Unos metros adentrados en el bosque, el chico escondió sus alas ante la mirada atenta de Haziel, y pidió a esta que hiciera lo mismo. La muchacha replegó sus alas tanto como pudo, pero no logró que desaparecieran como las del chico. Tras su mirada inquisitiva, ella renegó.
-Yo no se hacer eso - dijo en un susurro. El joven puso los ojos en blanco y tiró de la mano de Haziel hasta un enorme tronco.
-¿Estas bien? ¿Te han hecho daño? - de repente, recordó la muerte de su madre y salió del shock y, balbuceando, rompió a llorar de nuevo. El, confuso, la abrazó mientras ella sollozaba en silencio. Acarició su pelo para tranquilizarla y oyó atento los pasos dentro del bosque.
Tras un largo rato en silencio, asomó la cabeza por un lado del tronco. Al no ver nada, se encaramó al árbol grácilmente y vio el sol salir. Eso les complicaría la huida. Bajó del árbol y agarró la cara de la muchacha llorosa entre sus manos para que sus miradas se encontrasen. Sus ojos verdes escrutaron la cara de Haziel mientras los últimos sollozos se apagaban.
-Escucha, ¿de verdad que no puedes guardarlas? Ha amanecido y no puedes ir por ahí con las alas desplegadas... - la chica negó con la cabeza y el maldijo entre dientes. - Muy bien... Pues... Tenemos que ir al otro lado del bosque, ¿entendido? - esta vez asintió, y ambos echaron a correr hacia el este.
Unas pocas hileras de arboles mantenían a los dos jóvenes dentro del bosque y Haziel se mantuvo a una distancia prudente de su salvador, quien hablaba por teléfono. La curiosidad la invadió y se apoyó en un árbol cerca del muchacho disimuladamente.
-... Tiene que ser grande... Lo se... Ya... ¡He dicho que ya lo se, joder! ¡Ven a buscarme y callate! Ya me llevaré la regañina. - colgó, irritado, y dirigió la mirada, aun furibunda, hacia Haziel, quien miró al suelo inmediatamente. Tras un silencio incómodo, la chica decidió hablar.
-¿Te he metido en problemas?
-Si.
-Lo siento...
El sonido de un coche detuvo la conversación, y el joven puso a Haziel tras su cuerpo, desenfundando un cuchillo azulado y poniéndose a la defensiva. Una furgoneta negra se detuvo en el límite que marcaban los árboles, y de el bajó una muchacha alta de cabellos dorados. Sus ojos verde claro escrutaron a Haziel mientras avanzaba hasta la pareja, sonriente. El chico guardó el arma y abrazó a la chica. La chica se separó y se acercó decidida a Haziel, quien no se apartó. Empezó a juguetear con sus alas, acariciando sus plumas y moviéndolas de un lado a otro.
-Tienes unas alas enormes...
-Eh... ¿Gracias?
-Uma, tenemos prisa. - dijo el chico con cara de malas pulgas.
Tras ayudar a la chica morena a entrar en la furgoneta, los dos ángeles discutieron sobre quien iba a conducir, mas ganó la chica con argumentos irrefutables.
-Yo la he traído, yo la conduzco de vuelta.
Dándose por vencido, el chico rubio se sentó junto a Haziel, sin mirarla siquiera, hecho que la incomodó.
-¿Como te llamas? - preguntó Uma desde el asiento delantero.
-Haziel. ¿Y vosotros?
-Pues ese borde que tienes al lado se llama Eyael, y yo me llamo Umabel, Uma. - Eyael gruñó y miró por la ventana tintada.
Haziel se despertó apoyada en el hombro de Eyael y sus mejillas cobraron color. Contuvo la respiración para notar el movimiento de su pecho al cojer aire y, por su ritmo lento y la superficialidad de su respiración, intuyó que estaba dormido y empezó a separarse lentamente de el. Los brazos del chico rodearon el cuello de Haziel y la apretaron contra su cuerpo, dificultándole la respiración y haciéndola enrojecer aun mas. Uma miró por el retrovisor y soltó una risita sonora, que sacó al chico de su sueño. En cuanto se vio abrazado a la chica, la soltó rápidamente y desvió su mirada hacia la ventana. Haziel hizo lo mismo, con la esperanza de que no la hubiera visto sonrojada. Extensos campos cubrían el paisaje próximo al camino de tierra por el que traqueteaba la furgoneta oscura. Un sol apabullante golpeaba con fuerza las explanadas sin harar y hacia que el suelo pareciera ondularse ante los ojos de Haziel. Pronto se encontraron en un sendero en mitad de un basto bosque verde. Una suave brisa mecía las copas, provocando un ligero vaivén acompañado de un sonido extremadamente relajante que inundaba el ambiente al que solo se le sobreponía el ruido del motor de la furgoneta. Unos quilómetros adentrados en el bosque, el transporte se detuvo y Haziel salió la primera de el. Al frente, pudo ver un par de cabañas francamente grandes, de madera oscura. A su derecha, varias hileras de cabañas mas pequeñas de sobreponían, unas delante de otras, y lo mismo sucedía a su izquierda. De todas partes empezó a salir gente, curiosos de todas las edad que rodearon a Haziel y a sus dos amigos. Se abrió una brecha entre la multitud y en el círculo se adentraron dos figuras altas. Un hombre calvo, joven y de facciones marcadas avanzaba junto a una mujer de unos 60 años, con la edad reflejada en su piel pero no en su vitalidad. El corazón le dio un vuelco cuando reconoció al hombre de la gabardina que había visto en el metro en el joven calvo. Los murmullos cesaron alrededor de los tres jóvenes y Uma dio la mano a Haziel para tranquilizarla. Con una sola mirada de la anciana, la multitud se dispersó aunque sin quitar los ojos de encima de la chica, atentos a cualquier palabra que dijera.
-Me llamo Damabiah, aunque todos aquí me llaman Mabi, querida. Y este grandullón de aquí es Aniel. - la mujer mayor sonrió afablemente tendiéndole la mano.
-Yo soy Haziel. - aceptó su mano y le devolvió la sonrisa. Eyael se aproximó al chico alto y le propinó un golpe en el hombro.
-¿Como va Ani? - dijo en tono de burla.
-Muy bien, Eya. - arrastró la ultima palabra, devolviéndole la mofa al rubio.
La mujer indicó a los tres jóvenes que la siguieran hacia una de las cabañas grandes y los cinco se sentaron alrededor de una gran mesa. Tras la explicación de Haziel sobre lo ocurrido, Eyael completó la historia con datos sobre cosas que la chica no entendía y se perdió en sus pensamientos, como solía hacer.
-¿Que? Perdona, estaba distraída. - los cuatro miraban a Haziel fijamente.
-Si necesitas algo de la casa en la que vivías, Uma y Eyael pueden acompañarte. A partir de ahora vivirás cono nosotros aquí, y entrenarás, como los demás. Uma, - dijo la mujer mirándola - ¿te parece bien si se muda a tu cabaña?
-¡Claro! ¡Verás como nos lo pasamos genial!
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Vuela libre
FantasyDijo que era la última vez pero ambas sabían que no lo era, la madre de Jess seguiría mudándose cada dos meses a pesar de lo que rogara Jess. Condenada a errar por ciudades repletas de gente que jamás conocerá, Jess descubre que su madre guarda un g...