2

5.3K 303 19
                                        

Cuatro días después a Alfonso todavía le dolía la cabeza. Pasaba las mañanas trabajando en su oficina y las tardes entrevistando a posibles niñeras con su hija. La mujer de su hermano, Cindy, le había ayudado con la niña durante esos días, pero no quería abusar del tiempo de su cuñada embarazada de seis meses. Eda tampoco le estaba poniendo las cosas fáciles, cuando la niñera que entrevistaba se iba, la niña le daba una lista completa y detallada de lo que no le gustaba y una bastante escueta de lo que encontraba correcto. Al principio, Alfonso se había reído por la determinación de su hija, que le recordaba a la suya propia pero, cuando después del segundo día, seguía criticando a todas y cada una de las candidatas, había empezado a sudar porque sabía que a ese paso jamás encontraría a una nueva niñera.

— Creo que deberías hacer las entrevistas sin Eda —rió Cindy—. Es más exigente que tú y tu hermano juntos.
— Lo sé —dijo él, echándote hacía atrás—. Pero prefiero que a ella le guste también sino, volverá a pasar lo mismo.
— Eda es una niña encantadora, pero tiene el mismo carácter que tú y la determinación de todos los Herrera juntos. No necesita una niñera sargento, necesita una mujer que la quiera y la trate como una madre y eso, las señoras de sesenta años que contratas, no lo hacen.
— Ricardo y yo no tuvimos el amor de ninguna madre y tampoco hemos salido tan mal.

Cindy hizo una mueca intentando no reírse, puso las manos sobre su vientre y lo acarició.

— No, para nada, simplemente necesitáis ver un dinosaurio rosa para confiar en alguien que no tenga vuestro apellido.
— Ambos confiamos ciegamente en ti, Cindy.
— ¡Me costó meses! —rió— Primero con tu hermano y luego contigo. Vuestro padre fue el único que me acogió con los brazos abiertos sin apenas conocerme.

Alfonso rió entre dientes recordando la primera vez que la había visto. Llevaba un vestido morado dos tallas más grande, los zapatos la hacían resbalar cada cinco segundos y, aunque había llevado el pelo recogido, el viento le había sacado varios mechones y estos habían ido a parar directamente a su cara. Cindy se había ruborizado de pies a cabeza y Alfonso había aguantado tanto como había podido una carcajada que había desapareció en cuanto su hermano se la había presentado como su novia. Los ojos de Alfonso la habían escaneado de nuevo de pies a cabeza, serio y en silencio, y no había vuelto a sonreírle hasta casi un año después cuando se había dado cuenta que amaba a su hermano. Su padre, en cambio, le había sonreído en cuanto Ricardo la había presentado y le había dado la bienvenida con los brazos abiertos.

— Espero que Eda no tarde lo mismo en confiar en su próxima niñera sino —rió Cindy con ganas—, te espera una larga temporada... A lo mejor Pablo te puede ayudar a elegir niñera cuando nazca, ya sabes, solo faltan unos pocos meses.

Cindy soltó una carcajada al ver la mueca de Alfonso. Necesitaba encontrar una niñera antes de que la semana terminase.

— Soy capaz de contratar a la próxima niñera que aparezca por la puerta, no puedo tirarme meses escogiendo a una.
— ¡Papá! —lo llamó Eda en ese momento— ¡Papá!¡Se acerca alguien a la puerta!

Alfonso suspiró antes de levantarse de la silla de su despacho y fue al encuentro con su hija seguida de su cuñada. Eda sonrió ampliamente cuando lo vio aparecer y estiró los brazos para que su padre la alzase. Alfonso lo hizo en silencio y ella se abrazó a su cuello con ternura. Contrataría a la próxima niñera, sin importar quién era.

El timbré sonó mientras los tres se dirigían a la puerta. Alfonso la abrió al llegar, después de suspirar de nuevo y una joven vestida de negro apareció en su puerta. Sin duda, no contrataría a la siguiente niñera. La mujer se presentó sin sonreír y Alfonso se dio cuenta que no solo vestía de negro, sino que también su maquillaje era negro.

La niñera del jefeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora