XV. El azul del cielo

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Del incidente en la cafetería Yulek no mencionó nada, pero ese día me demostró una faceta que jamás me hubiese imaginado de él. La empatía y la amabilidad con la que me ayudó a superar una crisis de ansiedad, me sorprendió mucho. Me brindó compañía durante una parte de la noche, o por lo menos es lo que recuerdo luego de haberme llevado a mi casa y atenderme como si me tratara de alguien muy especial para sí. Si sentía que lo que quería con el simple hecho de hablarme o tenerlo cerca, que me haya dedicado tiempo para cuidar de mí cuando no era necesario, terminó por robarme el corazón. Ya no puedo ocultar lo mucho que estoy enamorada de él. Todos se han dado cuenta de ese sentimiento en mí, pues tampoco soy persona de disimular algo.

Y mientras él no se entere de todo lo que me hace sentir, creo que podríamos llevar esta amistad tan bonita que está naciendo más de lo que hubiera imaginado en mis sueños.

El fin de semana llegó y con este la salida a su casa de campo también. Pasar un fin de semana completo con él y con su familia es algo de no imaginar. Y, aunque ellos me han hecho sentir muy bien, no deja de ser un tanto incómodo para mí. No estoy acostumbrada a estar con más personas que no sean mis abuelos.

Viajamos los padres de Yulek, él y yo en el auto de ellos, y Ana iba en otro con su esposo y su pequeño hijo. Me encantan los caminos y las vistas que se aprecian en este lugar.

—¿Cuánto tardaremos en llegar a Wilmington? — vi sonreír a Yulek de reojo e inconscientemente también lo hice.

—Un poco menos de nueve horas.

—Oh, queda bastante lejos.

—Es lo mismo que les he dicho a mis padres, pero ellos mueren por ir a casa y ver cómo va todo.

—¿Son de allá? — pregunté asombrada.

—Él es de Wilmington, yo sí soy de Asheville — respondió la Sra. Graham con una hermosa sonrisa en los labios—. El amor logró que abandonara su ciudad...

—Y además construimos una hermosa vida juntos en Asheville — lo vi tomarla de la mano, y las mariposas despertaron en mi interior—. No importa el lugar en el que te encuentres; tu hogar, es donde el corazón pertenece.

Son una pareja tan hermosa, fuerte y unida. Me imagino lo mucho que tuvieron que afrontar con la llegada de Yulek, y mi admiración por ellos crece.

—A veces se ponen en plan meloso — me susurró Yulek al oído, muy cerca y bajito de mí, alborotando los latidos de mi corazón—. Es de las pocas cosas que desearía contemplar. Si se aman con cada palabra que se dicen, me gustaría ver si el amor que hay entre ellos, es más que fuerte.

Mi corazón se apretó, pues daría todo por darle mi mirada y que viera lo mucho que sus padres se aman.

—Te puedo asegurar que sus miradas dicen mucho más que todas esas palabras — le aseguré, susurrando igual de bajo a él.

—Cuéntame — se recostó hacia atrás y se quitó las gafas, dejando los ojos abiertos, como si estuviera contemplando el techo del auto—, ¿qué ves?

—Lo hermoso del cielo azul — respondí sin dejar de mirarlo—; es tan cristalino y puro que, estoy segura, pasarías toda una vida contemplando su bella tonalidad. Tiene un poco de tempestad, pero no deja de ser precioso.

—¿Qué más ves?

—Nada más que no sea el cielo. Me gusta perderme en lo extenso y hermoso que es, que, incluso el resto de los paisajes pierden importancia. Estoy enamorada de ese azul tan divino y casi irreal — me atreví a confesar en voz alta, y la Sra. Graham se llevó una mano a la boca, conteniendo ese jadeo que sus lágrimas delatan.

—¿Te puedo pedir un favor?

—Sí, dime — mordí mi labio, sintiendo la cara ardiendo de vergüenza.

—Podrías tocar una canción, sé que has traído tu guitarra.

—Desde luego — carraspeé, disipando esa vergüenza y timidez que mi voz detona y saqué la guitarra de su estuche.

Canté para él por más de dos horas sin detenerme, confesando mis sentimientos con la única herramienta que tengo a la mano y que sé que puede malinterpretarse. Hace días no tocaba canciones románticas, y realmente me estaban llegando a lo más profundo. O quizás las sentía como mías por el hecho de estar enamorada de mi jefe.

Era de noche cuando llegamos a la casa de campo, por lo que solo nos dedicamos a comer algo ligero que cocinamos con Ana y la Sra. Graham, y nos acostamos a dormir. Según las palabras de la madre de Yulek, el siguiente día estaría lleno de sorpresas, pero para mí no había nada más sorprendente que compartir momentos nuevos y mágicos con personas que no me hacían desplantes. 

Una oportunidad para amar[✓]EN FÍSICO Donde viven las historias. Descúbrelo ahora