Capitulo 4 - Quizás

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Era temprano por la mañana pero ya había un revuelo en la casa de China con los preparativos de la fiesta de compromiso, todos tan nerviosos y estresados que no paraban de gritar órdenes y preguntas, para sorpresa de muchos, México era la persona más calmada en aquel lugar, miraba por la ventana hipnotizado por el movimiento de los trabajadores en el jardín, cuando llamaron a su puerta.
—¿Cómo estás?—pregunto España inseguro, entrando al cuarto.
—Perfectamente—apenas lo miro, centrándose en el reflejo del espejo mientras se miraba a sí mismo.
—¿Hay un problema con la ropa? —cuestiono al ver el traje sin ningún cambio en la percha.
—No hace falta que se preocupe, si hay un problema me haré cargo yo—coloco distancia entre ambos—puede retirarse ahora.
—Hijo, creo que no hemos tenido tiempo para.
—No tenemos nada que hablar—volvió su atención a la ropa, desmontándola de la percha ignorando al gallego.
—Si, si tenemos que discutir algo—tomo al muchacho por los hombros girándolo para que lo mirara—puede que haya perdido el derecho de llamarme tu padre, pero no significa que no me preocupo por tu bienestar.
—Eso es nuevo —se mofo—supongo que el odio y desdén con el que me ha tratado desde que entré en su vida, fueron la forma de demostrar esa preocupación.
España se quedó callado, nunca había escuchado tal tono sarcástico salir de la boca de México, de pronto, extrañaba al muchacho que siempre sonreía tratando de ganarse su atención con ojos brillantes y deseando su aprobación. Nueva España ni una sola vez reprochó el trato que su progenitor le dio, soporto cada golpe, burla e insulto en silencio con la cabeza abajo, solo para minutos después sonreírle como si nada ocurriera. Los actuales ojos del mexicano no brillaban de júbilo por casarse o de la ira contenida cada año de su vida, solo tenían el paño de una cubertería de plata que olvidaron pulir.
—Se que he sido un terrible padre para ti, estoy muy arrepentido de mi forma infantil de actuar contigo—le costaba tragar saliva —te descuidé tan pronto tuve tu custodia, te exigí más que a nadie, nunca consideré tus sentimientos y te lastimé—sus lágrimas cayeron —nunca me alcanzará la vida para poder ser el padre que mereces, pero créeme que ahora solo quiero que seas feliz —acaricio el rostro del tricolor con las manos —quiero que te cases por amor sin pensar en los beneficios o desventajas que traerá a nadie más que a ti. Hijo, lo que más deseo es tu felicidad—lo abrazo esperando que su más profundo deseo paternal envolviera al tricolor y lo guiará a su futuro, sin importar la decisión que tomará. Era lo menos que podía hacer por su primogénito después de tantos años de abuso.
México acarició la espalda de su padre, quién sonrió victorioso de haber creído que su intención fue recibida, de haber estado en un ángulo diferente hubiera notado la expresión vacía y apática del tricolor.
—Anda, hijo, debes cambiarte para bajar con tus invitados —se separó limpiando el rostro —enséñales lo que mi Nueva España es—el orgullo domino su cara, aceptando la sonrisa de su hijo como una aprobación.
El europeo dejó la habitación cerrando la puerta tras de sí, México se acercó al espejo mirándose fijamente, evaluándose.
—Se feliz, debes sonreír en un día importante —tomo las comisuras de sus labios con los dedos índice y las llevo hacia arriba formando una sonrisa, no le gustó nada ver qué sus ojos no demostraban la emoción que se esperaría. Suspiro cansado y unió su frente con la de su reflejo. —Resiste, tienes que soportarlo, debes ser fuerte, solo un día más, solo uno más.

China esperaba frente a la puerta cerrada del salón, se alisaba el traje con las manos para desvanecer hasta la más pequeña arruga de la tela, su mayor sueño se estaba cumpliendo y eso lo hacía sentir muy bien. Miro a la izquierda escuchando pasos, encontró a su prometido avanzando hacia él, iba a llamarlo con una gran emoción pero noto su semblante vacío y se detuvo al igual que su corazón, México alzó la vista al llegar a su lado cambiando la expresión facial en cuestión de segundos a una alegre, el chino conocía bien la habilidad del tricolor para disfrazar sus emociones y actitudes, le parecía gracioso además de interesante cuando México usaba esa habilidad con alguien más, pero no fue nada gracioso al aplicarla en él ¿Desde cuándo lo hacía?
—¿China?—lo llamo sacándolo de sus pensamientos.
—Perdona ¿Que dijiste?
—Pregunte si ya estabas listo, podemos esperar unos minutos si quieres—el asiático apretó los dientes por la comprensiva mirada que recibió, le dolía el pecho.
—No, estoy bien. Entremos ya—se giró a la puerta.
—Sería mejor si hacemos esto—tomo el brazo del chino apegándose a él—tranquilo, todo saldrá bien. Luces muy guapo.
China miro de reojo al tricolor con una duda creciendo en su interior, paseándose entre sus tripas, secando su garganta y estrujando su corazón, sintió lastima de sí mismo por un momento pero no retrocedería en sus decisiones, no ahora que ya había llegado tan lejos.
—Tu siempre estás deslumbrante —halago, ganando una sonrisa del tricolor que le supo agria.
Las puertas se abrieron y la pareja camino al interior del salón, los invitados enseguida se emocionaron al verlos entrar juntos, no solo lucían muy bien uno al lado del otro, se podía ver el cariño que se tenían entre los dos con el simple gesto del mexicano siendo escoltado con elegancia por el asiático y las expresiones que se dedicaban al mirarse, las jóvenes señoritas estaban fascinadas imaginando miles de historias sobre el amor de la pareja.
—Impactar al público, hecho—tacho la tarea de la lista mentalmente, misma que hubo llevado a cabo en su primera fiesta de compromiso al contraer nupcias con Austria. Una lista de deberes que le fue impuesta rigurosamente por su padre cuando joven. Se aferró al brazo de China buscando fuerzas para poder completar la lista de tareas de esa noche.

Se esforzaba en mantener la cara sonriente que debía tener, podía sentir su cara tensarse del sobreesfuerzo y su respiración agitada como si hubiese corrido una maratón, no recordaba que mostrarse ante otros, seguirles la conversación y sonreír todo el tiempo le fuera tan agotador y difícil de mantener. Tenía un gran miedo atorado en su garganta, temía de lo que ocurriría con él, si perdía la habilidad de esconderse de los demás, si la máscara que ocultaba su verdadera naturaleza a los ojos de las personas que amaba se rompía... ¿alguien querría mirarlo todavía?

Las manos le temblaron con aquella pregunta en su mente.

—No hay nada para mi si la pierdo—susurro la verdad que más temía.

—¿Disculpa? —cuestiono China al no haber podido escucharlo.

—No, nada. Sigamos, aún falta mucha gente por saludar—sonrió radiante.

Weight of the world ll  |URSS x México|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora