confianza y seguridad en la academia, que, si no fuera por su bastón o porque él mismo lo confirma, nadie se daría cuenta de su ceguera. Es impresionante las capacidades que posee, no solo por ser un hombre independiente, sino por todo el talento que derrocha. Cada día me maravillo más con su ser.

—Te escucho.

—Bien — a pesar de sonreír, su seriedad me tenía en vilo—. Este fin de semana no tenemos ninguna clase programada, así que, pensé que tal vez podríamos ir con mis padres a la casa en las montañas. Ana y su familia también van a estar con nosotros, y como ya eres parte de la academia, me gustaría que nos acompañaras. Claro, si es que estás libre y puedes venir, si no, no hay problema.

Me sorprendí, pues es muy extraño que ya no me evite. Que cuente conmigo me genera gran emoción e ilusión. Desgraciadamente, vivo ilusionada con este hombre. No sé cuán dañino puede ser ese supuesto amor para mí, pues una persona consumida por las depresiones y las ansiedades, es un alimento más a esas afecciones que muchas veces me superan y no puedo evadir. Dejando esos pensamientos de lado, y diciéndome a mí misma que nada malo va a pasar, me centré en darle una respuesta a Yulek.

—No tengo nada que hacer el fin de semana. Claro que me gustaría ir a un lugar tan bonito como lo es la casa de campo de Ana. Gracias por la invitación.

—Es a mi casa, no a la de ella. Gracias a ti por aceptar venir con nosotros — susurró con suavidad, esbozando una sonrisa muy bonita—. Bueno, ahora te dejo porque sé que estabas ocupada.

—No mucho — titubeé, arriesgándome a ser rechazada—. Yulek...

—¿Sí? — se detuvo justo antes de salir por la puerta.

—¿Te gustaría tomar un café conmigo?

—¿Hoy?

—Sí, hoy — podía sentir que me analizaba sin siquiera poder verme—. Pero si no puedes, no pasa nada.

—Falta una hora para que su jornada laboral acabe, Srta. Arias — sonrió, me estoy acostumbrando demasiado rápido a sus bonitas sonrisas—. La espero puntual en la recepción.

Solté todo el aire que había retenido, apresurándome a terminar con mi trabajo con la emoción corriendo por las venas a mil. Pensé que no aceptaría salir conmigo. Ir a tomar un café cuenta como una salida, ¿o no? Pero no se sabe si de amigos, compañeros de trabajo, de jefe empleada o de algo más.

—Deja de crearte películas en la cabeza, Esmeralda — me reprendí, pero lo cierto era que por dentro reventaba de dicha.

Luego de tantos días teniendo un acercamiento que podría considerarse normal, volveríamos a estar solos. Y no es que quisiera volver a vivir un momento incomodo con él, sino que, en realidad, quiero agradecerle por haberme abierto las puertas en su academia. 

Una oportunidad para amar[✓]EN FÍSICO Donde viven las historias. Descúbrelo ahora