Cuatro

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El cuerpo de la chica salvada yacía tendido sobre el suelo, su torso cubierto por una manta de lana, aún estaba inconsciente. En silencio, todos la observaban y creaban una serie de hipótesis en sus mentes del por qué estaba siendo estudiada, si sería peligrosa o una simple chica indefensa que lastimosamente cayó en manos de la ciencia.

Era hermosa, tanto que la candente Hera llegó a sentir envidia en algún momento al ver cómo Zeus contemplaba con detalle hasta los matices de su piel. Hasta Némesis, quién se etiquetaba a sí misma como asexual, sintió una ineludible atracción hacia ella.

Su cabello era de cobre, tan sedoso y largo como el panorama en otoño. Su piel canela, machada con una pincelada de pecas sobre las clavículas marcadas por su delgadez. Su cara, dejando de lado el violáceo par de medias lunas que se pintaba bajo sus ojos; parecía haber sido tallada por el perfeccionista Zeus en otra vida. Sus cejas finas y curvas se saludaban en el entrecejo, donde nacía la nariz perfilada que se despedía para dar protagonismo a sus labios carnosos y agrietados por la posible deshidratación, pero tan atractivos que deseabas humedecerlos con un explosivo e infinito beso. En sus pómulos se esparcirán constelaciones de chocolate al igual que en sus hombros. El color de sus ojos era un completo enigma, pero su autenticidad estaba más que garantizada por las largas y espesas pestañas que colgaban a orillas de sus párpados.

—¿Y si está muerta? —inquirió Hades en un suspiro. El hombre quedó maravillado al ver que todos llegaban con una chica inconsciente y desnuda.

Medusa se atrevió a presionar su muñeca.

—Tiene signos vitales. Controla tus impulsos —le dedicó una mirada furibunda al necrófilo—. Y limpiate aquí —se tocó la comisura de los labios.

—Has el favor, ¿No? —le dijo él a Némesis, ignorando adrede a la de involuntaria mirada lasciva.

Némesis le palmeó el hombro, mordiendo el interior de su mejilla.

—Es demasiado hermosa para la muerte. Creo que jamás me perdonaría el hecho de haber asesinado a la perfección encarnada.

—No somos clínica para mantenerla aquí y esperar que reaccione por arte de un mágico milagro —aseveró Zeus, cruzado de brazos—. Tenemos que seguir ejecutando el plan para surgir y más tarde alcanzar la grandeza que aspiramos. Esta chica solo nos atrasará.

Medusa, quien era la más férrea con respecto a su protección, se atrevió a contestarle al líder, aunque manteniendo una debida prudencia.

—Yo me encargaré.

—No eres una niñera —añadió Poseidón, estando de acuerdo con el argumento de Zeus.

—Pero soy humana, al igual que ella, al igual que todos vosotros. Ya sabemos que la empatía no existe, ese concepto lo desconocimos al ser tratados como bestias en el psiquiátrico, pero al menos llamad sororidad a lo que hago. Yo me hago responsable.

—Pero...

—¡Callaos! Que esto no es un puto debate —ordenó Zeus, luego miró directamente a Medusa—. Tú sabrás. Pero si tu juguete nos causa problemas, no será únicamente su sangre la que correrá.

Medusa asintió y nadie agregó nada más. Todos se ocuparon con alguna tarea asignada por el regente y no se volvió a tocar el tema.

~•~

Pasada la medianoche, Némesis entró a un pequeño cuarto que Medusa había tomado para dejar descansar a la chica.

—Yo puedo cuidarla —se ofreció—. Tienes que ir a probar el tubo, Apolo está terminando la primera creación en el ático. Ares dijo que posiblemente mañana arranquemos con el Olympus.

OLYMPUS: EL DESPERTARDonde viven las historias. Descúbrelo ahora