-¿Que hacéis ahí dentro? - los músculos de Haziel se tensaron y Eyael volvió a reír.
-Nada, Zara. Ya salimos.
Tras fijar bien los apósitos y vendar la herida, Haziel salió del baño a toda prisa, casi arrollando a Zarahel y a su hermana por el camino. Las dos pelirrojas se miraron con la duda en los ojos y acto seguido abrazaron a Eyael con impaciencia.
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-Haziel, ¿como es vivir entre humanos? - Zarahel importunaba de nuevo a la muchacha.
-No lo se.
-¿Como que no lo sabes?
-Nunca he vivido entre gente. Simplemente he vivido en ciudades donde también vive gente.
-Bey y yo...
-Id a limpiar los platos - interrumpió Uma antes de que terminara la frase. Haziel suspiró aliviada y miró agradecida a su amiga.
Dos días después de la escaramuza con los cazadores, las gemelas Zarahel y Beyabel ya habían recobrado por completo su salud, y pasaban el rato molestando a Haziel con preguntas comprometidas. Por desgracia, eran pocas las veces que podía ser salvada por Uma o Eyael, puesto que todos ultimaban los preparativos para partir a algún lugar remoto e intentar retomar las actividades usuales de los Caídos.
Era la última mañana que los mestizos pasarían en el piso de la muchacha y esta pasó las primeras horas antes del amanecer recolectando cosas que tenían valor sentimental para ella, puesto que las había traído con su madre. Hara, tan silenciosa como siempre, se convirtió de nuevo en la sombra de Haziel, a quien no le desagradaba la idea de tener una hermana menor de la que cuidar.
Con las gemelas ocupadas cambiando los vendajes del último de los heridos y Umabel acompañando a Ani a por provisiones, Haziel decidió salir a tomar el aire.
Tras largo rato andando, Haziel, Eyael y la pequeña Hara llegaron a un parque repleto de niños. Con los ojos brillantes, Hara pidió permiso a los dos adultos, los que afirmaron alegres.
-¿Porque las alas de Hara tienen plumas doradas?
-Porque uno de sus padres era un arcángel.
-Oh... ¿Que hay de tu familia?
-No lo recuerdo... Mis padres fueron cazados cuando yo era muy pequeño... Mabi nos encontró, a mi hermana y a mi, y nos crió como sus hijos.
-Lo siento... No pretendía...
-No te preocupes, es algo que pasó hace mucho tiempo. Aunque a veces... siento que soy un mal hijo porque no puedo recordar la cara de nuestros padres... Aunque supongo que es peor para Uma, ella si los recuerda.
-Yo tampoco recuerdo el rostro de mi padre... ¡Hara, no te alejes tanto! - una risa discreta aligeró el ambiente entre los dos. - ¿De que te ríes?
-De ti.
-¿Y eso porque, si puede saberse?
-Porque... Porque creo que te quiero. - Haziel se sonrojó, negando con la cabeza y mirando al suelo.
-Deja de reírte de mi, idiota. - el chico alzó la cara de Haziel y esta tragó saliva, nerviosa. En un segundo Eyael juntó los labios de ambos y los instantes siguientes se hicieron eternos.
Ambos pasaron un rato mirándose después de aquello cuando Haziel miró el reloj.
-Hara, se hace tarde, volvamos a casa. - Haziel alzó la voz y la niña se puso de pie de inmediato. Las dos chicas emprendieron la marcha dejando a Eyael confuso en el banco.
Minutos después el rubio las alcanzó y reprendieron su marcha en silencio. Eyael cogió la mano de la chica dudoso y esta esbozó una media sonrisa.
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-Ya deberían haber vuelto.
-Sólo demosles un par de horas más, estoy segura de que volverán.
-Nosotras saldremos a buscarlos - dijo Zara, a lo que Beyabel asintió al instante.
-Quiero que llaméis cada media hora. - ordenó Eyael. Ambas asintieron y salieron por la escalera de incendios. - Voy a cambiar las vendas a Yeialel, deberías hacer algo de cenar. -Haziel asintió y se puso a ello.
Hara se encontraba dando vueltas de un lugar a otro, poniendo en la mesa los platos y cubiertos cuando alguien llamó a la puerta. La chiquilla corrió a la puerta y abrió los cerrojos rápidamente. Haziel se giró y corrió a la puerta antes de que la niña pudiera abrir. Desde el otro lado, empujaron y abrieron a la fuerza, tirando a Haziel al suelo. En el humbral, y tras un hombre fornido, asomó Mihael. Haziel cruzó su mirada con el, el cual sonrió para después clavar su mirada a la niña.
-¡Hara, corre! - gritó Haziel mientras intentaba incorporarse. El matón le dio una patada, haciendo que su espalda chocara con el mueble de la cocina y soltara un grito de dolor. El gigante profirió varios golpes a la chica, hasta que esta dejó de intentar levantarse.
Eyael salió de la habitación del fondo e inmediatamente después el matón se lanzó a por el, mientras Hara huía de Mihael encerrándose en el baño. Cuando Haziel volvió en si, Eyael se encontraba contra la pared, siendo apalizado por el gigante mientras que Mihael aporreaba la puerta detrás de la cual se encontraba Hara gritando. A duras penas consiguió ponerse de rodillas y alcanzar el cuchillo azul refulgente con el que minutos antes preparaba la cena. Se lanzó a la espalda del hombre que sostenía a Eyael por el cuello y, para cuando el hombre se giró, esta ya le había clavado el cuchillo en los riñones varias veces. El hombre cayó al suelo y Haziel lo miró asustada. Había matado a un hombre. Se miró las manos y al cadáver repetidamente hasta que se dio cuenta de que los gritos de la pequeña habían cesado. Hara se encontraba recargada en el hombro del arcángel, que acababa de extender sus alas doradas y se disponía a saltar por la ventana. En un arrebato de ira, Haziel corrió hasta el y cercenó una de sus alas de un tajo. Mihael se giró y propinó un golpe tan fuerte que la muchacha cayó golpeándose contra el suelo con los ojos entrecerrados. En el suelo, junto a ella, el ala dorada se descomponía en doradas motas que se llevaba el viento hasta el horizonte.
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Vuela libre
FantasyDijo que era la última vez pero ambas sabían que no lo era, la madre de Jess seguiría mudándose cada dos meses a pesar de lo que rogara Jess. Condenada a errar por ciudades repletas de gente que jamás conocerá, Jess descubre que su madre guarda un g...