Secretos revelados

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A veces el miedo a que algo ocurra no permite imaginar lo que pasará después de que ese miedo se cumpla. Sin embargo, en definitiva, lo que ahora vivían Bruno y Mirabel no era ni de lejos lo que esperaban que pasara.

Sus hijos ahora tenían dos padres que los amaban, al menos gran parte de su familia respetaba su relación, aunque no estuvieran de acuerdo, las ocupaciones de Mirabel habían disminuido y, sobre todo, ambos podían permitirse al fin estar juntos, como siempre lo quisieron.

Pero, lastimosamente esto no había terminado, la resolución total no había llegado y en definitiva era la más aterradora. Porque una cosa es tu familia quienes te amarán sin importar qué y otra, muy pero muy diferente, son el resto de las personas.

Encanto a pesar de haber crecido exponencialmente no dejaba de ser un pueblo y como todo pueblo, los rumores y chismes se esparcen más rápidos que un telegrama. Todo empezó el día en que Bruno pidió al carpintero por tres camas nuevas y a la ferretería objetos de construcción, si, era obvio que había vuelto al exilio en la casa de las afueras. Pero luego fue Mirabel, quien se desentendió ante todos sobre los problemas que ocasionaban sus parientes y viceversa, como una ruptura entre la matriarca y el resto que no parecía repararse con facilidad. Agustín, Pepa y Julieta rechinaban sus dientes ante la mención de Bruno y eso, solo traía a las especulaciones más humo que respirar.

Todos tenían la leve sospecha de lo que acontecía, pero ante tal escándalo sobre ello nadie se permitió compartirlo, por temor a ser reprendidos por pensar en una cosa tan atroz como lo sería una relación tan... poco ética, tan poco moral. Se especuló que tal vez solo era un problema con Bruno y Mirabel decidió apoyarlo.

Entonces, ¿Por qué sus hijos ahora vivían con Bruno?

Se teorizó que Mirabel solo quería proteger a sus hijos de todo el revuelo y prefería dejarlos con él mientras ella lo resolvía.

Entonces, ¿Por qué poco a poco mudaba sus pertenencias a la pequeña casa?

Tal vez solo lo estaban pensando de sobre manera, después de todo Mirabel se había convertido en una mujer excepcional y en definitiva no haría una cosa tan pecaminosa como eso...

Entonces, ¿Qué hay de las grietas que desaparecieron bajo sus pies?

...

La casa había sido terminada al fin, luego de unos largos seis meses. Ahora era muchísimo más grande, al menos lo suficiente como para que Mirabel tuviera su propio estudio de trabajo y Bruno pudiera seguir con la joyería. Los niños tenían su propia habitación y aunque no era ni de lejos como las de Casita al menos tenían sus camas individuales en el mismo espacio en vez de estar todos los días cambiando de habitación.

Ahora que la de lentes ya no tenía tanto trabajo como antes, podía dedicarse a ser madre. Cuando era niña recordaba con cariño el ver a su mamá preparar el desayuno, coser la ropa de ella y sus hermanas y acostarla cada noche con un besito en la frente. Por eso le dolía tanto a Mirabel siempre estar tan ocupada para no formar esos recuerdos en sus propios hijos, pero definitivamente nunca era tarde para hacerlo.

—¿Quedaron llenos o les doy más avena? —Le preguntaba con dulzura a sus pequeños en la pequeña mesa de madera en la cocina.

—Ay mamá estoy muy lleno—Decía Domingo sobándose el estómago, satisfecho.

—Yo si quiero otra arepa—Pedía Ángel con timidez.

—Estoy bien mami, gracias—Respondía con una sonrisa radiante María.

—Bueno, te la voy a empacar para que te la comas de camino mi amor, mejor vayan saliendo ya o llegaran tarde—Besó la frente de los tres niños quienes rápidamente tomaron sus cosas y se marcharon, no sin antes despedirse de su padre quien justo entraba en ese momento.

Pecadores Imperfectos | MiraBrunoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora