The visit

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El día era hermoso, el viento soplaba suavemente y acariciaba a quienes salían, las aves cantaban, los peces nadaban y Claude más confundido se quedaba.

¿Y cómo no confundirse? Las cosas en el Palacio Granate habían cambiado mucho estos días.

Después de que su prometida se desmayara, ambos casi murieran y que él durmiera en los brazos del Emperador algo muy vergonzoso muchas cosas pasaron.

-Primero: la búsqueda del perpetrador y el castigo a algunos magos empezó.

-Segundo: la completa limpieza y mantenimiento del Palacio Granate, nuevas mucamas y algunos guardias fueron asignados a servirlo a él y su madre.

-Tercero: La salud de su madre había mejorado mucho.

-Cuarto: el Emperador venía a verlos una vez por semana.

-Y por último: no había vuelto a ver a la Emperatriz

Él sabía lo que era, un hijo ilegítimo, mestizo y abandonado.

Sabía que la alta nobleza lo menospreciada, en especial el Ducado Spainess, después de todo su sola existencia amenazaba la coronación de Anastacius y ponía de los nervios a los demás, él era consciente de cuánta molestia causaba su vida, siempre tuvo presente cuantos problemas traía que él estuviera vivo.

Por todo eso es que se le hacía tan raro que la Emperatriz no lo estuviera haciendo papilla ante la atención que le daba el Emperador.

Él y Félix habían determinado que era un tema en el cual no debían meterse, por si en algún momento ella empezaba a masacrarlo nuevamente y todo esto solo era un delirio compartido.

­─Vendré a verte mañana Claude ─ exclamó el Emperador mientras dejaba a su hijo en el carruaje.

Lo había cargado todo el camino desde su cuarto hasta donde le esperaban, su padre había intentado bromear con él, ¡Incluso le había acariciado la cabeza!, el pequeño rubio aun no sabía cómo tomarse toda la atención que recibía, le era difícil entender cómo era posible que el Emperador tuviera tiempo para él.

─Estaré esperándolo su Majestad ─ respondió mientras se iba a sentar con la cara inexpresiva.

El niño no vio la decepción en el rostro de su padre, ni escucho el suspiro lastimero que soltó.

─Viaja seguro hijo mío ─ dijo suavemente mientras se alejaba de la puerta.

Claude solo miró extrañado hacia la puerta antes de ver a Félix subir al carruaje después de que saludara adecuadamente al Emperador, el pelirrojo recién llegado se sentó frente al rubio y ambos guardaron silencio cuando las trompetas sonaron y el vehículo empezaba a moverse.

Félix vio por la ventana como la cara del padre del príncipe estaba sombría.

Encogiéndose de hombros el pelirrojo miró a Claude, que también lo miró, y después de sostener sus miradas por unos instantes, el rubio volteo su rostro hacia la ventana y miró el paisaje cambiar lentamente.

─ ¿Qué piensas de la señorita Penélope? ─preguntó Félix con curiosidad.

─No la conozco lo suficiente como para poder pensar algo de ella ─respondió con honestidad.

─Quizá puedas conocerla ahora que iremos a verla.

Claude miró a Félix por un instante antes de mirar por la ventana nuevamente, el rubio no estaba seguro de lo que pensaba de su prometida.

No la conocía mucho, pero no le parecía desagradable ni particularmente atrayente.

Estaba bien.

Solo bien.

The green who leftDonde viven las historias. Descúbrelo ahora