Capítulo 9

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Uma dejó atrás a las dos chicas en cuestión de segundos y apuñaló a uno de los seres grisáceos, que profirió un grito ahogado. Haziel observaba a muchos de sus compañeros enfrentándose a esas bestias. Dirigió su mirada a Hara, quien ya acompañaba a sus hermanos, golpeando con un gran bastón azul refulgente a todo cuánto podía. Corrió hacia donde se encontraban sus amigas pero fue interceptada a unos metros de ellas. Dio dos volteretas en el suelo y su cuerpo se detuvo. En unos segundos recuperó el estado de alarma y se agarró el pelo con ambas manos mientras pataleaba, siendo arrastrada por el suelo de tierra por su cabello. Vio como su daga se quedaba atrás y fue pisoteada por mas krulls que avanzaban hasta las cabañas mas alejadas del lugar. Dejó de sentir tirones en la cabeza justo cuando Eyael cortó el brazo del krull que la agarraba. La chica se incorporó de un salto y dio las gracias al joven rubio con la mirada. Ella corrió y recogió su daga del suelo sin siquiera pararse a cogerla. Sin dejar de correr, acuchilló a uno de los monstruos que tenía en sus manos a una de las mestizas mas jóvenes y se acercó a Mabi.

-Son muchos, hay que dispersarse. - Ani asintió ante la orden de la mujer y la repitió varias veces alzando la voz. Los Caídos obedecieron de inmediato como si de soldados se tratara y Haziel se vio perdida.

Miró hacia la espesura del bosque y pensó en correr hacia allí, mas la sombra de un árbol se lo impidió. Estrechó los párpados para vislumbrar mejor la figura y descubrió un hombre con una larga toga negra entre los arboles. De sus espaldas seguían saliendo krulls mientras movía las manos repetidamente. La mirada del hombre impactó contra los ojos de Haziel y palideció. Esta abrió la boca con intención de revelar su posición, pero el hombre alzó un gran cetro plateado y, pronunciando unas palabras ininteligibles para la chica, profirió una honda dorada que la atravesó y la sumió en la inconsciencia.

Abrió los ojos pesadamente y vio los árboles moverse con lentitud. Los párpados se le cerraron y empezó a oír voces en la lejanía. Volvió a abrir los ojos y estos ni tan solo le dieron la oportunidad de mirar a su alrededor. Sentía su estómago revolverse con el traqueteo de su cuerpo. De pronto el traqueteo cesó y sintió un viento fresco y agradable rozar sus mejillas. Sus párpados no respondían a sus deseos y la conversación se apagó. Haziel abandonó todo intento de averiguar lo que pasaba y el sueño la acogió en sus brazos de nuevo.

Despertó y palpó la cama con las manos antes de abrir los ojos. Levantó la cabeza al percatarse del cuerpo que permanecía pegado a ella. Sonrió al ver a Hara abrazándola en sueños y se deshizo de sus brazos con cuidado. Observó la habitación y salió al pasillo guiada por dos voces. Siguió escuchando hasta llegar a un comedor pequeño. A los lados de una mesa redonda se encontraban Uma, Eyael y otro de los caídos conversando. Uma se levantó de inmediato al ver a Haziel de pie observándolos.

-¿Te encuentras bien? ¿Quieres algo para comer? Deberías volver a la cama, ¿necesitas que te ayude a andar?

-Estoy bien, solo he tenido una pesadilla. ¿Donde estamos? ¿Y los demás? - Uma bajó la mirada con los ojos vidriosos.

-Ha sido una matanza. - la voz ronca de Aniel sobresaltó a Haziel, quien lo miró dudosa. - La mayoría de los caídos murieron en combate. Aun no me explico siquiera como logramos salir de allí los pocos que quedamos.

-¿Que...? - lágrimas rodaban por los ojos de Uma mientras Haziel miraba a todos los presentes perpleja. Su amiga la abrazó y la morena también rompió a llorar.

Haziel corrió a la habitación donde se encontraba cuando despertó y encendió la luz, revelando cuatro muchachos además de Hara, tumbados en colchones en el suelo con sábanas manchadas de sangre. Examinó con la mirada a cada uno de ellos y se tapó los ojos horrorizada. Hara la abrazó y ambas lloraron en el suelo.

