XXIX. Siempre

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Esme

Nunca había imaginado que llegaría a dar ese paso tan largo y significativo con Yulek. Me estaba reservando para el hombre que me llevara al altar, pero, a decir verdad, no me arrepiento de que fuera él quien tomó lo más preciado de mí. Yulek es el hombre más perfecto que pueda llegar a conocer a lo largo de mi vida, digno de admirar por toda una eternidad. Su dulzura, sus besos, sus palabras, su amor; todo de él terminó de fundirme en su cielo luego de aquel acto puro e inocente de amor. Si al día de mañana acabara todo, sería la mujer más dichosa y feliz de haber compartido tantas emociones y situaciones únicas a su lado, pero por ahora que lo tengo solo para mí, no puedo dejar de soñar en que nunca habrá un fin.

Bogotá, una ciudad nublada y fría desde tempranas horas de la mañana. Hace mucho tiempo no pisaba este lugar, infestado de automóviles y motocicletas que circulan con poca rapidez por las calles debido a sus monumentales trancones. El sol, aunque haga su acto de presencia, el frío se alcanza a percibir aún entre la ropa y la piel. Es un sol que difícilmente calienta los huesos.

Antes de ir a mi pueblo, le pedí a Estela que nos trajera al centro de la ciudad, más por recomendación de ella. Muchas veces me dijo que rememorar el pasado ayuda a sanar el alma. Recordar las tantas veces que vine con mis padres, se sintió mucho mejor de lo que había pensado. Había olvidado toda el bullicio que estas calles brindan en cada paso que das por ellas.

—Sé que habíamos quedado en irnos temprano, pero debía venir una última vez a este lugar.

—No te preocupes, yo estoy encantado de pasear contigo en una ciudad diferente. ¿Qué es este lugar, mi amor? — preguntó curioso, aferrándose de mi mano con firmeza.

—Solia venir con mis padres a verlos tocar su música. Tenían un lugar fijo que está muy cerca de acá. No sé si te moleste que vayamos.

—No me molesta, pero me gustaría saber un poco más sobre tus padres.

Una sonrisa triste se formó en mis labios. Mientras avanzábamos a paso lento por la séptima, sorteando algunos vendedores informales y personas que, como mis padres, se ganan la vida mostrando alguno de sus talentos artísticos, conté muchas cosas de ellos sin siquiera pensar; simplemente me dejé llevar por lo que el momento me hizo sentir. Cuando llegamos justo al frente del Museo del Oro, me quedé observando a una chica bastante joven de cabello rojo y vestido largo tocar el piano con rebeldía, a la vez que recordaba a mis padres y mis tíos tocar con esa misma expresión de desenfado y felicidad.

Fue inevitable no llorar entre los brazos del hombre que se ha convertido en mi todo en poco tiempo. Por supuesto que desearía tenerlos conmigo y poder compartir lo que por años he logrado a pulso con ellos, pero sé que es imposible de que lo hagan estando en presencia y a mi lado.

—Tus padres, dónde sea que se encuentren, deben sentirse muy orgullosos y felices por ti, princesa. Puede que ya no estén a tu lado en presencia, pero siempre estarán a tu lado, como dos angeles que cuidan cada uno de tus pasos.

—Han pasado años, pero no puedo olvidar todo aquello que perdí en ese accidente.

—Meloncito, las cosas pasan por algo. La vida de tus padres estaba destinada en ese terrible accidente, pero la tuya no. Y nunca vas a olvidar a las dos personas que te dieron la vida; es más, ellos siempre estarán reflejados en ti, pero debes dejarlos ir para que puedan descansar en paz — susurraba mientras me acariciaba el cabello—. Debo confesarte que muchas veces he sentido miedo cuando sea el momento de dejar ir a mis padres, pues por mucho tiempo he dependido de ellos, ya que siempre han sido mis ojos, pero no puedo hacer nada ante la naturaleza del ser humano. Un día no van a estar a mi lado y ese hecho entristece el alma, más nunca podré olvidar todo lo vivido a su lado. Lo mucho que me enseñaron a ver la vida de una manera distinta a pesar de que a mi alrededor siempre ha habido oscuridad —depositó un suave beso en mi frente—. En lugar de sentir tristeza y caer con su ausencia, sé feliz cada que pienses en ellos. Ellos te van a amar de la misma forma en la que tú lo haces, incluso si ya no están a tu lado.

Así como esta mañana me sentí segura y feliz de despertar entre sus brazos, ahora mismo él está siendo esa fortaleza que tanto necesitaba. Por más que sentía angustia de presentar un ataque de ansiedad, sus besos, sus caricias y sus palabras me fueron calmando de a poco.

—Ahora no están ellos para protegerte, y nadie puede quitar ese papel que solo ellos hacen en nuestra vida, pero te prometo que voy a amarte y cuidarte siempre. Siempre estaré aquí para ti, llorando a tu lado y sonriendo por cada uno de tus sueños cumplidos. Siempre te voy a amar, mi meloncito.

¿Cómo no amarlo como lo hago? ¿Cómo no sentir esa infinidad de cosquillas en el estómago y todo el cuerpo tras sus firmes palabras?

—Tambien te amo, te protegeré y te guiaré por siempre. Siempre serás tú el único hombre a quien voy a amar.

Una oportunidad para amar[✓]EN FÍSICO Donde viven las historias. Descúbrelo ahora