VIII. Preocupación

2.5K 303 11
                                    

Desperté por los insistentes golpes en mi puerta. La noche fue horrible como todas las anteriores. Llevo días sin poder dormir y descansar como es debido, pues estando sola y en silencio la ansiedad es mucho mayor. Se supone que debía descansar, pero al no venir tomando mis medicamentos con frecuencia, más por el hecho de no tener el dinero suficiente para comprarlos, hace que acostumbrarme nuevamente a sus efectos sea una completa agonía.

Salí de la cama con las cobijas enredadas a mi cuerpo y abrí la puerta con cara de pocos amigos. Ver a Yulek muy bien arreglado y perfumado frente a mí era algo que no había esperado ni en bromas.

—Dios mío, ¿cómo es que llegaste aquí? — musité tras verme en mis horribles fachas mientras él se veía de infarto. 

—Ana me dijo que estabas enferma. Tratamos de llamarte, pero no respondiste el teléfono. Ella está muy preocupada por ti — carraspeó, seguía actuando serio, pero en su tono de voz había algo más—. ¿Estás bien? ¿Te sientes mejor?

—Creo que la cena en la gobernación me sentó mal, pero ya me siento un poco mejor — murmuré sin saber qué más decir.

—¿Qué has tomado para el malestar? Espero no te incomode que te haya traído desayuno. Ana me pidió que te trajera de comer, tal vez lo necesitabas — se veía un poco nervioso e incómodo.

—No me molesta que hayas venido; todo lo contrario, gracias por preocuparse por mí. No debieron tomarsen tanta molestia. Sigue — suspiré, guiándolo al interior de mi apartamento—. Tomaré una ducha rápida. Ya regreso.

—¿Puedo tocarte? Claro está, en tu frente. Es solo para cerciorarme que no tengas fiebre.

Sonreí con el corazón a mil dentro del pecho. Tenerlo en mi diminuto apartamento me confunde, pero a la vez me tiene muy emocionada. Eso quiere decir que no le soy tan indiferente, ¿o estaré haciéndome ideas que no son?

—Claro, tócame sin problema — tomé su mano y la guié hasta mi frente.

Su palma es grande, tibia y muy cálida. Permaneció con la mano abierta en mi frente por largos segundos en los que mi corazón se aceleraba cada vez más rápido. Quería suspirar, pero me contuve lo suficiente para no dañar el momento. Todo mi interior estaba maravillado con su suave tacto y su cercanía. Incluso olvidé las horribles fachas en las que estaba y me dediqué a contemplar su bello rostro y a disfrutar lo que para mí significa una dulce caricia. Por un momento deseé quitar sus gafas de sol y volver a perderme en su hermoso cielo.

—Fiebre no tienes — murmuró, quitando la mano de mi frente y dejándome vacía—. ¿Dónde queda la cocina? Puedo ir sirviendo mientras tomas la ducha.

—No, ya hiciste suficiente con venir aquí y traerme comida. Toma asiento, dame cinco minutos, ¿si? — lo ayudé a sentar en el pequeño sofá, muriendo de ganas por dejar un beso en su mejilla.

—¿Segura que estás bien? Puedes decirme en total confianza si te sientes mal.

—Créeme, estoy mucho mejor — más con el hecho de que esté aquí—. Ya vuelvo.

—Ve.

Me adentré al baño como un rayo y me miré al espejo. ¡¿Cómo se me ocurrió abrirle la puerta en ese estado tan vergonzoso en el que me encuentro?! Mi pelo es una maraña y mi pijama de gatitos está demasiado vieja. Tengo cara de moribunda.

Tomé una ducha rápida, me puse un vestido amarillo de flores azules y salí dejando mi largo cabello suelto.

—¿Cómo te sientes? — volvió a preguntarme tan pronto me sintió llegar con él.

—Muy bien.

—Me alegro muchísimo — quiso levantarse del sofá, pero lo detuve.

—Quedate ahí donde estás, yo me hago cargo de todo.

Yulek trajo consigo jugo de naranja, tostadas y fruta picada en dos recipientes. Anabella es un amor de persona, por supuesto que debo agradecerle por lo mucho que se ha preocupado por mí, sabiendo que no es necesario que lo haga.

Desayunamos en silencio, pero no podía dejar de mirarlo y terminar de fascinarme con todo su ser. No sé con exactitud qué hace aquí, si bien podría no haber venido. No es como que esté en obligación de hacer lo que otra persona le diga, ¿no? Ayer me dejó en claro que socializar con otras personas no era lo suyo, pero, aún así, está aquí y eso lo hace diferente. Quizás me estoy emocionando de más; sin embargo, aún no creo que de verdad haya dejado sus cientos de cosas por hacer por venir a traerme el desayuno y de paso saber cómo me encuentro.

—Gracias, estuvo todo muy rico — además de que no podía decirle que hace días no desayunaba tanto como hoy—. No debiste molestarte tanto.

—No es nada, además me preocupa mucho tu salud. Si sigues enferma, lo mejor será ir con el doctor. Así no puedes dictar clases.

—De seguro mañana estaré mucho mejor — mordí mi labio inferior avergonzada—. Ya sabes, una vez fuera los males, pues...

—Entiendo — sonrió, su sonrisa es muy bella.

Supongo que su novia debe ser muy bella. Ella tiene el cielo gano con un hombre tan guapo y bueno como él. Pero ¿no debería estar con ella en lugar de estar perdiendo su tiempo conmigo?

—¿Te acompaño a tu apartamento?

—¿Quieres que me vaya ya? — enarcó una ceja.

—No, digo, sí. Bueno, supongo que debes hacer mejores cosas que estar perdiendo el tiempo conmigo.

—No estoy perdiendo mi tiempo. Cuéntame, ¿vives sola?

—Vivo con Oscar, él es mi fiel compañero. 

—Y, ¿Oscar no está cuidando de ti? No quiero sonar entrometido en tu vida, pero si estás enferma, ¿por qué tu novio no cuida de ti?

Solté una potente carcajada.

—Debo cuidar de Oscar, es lo más natural, ya que es un pez muy bonito y si no lo cuido se muere — lo vi apretar los labios—. Y no tengo novio.

—¿Y la carta del otro día quién te la dio? ¿Alguno de los padres de los niños? — se veía curioso.

—Espérame un momento.

—¿A dónde vas?

Fui a mi habitación por el dibujo y sonreí. Recordando lo que sucedió el viernes, creo comprender a lo que se estaba refiriendo Ana. Pero no entiendo por qué piensa que haber dicho eso puede importarle a Yulek.

—Te voy a leer la carta que me dieron.

—No hace falta, es tu vida privada, a mí no me importa lo que pase en ella — resopló molesto—. Debo irme.

—Tamara nos dibujó junto a ella. Estamos los tres encerrados en muchos corazones de colores; tú tomando mi mano mientras yo tomo la de ella. Hay un pequeño piano y una guitarra a un lado de nosotros. Es un hermoso dibujo — sonreí, el dibujo me llena de ternura y felicidad—. Fue muy dulce al dibujarnos, ¿no crees?

—Anabella — susurró, esbozando una sonrisa encantadora—. Me encantaría ver ese dibujo —suspiró.

—Y yo daría todo porque lo vieras — se me escapó, pero en lugar de enfadarse o soltar su acidez, sonrió aún más espléndido.

—¿Te gustaría salir a caminar un poco? — propuso de repente luego de un cómodo silencio—. Te debo una disculpa.

—Ya estás perdonado. Y sí, sí me gustaría salir a caminar contigo.

Una oportunidad para amar[✓]EN FÍSICO Donde viven las historias. Descúbrelo ahora