Cuando se hubo respuesto, dejó a la niña durmiendo y fue decidida al salón.

-¿Donde estamos y que haremos ahora?

-Estamos en un motel medio decente de las afueras. Debemos esperar que los demás se recuperen y ocultarnos otra vez. - respondió Eyael con seriedad.

-¿Donde están Uma y Ani? - rastreó la habitación en busca de sus amigos.

-Han ido a por mas vendas.

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-¿Podrías estarte quieta un rato? Me estas poniendo nervioso. - la chica paró un instante y luego siguió con su recorrido de la estancia.

-No puedo, necesito hacer algo. Me siento inútil aquí parada.

-Ahora mismo eres inútil. - Haziel miró con desprecio al rubio. - No podemos hacer nada por ahora, sientate y estate quietecita.

Haziel puso los ojos en blanco y dejó caer su cuerpo en un sillón. Se levantó de inmediato al oír voces fuera de la habitación y se aproximó a la puerta que daba al exterior con cautela. La puerta se abrió y Uma y Aniel entraron cargados de bolsas. Haziel cogió algunas de ellas, quitando peso a los dos adultos, y los acompañó a la habitación donde se encontraban los heridos.

Tras cambiar los apósitos sanguinolentos por otros nuevos y limpiar las heridas, los tres, seguidos de cerca por Hara, volvieron al salón, donde Eyael ya había terminado de preparar algo parecido a un puré de color verde anaranjado. Uma se lo arrebató de las manos a su hermano y volvió a la habitación para dar de comer a sus compañeros.

-Alguien nos seguía cuando vinimos hacia aquí, hay que irse antes de que salga el sol. - sentenció Ani mientras empaquetaba las pocas cosas que habían.

-Podemos ir a mi casa por ahora. - los dos hombres la miraron confusos. Eyael se dispuso a hablar, más la chica lo cortó inmediatamente. - Es un piso en el centro de la ciudad. La entrada da a un paseo en el que es fácil mezclarse con la gente y hay una escalera de incendios que da a un callejón. Además, tiene bastantes ventanas por las que podemos salir en caso de necesidad y suficiente comida enlatada como para no tener que salir de allí en un par de semanas. Juraría que vi una farmacia no muy lejos de allí. - Aniel asintió con aprobación mientras Eyael miraba a la chica perplejo.

-Parece que entiendes de esto... - dijo Umabel apenada.

-Huir es probablemente lo único que se hacer bien. - Haziel le sonrió tranquilizadoramente.

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A primera hora de la mañana ya se encontraban delante del portal. Umabel siguió las indicaciones de Haziel para aparcar la furgoneta en el callejón y esperó su señal. Mientras, ella y Eyael entrarían por la puerta principal y abrirían la ventana que daba a la escalera de incendios.

-Jess, hacia días que no te veía. - su cuerpo se paralizó al oír su nombre. Se giró con una sonrisa fingida pero creíble y miró al casero.

-Mi madre y yo nos fuimos unos días a ver a mi tío, que enfermó. Ella se ha quedado allí cuidando de el y me ha pedido que cuide la casa mientras no está. - los ojos de Haziel amenazaban con derramar lágrimas cuando Eyael cogió su mano y la acarició con el dedo, indicándole que la apoyaba.

-Oh... Espero que tu tío mejore. No se te ocurra montarme barullo por las noches, ¿eh? ¿Y ese quien es? - miró con desaprobación a Eyael.

-Soy Dani, el novio de Jess, encantado de conocerle. - alargó el brazo y estrechó la mano del casero. - ¿Vamos, cariño? - Haziel quedó perpleja ante el rostro sonriente y afable del chico y le pareció imposible que fuera la misma persona seria y antipática que la salvó.

-Por cierto, olvidé la llave del piso en casa de mi tío. ¿No tendrá otra, por casualidad?

-Si, toma, pero no la pierdas. Lo dicho, no montéis barullo por la noche.

El hombre rollizo dio media vuelta y entró en la portería del edificio. Jess suspiró al instante y ambos jóvenes subieron las escaleras hasta el cuarto piso.

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