Los años pasaron sobre ese pequeña bebe recién nacida, creció para ser una hermosa pequeña de cabello castaño, ojos verdes con mejillas redondas y suaves, ella era una de esas niñas hermosas que veías en los anuncios de bebes.
Ese pensamiento era bastante frecuente en el fantasma que rondaba en la casa.
Normalmente podía ir por toda la casa con total libertad, solía curiosear por las habitaciones cuando se aburría mucho, pero si la niña, Penélope era su nombre, era un poco raro que se llamaran igual, salía de la casa ella tenía que seguirla, ella era forzada a quedarse en un rango de 15 metros de la pequeña.
La pelinegra llegó a la conclusión de que era un fantasma después de pasar los primeros días de su nueva "Condición" negando lo que pudiera y maldiciendo al cielo.
Recuerda llorar mucho los primeros meses; al año dejo de hacerlo, pasó el segundo año en silencio, a los tres empezó a bromear, a los cuatro se dio cuenta que su salud mental iba en declive, a los cinco ya le daba igual y comentaba de absolutamente todo lo que veía al conejo de la niña.
El único ser con el que podía interactuar aunque sea mínimamente.
La Penélope fantasmal de cabello negro no podía tocar nada, ni a nadie, traspasaba paredes, no era escuchada por humanos, solo por animales, el único cercano era el conejo de la niña, entre esa bola de pelos y las ratas del cobertizo... prefería el conejo, así que era el mayor receptor de sus quejas y lloriqueos.
Lastimosamente ella no podía flotar o volar, solo podía caminar de un lado al otro por los lugares, no tenía telequinesis o la capacidad de crear un viento espeluznante, ni siquiera estaba vestida con un vestido tétrico y blanco, tenía puesto la ropa con la que se murió.
Era una estafa de fantasma.
Lo único que hizo los cinco años y once meses que vio a la pequeña niña crecer fue pensar en porque ella estaba ahí y llorar muchísimo.
Tenía mucho tiempo para pensar, llorar y quejarse, no necesitaba dormir de todos modos.
Durante el día solo caminaba detrás de su tocaya, siguiéndola y opinando distraídamente de las cosas que hacía y decía la niña, la miraba tener sus clases, hacer sus tareas, jugar con su pequeña hermana, hablar con sus amorosos padres, etc.
Pero lo que más le gustaba era cuando tenía sus clases de piano.
Cuando la niña Penélope se sentaba en su banqueta, la fantasma no dudaba en sentarse junto a ella para fingir que tocaba su instrumento predilecto, en esos momentos ella tenía la sensación de que la niña podía sentirla, pero la fantasma nunca hacia algo al respecto, solo se dejaba llevar por la música hasta que la lección terminaba y nuevamente era ese ser que solo tenía sus pensamientos como compañía.
La pasión por la música era algo que ambas compartían.
La niña y ella se parecían bastante, no solo porque las dos se llamaban Penélope, sino que ver a esa niña era como ver una versión más joven de la fantasma con ojos verdes y cabello castaño.
—Debe ser la reencarnación de mi hermana... —susurró mirando a pequeñita figura que miraba su taza de té fijamente.
Otra similitud era el Conde.
El padre de la niña... ellas dos compartían el mismo padre pero en tiempos o dimensiones diferentes por lo que pudo llegar a pensar, era el mismo hombre, mismo cabello marrón con algunas canas, mismas canciones inventadas para hacer reír, misma manos que la enseñaron a tocar el piano, mismos gustos en la comida, mismos apodos, mismos mimos, mismo todo, excepto los ojos, el padre que ella recordaba tenía los ojos marrones claros, este tenía ojos negros.
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The green who left
FanfictionPenelope Judith odiaba muchas cosas. Pero en especial ese lago. y a sí misma.