El Emperador estaba loco, definitivamente.
La Emperatriz había acudido a donde se le informo que estaba el emperador después de escuchar que la seguridad del palacio había sido violada, estaba preocupada por su seguridad y la de Anastacius además de lo que semejante escándalo le haría a la ya de por si frágil reputación de la corona
Le dolía la cabeza de tan solo pensar la cantidad de papeleo que esto ocasionaría.
Grande fue su sorpresa al encontrar al segundo príncipe dormido en los brazos de su padre que tenía la cara ensangrentada,
─ ¿Su majestad se puede saber qué es lo que haces con la cara así paseando por ahí? ─preguntó preocupada ─ ¿Alguien lo ha atacado en terrenos de palacio? Debemos investigar esto a fondo, una afrenta así a la corona no puede-
─Ah, Emperatriz ─exclamó interrumpiéndola ─ ¿Hablas de esto? ─ se apuntó a la mejilla ─No te preocupes, fue un accidente por una excedencia de magia de Claude, nada más.
─ ¿El segundo príncipe lo lastimo?
─No es como suena.
─ ¿Cómo suena entonces?
La discusión logró que Claude se despertara y notara en donde estaba, se congeló por un segundo antes de pedir tímidamente ser bajado, su padre negó su pedido y prosiguió a caminar con él en sus brazos hasta su oficina, su madrastra los siguió con comentario mordaces.
─ ¿Por qué cargas al niño que se atrevió a atacarlo su Majestad? ¿No había castigado a Anastacius por algo mucho menor? ─, la escuchaba escupir, ─ ¿Tanto es tu odio hacía nuestro hijo? ¿Hacía mí?
El pequeño rubio se encogía más y más ante cada comentario, el Emperador lo notó y le acarició suavemente la cabeza, volteó la cabeza hacia la su esposa y exclamó.
─Hablaremos en mi oficina donde no haya oídos curiosos Emperatriz.
Finalmente, ambos monarcas caminaron en silencio hacia el despacho del hombre, el ambiente entre ellos era espeso y pesado, la guerra entre sus majestades tendía a tomar diferentes etapas dependiendo del motivo, ahora era una guerra fría.
Los empleados del palacio prácticamente huían de ambas majestades en cuanto los veían caminar.
En cuanto llegaron, una criada cerró la puerta y dejó a ambos adultos uno frente al otro, mientras Claude escondía su cara en el cuello de su padre.
─Esposa, te recuerdo que no necesito tu permiso para hacer lo que quiera ─, exclamó el hombre, ─Y no te atrevas a cuestionarme sobre Anastacius.
─Cada día descuidas más a tu verdadera familia y déjame mirar esa herida, está cada vez peor.
─Me odias mujer, me odias ─ escupió el hombre, su hijo durmió nuevamente gracias a un hechizo, lo que le permitió dejarlo en el sofá ─No sólo por Claude, no, me odias por razones que no entiendo y no creo hacerlo nunca.
─No sabes nada de mí.
─ ¿Alguna vez me dejaste saber algo de ti? ─ reclamó él con ira mientras se sentaba en su sillón y hacia aparecer un botiquín en su escritorio─ ¿Alguna vez tuve oportunidad de conocerte?
La Emperatriz lo miró con sorpresa por un instante antes de que su cara se deformara en esa rabia que él llevaba viendo años en ella, aun así sacó un algodón y lo remojo en desinfectante mientras se acercaba a él.
─Me prometiste tantas cosas antes de casarnos, juraste que me amarías hasta que se te acabara el aliento, pero míranos ─ gruñó la mujer apuntando entre ellos ─Ni bien tuve a Anastacius me ignoraste y decidiste amar a otra mujer.
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The green who left
FanfictionPenelope Judith odiaba muchas cosas. Pero en especial ese lago. y a sí misma.