Los pequeños pasos eran apresurados, lo único que la guiaba era la pequeña linterna que robo de uno de los sirvientes esa mañana, las ramas rompieron un poco la piyama de la niña que daba todo de sí para continuar avanzando mientras que a lo lejos los gritos de guardias se escuchaban más claramente, la luz de las linternas se acercaba cada vez más y el cansancio se asentaba en sus jóvenes músculos.
Penélope es demasiado pequeña para cubrir grandes distancias después de todo.
Pero, ¿Qué más podía hacer?
La pequeña de 5 años sabía qué clase de vida iba a tener, sabía que lastimaría a su Padre, a su Madre, a Rosalía, a Anastacius, a Claude, a todos, un terrible presagio de la vacía y lastimosa vida que sabía muy que terminaría teniendo.
Pero no iba a darse por vencida, aun sabiendo lo que sabía, ella estaba decidida a cambiar el destino de su alma para mejor, la leyenda era su esperanza, el fantasma aún estaba aquí, el invierno empezaba en unos días y la ventana se iría, el compromiso se oficiaría y tendría que ir a el maldito palacio que será su perdición.
El tiempo era muy corto.
Sabía que en unos días los recuerdos se irían.
Estaban desapareciendo en este momento.
Debía ir ahora o nunca.
La niña se tropezó con un tronco y se estrelló contra el desnivelado suelo, la linterna se destruyó en algún lugar, ella rodó unos metros hasta que su espalda golpeo un tocón que freno su caída bruscamente, el golpe le quitó todo el aire y la dejó inmóvil unos instantes, las lágrimas empezaron a caer mientras que el aire regresaba a sus pulmones, podía ver por el rabillo del ojo al fantasma mirando a su alrededor frenéticamente, pero la ignoró al igual que al dolor en su espalda y brazos, solo para levantarse lentamente.
No podía ver nada, la oscuridad las rodeaba a ambas.
Aun así, cojeando, siguió caminando.
Después de un instante, la niña dejó de escuchar los gritos de los guardias, dejo de ver las luces a lo lejos y en ese mismo momento lo supo, había llegado, el lago estaba cerca.
El recuerdo, la niña y el lago.
Todo estaba en su lugar y ella se aseguraría que esta vez fuera diferente, podía jurarlo en su nombre.
Avanzar era lo único que tenía en mente la pequeña Penélope, mientras que la adulta Penélope solo podía rogar que todo terminara de una vez.
La fantasma no sabía porque demonios su tocaya había decidido huir en medio de la noche, no podía preguntar o frenarla de todos modos, así que solo rogaba que algún adulto apareciera y evitara que la niña siguiera lastimándose.
Estaba segura que podía ver sangre en su brazo.
En un instante el aire a su alrededor cambio, se volvió solemne, frío y peligroso, y por primera vez en todo el trayecto recordó que estaban en otoño, muy cerca del invierno y que la niña frente a ella no traía más que una piyama de mangas largas, debía de morirse de frío.
La preocupación llenó su rostro, pero un fuerte chapoteo en agua sonó al frente lo que la hizo mirar hacia allí.
Una tenue luz atravesaba la espesura del bosque, llamándolas a avanzar, una vez que la lastimada niña avanzó un poco, la fantasma la siguió un segundo después y así ambas cruzaron la línea de árboles juntas.
El lago se hizo presente a su vista, bordeado de montes y bosque, el agua turbia que reflejaba perfectamente a la luna contenía a las pequeñas criaturas que cantaban sus alabanzas a la noche, las luciérnagas bailaban en todas partes y un castillo sumergido se divisaba justo en medio.

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The green who left
FanficPenelope Judith odiaba muchas cosas. Pero en especial ese lago. y a sí misma.