XII. Calidez

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Dimos pasos lentos y torpes hasta donde se supone se encuentra la cinta. Al devolvernos, caminamos un poco más rápido, pero el roce constante de nuestros cuerpos me tenía en grandes aprietos. Esmeralda debe estar pensando que soy un completo degenerado, y no es para menos, he vuelto a dar una pésima impresión de mi persona. ¿Por qué siempre debo vivir momentos tan incómodos con ella?

—No ganamos, pero lo importante fue que llegamos juntos — soltó ella en medio de risitas.

Llegamos juntos, ¿eh? ¿Tiene alguna idea de lo perverso que acaba de sonar aquello?

—Esmeralda, te puedo pedir un favor — me incliné hacia ella sin saber dónde quedaba con exactitud su oreja.

—D-Dime, ¿en qué te puedo ayudar? — tartamudeó.

—Me podrías guiar al baño, por favor... — me alejé de ella tras percibir la tibieza de su aliento muy cerca al mío.

—Claro, no hay problema.

¿Cómo decirle que vayamos así sin sonar extraño? Sus pequeñas manos se filtraron entre la cuerda y ropa, así que la pegué a mi cuerpo un poco más si es que eso era posible. Su jadeo me estremeció e incrementó mi deseo.

—Vayamos así — cada vez era más difícil contenerme

—¿Cómo?

—Así como estamos. No quiero que nadie note... ya sabes, sería muy vergonzoso.

—Entiendo — fue todo lo que dijo.

Podía sentir las miradas sobre nosotros, pero no me importó. Lo único que tenía en mente era llegar al baño y calmar esa molestia tan dolorosa que se percibía en mis pantalones. ¿Cómo es posible que me haya excitado con solo acariciar sus brazos? ¿Desde cuándo me convertí en un degenerado? Mis padres me hablaron de sexo desde muy temprana edad, cuando estaba en esa etapa de mi adolescencia en la que las reacciones de mi cuerpo eran incontrolables y normales, pero mi padre nunca me advirtió lo doloroso que sería. En todas las veces que despierto con erecciones no me había dolido tanto como ahora. Es vergonzoso que a mi edad esté padeciendo de este tipo de cosas, pero es aún más vergonzoso saber que nunca he intimado con una mujer.

—Listo, hemos llegado — quitó la cuerda que nos unía y se alejó de mí de un solo paso.

—Gracias — huí de ella al sentir su mirada en esa zona en específica de mi cuerpo.

Al no traer mi bastón, tuve que usar mis manos para llegar al lavado y abrir la llave. Eché agua en mi rostro una y otra vez para bajar ese calor que me estaba consumiendo por dentro. No fue hasta no asegurarme que todo se encontraba en su lugar que salí del baño. La vergüenza que siento es muy grande, quisiera que la tierra me tragara en este mismo momento. Todo es más complicado porque no sé qué estará pensando Esmeralda de mí.

—¿Estás bien? — creí que se había ido.

—Sí, ya estoy bien — sonreí avergonzado—. Una vez más te pido una disculpa, no fue mi intensión hacerte sentir incómoda.

—No pasa nada. Es normal, ¿no? Digo, es natural que el cuerpo reaccione, solo que en los hombres es más notorio — hizo silencio, y sonreí—. Volvamos a la fiesta, salimos a prisas y todos se nos quedaron viendo curiosos.

¿Acaso quiso decir que sintió lo mismo que yo, o solo es mi mente haciéndome una mala broma?

—Vamos — no sé por qué extendí mi mano y, cuando creí que no la tomaría, sus dedos se entrelazaron con los míos.

Me gusta la calidez de su mano. No sé si esté mal o no sentirme muy bien al ir tomado de su mano, lo cierto es que, hace que mi corazón lata con furia. He dependido toda mi vida de un bastón o de mis padres, pero ahora mismo ella está siendo mi guía y no le veo el problema con que lo sea. Bien pudo haberme dejado solo, más me sorprendió que estuviera esperándome fuera del baño.

Regresamos a la fiesta de Matty justo en el momento en dónde empezarían a cantar el cumpleaños al pequeño. No podía concentrarme en nada más que no fuera en el calor que esa mano tan pequeñita y suave me está brindando. Aunque ya no había necesidad de seguir tomados de las manos, seguimos aferrados el uno al otro sin intención de soltarnos. Y es que, lo cierto era que no quería soltarla por nada en el mundo. En ese momento solo quería seguir teniendo ese único contacto con ella; prolongarlo todo el tiempo que pudiera, pues la calidez me rebasa y me estremece el corazón. No puedo seguir negándome a mí mismo lo mucho que Esmeralda me atrapa en sus hechizos; lo hizo con su voz, lo hizo con la calidez de su mano, y no hace falta verla para quedar embrujado en lo que es en sí todo su ser.

Una oportunidad para amar[✓]EN FÍSICO Donde viven las historias. Descúbrelo ahora