El sabor de la libertad

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El sonido proveniente del teléfono de la pelinegra hace que me despierte aturdido, la claridad del amanecer se asoman por la ventana y me levanto del sofá sintiendo un dolor intenso en mi cuello

Me estiro masajeando la zona afectada, pero el malestar se intensifica, este combinado con el sonido insistente del aparato logran fastidiarme la mañana.

De mala gana me lo sacó del bolsillo para apagarlo, pero me detengo al leer la palabra hermano en la pantalla, rápidamente me levanto en busca de Alison para que conteste, pero la llamada muere en mis manos

No puedo permitir que su hermano sospeche y termine viniendo hasta aquí, debo cuidar mis pasos o terminaré de nuevo en la cárcel

La llamo tocando su puerta con insistencia, esta sale asustada con el cabello revuelto dándome un espectáculo con el pequeño piyama que no alcanza a cubrir sus largas piernas

—Que ocurre —Pregunta, su voz me saca del hipnotismo obligándome a fijar la vista en su rostro

—Ten —le entrego el teléfono —. Tu hermano estaba llamando, devuélvele la llamada y dile que todo estás bien —ordeno —. Nada de juegos sucios, Alison —señalo con advertencia

Ella toma su teléfono con las manos temblorosas y le devuelve la llamada a su hermano, mientras yo la miro con dureza para intimidarla

Escucho cuando una voz del otro lado del teléfono la saluda, preguntando como esta y me acerco más para oír detalladamente la conversación

—Estoy bien —responde ella —, estaba en el baño aseándome

El tipo le cree y luego le dice que estará unos días ausente por compromisos del trabajo, ella desanimada le dice que no se preocupe, ya que Ártico la acompaña y noto como intenta contener el llanto cuando su hermano se despide diciéndole que la ama y que por ahora evite salir por seguridad

Una lágrima corre por su mejilla mientras se despide con palabras cursis, en donde le deja saber cuánto lo extraña.

Ruedo los ojos exasperando, obligándola a cortar de una vez la maldita llamada que me tiene con ansiedad

—Buena chica —la felicito apoderándome nuevamente de su teléfono —, ahora ve a ponerte algo más apropiado —Digo señalando con mi vista sus esbeltas piernas

Su rostro se pone rojo cuando descubre lo expuesta que esta e intenta cubrirse con la poca tela de su piyama fallando en el intento

—Sí, lo s-siento —balbucea tomando el camino de regreso a su habitación

—Tienes cinco minutos —sentencio deteniéndola —. En cinco minutos te quiero en la cocina preparándome el desayuno

La chica afirma nerviosa por la manera perversa en que continuo observándola y retoma rápidamente el camino hacia su habitación

Su mascota bosteza con pereza rodeándome a la espera de algo, pero lo ignoro, si tiene hambre que vaya a cazar algo y se alimente

Voy a la cocina por un vaso de agua para refrescarme un poco, no sé por qué de repente comencé a sentirme acalorado.

El agua no funciona, opto por relajar mi cuerpo fumándome un cigarro, alcanzo la cajetilla y el encendedor en el sofá, dirigiéndome hacia el balcón seguido del perro que no deja de menear su rabo en mi dirección.

El clima afuera es tétrico, las nubes grises comienzan a cubrir los rayos del sol y tal parece que abra una tormenta

Enciendo mi cigarro disfrutando de la sensación que me genera llenar mis pulmones de nicotina, por el rabillo del ojo vislumbro la silueta de la pelinegra entrar en la cocina e involuntariamente me giro para observarla

En Tus Garras [Editando]✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora