La algarabía y el caos en el aeropuerto no faltaron. Unas cuadras antes de llegar, se dividieron en parejas para camuflarse entre el gentío de los pasajeros, la salida de emergencia y un depósito de equipaje embalado.Heridos y exhaustos, estuvieron dispuestos a enfrentar una última batalla para regresar al histórico paraíso de donde procedían.
Medusa y Hera no tardaron nada en persuadir a los guardias de la entrada principal con sus cualidades seductoras para que así Ares pudiese pasar la caleta de Afrodízeu sin tener que acercarse a los detectores, junto a él iba Apolo, quien reía con disimulo mientras escondía la pistola que extrajo del cinto de uno de los guardias embelesados con la lujuria de la iridiscencia de Medusa.
Hades, Poseidón y Hefesto, por otro lado, se hicieron pasar por personal de aseo para poder meter el cuerpo de Zeus en un carrito de limpieza, el líder aún yacía inconsciente, pero con signos vitales.
Rea, jamás despojándose de la elegancia, chantajeó a una azafata en el sanitario de mujeres para que hicieran un intercambio de ropa. Divina, la falda de lápiz azúl marino se ceñía a sus muslos, la camisa de botones le otorgaba un porte superior por la placa dorada en la parte izquierda de su pecho que rezaba «Tripulante de cabina» y la pañoleta verde militar atada a su cuello la convencía de que estaba hecha para dirigir.
Tras haberse camuflado con éxito, uno a uno fue llegando a un hangar abandonado que se situaba a varios metros de la pista de vuelo, donde sin dificultad escogieron un avión para abordar.
Ares fue el primero en subir y abrir los ojos con desmesura al ver el panel de controles. Luego, Hades y Poseidón subieron el cuerpo de Zeus mientras que Hera y Hefesto ayudaban a subir a Medusa, quien estaba bastante débil por las heridas de balas en su brazo y su pierna.
Apenas todos estuvieron dentro, Ares habló:
—Vamos a despegar esta mierda —se dejó caer sobre el asiento del piloto, poniendo una mueca por haberse olvidado de la herida que tenía en el abdomen—. Auch, mierda.
—¿Siquiera sabes pilotar un avión? —inquirió Rea, haciendo un mohín.
—No, pero una de las voces de mi cabeza me dijo cómo no hacerlo.
—Mejor asumo yo la responsabilidad —se ofreció Hefesto.
—Qué va —Ares chasqueó la lengua—. Vete a jugar con brasas o algo, punto y coma.
—Muy cómico, ¿No? Al menos a mí no me dan ataques que hacen que golpee las malditas paredes y que suelte macabras carcajadas que delatan lo enfermo que se puede llegar a ser.
—¡Bueno, ya! —exclamó Hera—. Yo me haré cargo mientras Rea nos guía con el mapa —extendió la mano, pero la azafata falsa suspiró.
—Sí, sobre eso... Zeus estaba a cargo de buscar el mapa y... Bueno, ya sabes qué pasó.
—¿O sea que no hay mapa? —Hera se cruzó de brazos.
—No hay mapa —confirmó.
—¡¿Y cómo coño vamos a llegar?! Apolo —Hera señaló al aludido—. Será mejor que te vayas metiendo tremenda nota de Afrodízeu para que te acuerdes hasta dónde te parió tu puta madre.
—Hey. No te alteres, reinita —intervino Poseidón—. ¿Quién dijo que sirves para despegar aeronaves, o para dirigir siquiera? Mejor baja y seduce a los guardias, seguramente no tardan en llegar...
Poseidón probó su propia sangre por el puñetazo que mandó Hera a su mandíbula.
—¿Qué? Eres ardiente y sensual, distraer es lo tuyo. ¡Es un jodido cumplido! ¿No lo tomarás?
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OLYMPUS: EL DESPERTAR
Ficción histórica¿Qué pasa si los Dioses renacen y se mantienen involuntariamente cautivos de un internado psiquiátrico? Lo lógico es que no serán prisioneros de patéticos humanos durante mucho tiempo. Los pacientes con trastornos y filias más delicadas se ponen de...