Enfriar

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Bruno al haber vivido tan tiempo entre los muros había adquirido ciertos conocimientos sobre la arquitectura, por eso, entendía que un adulto y tres niños no serían suficientes para terminar la remodelación de la casa en condiciones óptimas.

Pero eso ya no era problema si tienes dos adultos y media selva ayudando.

Justo como Antonio había dicho, llegó a la mañana siguiente, dispuesto a ayudar a su familia, esto realmente impresionó a Bruno quien no tenía palabras para agradecer a su sobrino menor por lo que estaba haciendo. Es así como en menos de medio día con la ayuda de otros animales la construcción avanzaba a buenos pasos, incluso entre los dos hombres se les dio la idea de hacer otro tipo de remodelaciones en la parte interna de la casa.

Antonio no había llegado solo, pues con él venían todos sus sobrinos y primos menores quienes ajenos a todo el problema con los adultos solo querían ir a jugar con los trillizos, quienes no dudaron en jugar todo tipo de juegos utilizando sus dones sin ninguna restricción gracias al campo abierto y alejado de la civilización que les ofrecía aquel bosque.

Cuando el momento de almorzar había llegado, los más jóvenes se despidieron para ir a la casa principal, preguntando inocentemente porqué el resto no iba con ellos. Por suerte, los trillizos sabían que la situación era complicada por lo que dieron cualquier excusa para omitir la verdad tras lo que sucedía.

Es así como mientras los tres pequeños comían dentro de la casa, los dos adultos lo hacían afuera, teniendo una charla casual y amena... al menos así fue hasta que el momento de hablar de lo importante llegó.

—Supongo que Pepa no está muy contenta de que estés aquí—Soltó Bruno de pronto, pero la sonrisa de Antonio no se desvaneció, simplemente se hizo más apenada.

—Bueno, mis padres no me hablan—Fue lo único que atinó a decir, Bruno se sintió culpable.

—No deberías estar aquí, es decir, agradezco tu ayuda, pero no quiero meterte en problemas. —El más joven suspiró, organizando sus ideas antes de exteriorizarlas.

—Tío Bruno, desde que era niño siempre vi que ustedes eran muy unidos, para mí ustedes eran esas figuras que me hacían decir wow, quiero ser como ellos algún día, incluso más que mis propios padres—Dejó de lado su plato y miró seriamente al mayor—pero nunca me imaginé, ni en un millón de años que algo como esto estuviera pasando. Por eso tengo que preguntar, ¿por qué Mirabel? ¿Por qué tu propia sobrina? —Los ojos marrones del muchacho, llenos de intriga lo hicieron mirar a otro lado.

Pero hasta cierto punto, la culpa ya no era lo que lo acongojaba.

—Ella era joven y aunque la amaba no quería hacerle daño, quería que aquello fuera algo platónico, pero poco a poco las cosas se fueron dando entre nosotros, por supuesto siempre supimos que estaba mal y por eso mismo lo terminamos rápidamente... pero cuando intentas ocultar un sentimiento por tanto tiempo, simplemente esperando a que se desvanezca, en algún punto se vuelve tan grande que solo explota, eso fue lo que pasó. —Explicó, ante la atenta mirada del joven.

—¿Alguna vez intentaste mirar a otro lado al menos?

—Claro, todos los días de mi vida desde que me di cuenta de lo que sentía, sabía que estaba mal y con todas mis fuerzas quería deshacerme de ello, pero ha pasado más de una década y ni ella ni yo hemos dejado de sentir lo mismo, simplemente no hay manera. —Antonio observó en silencio a su tío, luego volvió a su plato como si nada.

—Bien, supongo que lo entiendo hasta cierto punto, sigo sin estar de acuerdo, pero voy a respetarlo.

—No tienes por qué hacerlo.

Pecadores Imperfectos | MiraBrunoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora