Era una mañana hermosa en las tierras del Condado Judith, pájaros cantando, rocío en las hojas, una temperatura ambiental baja, gritos estruendosos en la planta baja de la mansión, un desayuno en la cama agradable, gritos, un tambaleante recorrido por el pasillo y escaleras, un vistazo a la sala de invitados... y más gritos.
¿Por qué su tía estaba gritando a su padre?
¿Por qué mamá está llorando en los brazos de la abuela?
¿Ese es el primo Roger alzando una silla?
¿Dónde estaba Rosalía?
— ¿Pero qué sucede aquí? — preguntó audiblemente la pequeña de seis años apoyada en la puerta.
Su tía convirtió su cara de una furiosa a una pacífica a una velocidad abismal cuando volteo a verla:— ¡Ah!, Penélope querida, ¿Qué haces aquí? ¡Deberías estar en cama!
—Estaría en mi cama si no pudiera escucharlos desde allí.
Su llorosa madre se zafó del abrazo monstruoso de su abuela y cruzó la habitación en un parpadeo para envolver a su pequeña hija en sus brazos, llorando aún más mientras murmuraba continuamente sobre las injusticias en el mundo y que como se podía permitir que se la llevaran.
—Ya, ya —dijo la niña mientras permitía que la condesa la arrastrara al sofá de la sala y la sentara en su regazo.
Los tres adultos restantes se miraron incómodamente.
—Supongo que es momento de que lo sepas, hija —exclamó el Conde mientras se alejaba de su cuñada y se sentaba en el sofá frente a ambas.
—Mi sobrina aún está débil, no la molestemos con este problema de adultos —exclamó la Duquesa Alpheus.
—Este "Problema de adultos", la envuelve —corrigió la anciana mujer —Mejor que lo sepa desde antes a que se entere por su cuenta.
Su tía se apresuró a intentar hacer que su sobrina sea apartada de la situación, pero tanto el Conde como la ex-duquesa estaban de acuerdo con que no podían sacar a Penélope de la situación, al final el que fue desterrado a cuidar a Rosalía fue Roger, que no tenía mucho que hacer dado que la pequeña de 3 años seguía dormida.
La niña restante miraba la discusión con cautela, tanto ella como la otra Penélope estaban desconcertadas, había pasado tres días desde que se supone que debía de saber sobre el compromiso de ella con Claude, pero ni el Conde, ni la Condesa se habían dignado en hablar con ella o con Rosalía desde entonces, cosa que desconsoló a la pequeña y preocupó a la mayor.
El Conde tuvo suficiente de que su cuñada intentara decidir por él y con el máximo cuidado que podía usar, agarró la mano de su hija y la acarició con suavidad mientras que la Duquesa Alpheus y su suegra cerraban la boca.
—Penélope, hija mía —empezó el hombre, —No estoy seguro de cómo te sentirás al respecto de lo que te voy a decir, pero quiero que sepas que si no te gusta o no deseas hacerlo, yo como tu padre te prometo hacer lo mejor que pueda para evitarlo, ¿Entiendes?
—Sí.
Ah, le picaba el corazón, ella no era su hija.
El Conde suspiró y continuó: —Su majestad el Emperador, envió una carta de compromiso entre el Segundo Príncipe, su alteza Claude, y tú, la hija mayor del Condado Judith.
Philia Alpheus, la actual Duquesa Alpheus, era una mujer hermosa, alta de cabello blanco y ojos verdes, mismos ojos que miraban con detenimiento los ojos de su sobrina mayor, Penélope por mucho tiempo compartió el tono verde con ella y su madre, pero ahora tenía ese ojo celeste que brillaba como un zafiro recién cortado, mientras que el verde de su otro ojo, ya no era una esmeralda, era un bosque profundo.

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The green who left
FanfictionPenelope Judith odiaba muchas cosas. Pero en especial ese lago. y a sí misma.