4

3.7K 227 7
                                    

Anahí negó con la cabeza mientras tragaba con dificultad.

¿Qué pensaría Alfonso de ella si le hablaba de su niñez? Ella había sido feliz, a su manera, pero su infancia distaba mucho de la que Eda tenía y tendría en el futuro. A ella no le había importado ser pobre, no le había importado crecer entre caravanas viejas y mugrosas, y no le había importado no tener ropa de marca o cosas exclusivas porque lo único que le importaba era aprender y aprender sin parar. Sus profesores siempre habían estado contentos con ella y habían felicitado a su madre por la hija tan aplicada que tenía desde bien pequeñita. Pero eso no era algo que impresionase a Julie, como tampoco le había impresionado que la adelantasen un curso a los doce años, ni que hubiese empezado a trabajar a la vez, aunque no ganase dinero. Su madre siempre había visto lo malo de ella. Que era demasiado alta, demasiado rubia, demasiado inteligente, demasiado todo.

— Nadie te querrá si les corriges todo el rato, Anita —le había dicho una vez, cuando había corregido el cálculo de uno de los novios de su madre—. Para un hombre de verdad, es horrible que una mujer les intente corregir.
— Pero él había hecho mal la suma.
— ¿Y qué más da? Tú no entiendes nada de dinero, ¡pero si las vecinas se aprovechan de ti y en vez de pagarte por cuidar a sus hijos te hacen cortes de pelo cutres y te dan ropa usada!

Anahí había aprendido a callar y a parecer tonta para que los demás no se sintiesen mal a su alrededor. Había terminado de estudiar, pero no había ido a la universidad como ella había deseado y, como su madre le había invitado a irse de casa, se había visto forzada a sobrevivir con lo mínimo y dejar de lado los estudios. Quizás en unos años, cuando Eda fuese más grande y ella tuviese ciertos ahorros...

— ¿Por qué no hay nada sobre tu vida personal en los documentos? Dijiste que no tenías pareja, ni pensabas buscarla. Es normal que una chica joven y guapa como tú quiera justamente eso, pero tú lo rechazas, ¿por qué?

Anahí se encogió de hombros, intentando pasar por alto que Alfonso la había llamado guapa.

— Simplemente no hay nada que destaque en mi vida. Mi infancia fue humilde, estudié hasta terminar mis estudios pero no pude ir a la universidad y he trabajado de muchas cosas durante los últimos años para ganarme la vida de forma honrada y sin meterme en líos. Si es normal que una mujer de mi edad busque pareja, boda e hijos, no es mi caso. Hace años supe que eso no era para mi, pero me encanta cuidar y enseñar a los demás y espero que a Eda le guste mi compañía tanto como a mi me gusta la suya, es una niña estupenda, lista y determinante —sentenció.

Al día siguiente, Anahí se levantó antes que Eda y le preparó un desayuno variado pero nutritivo y después fue a despertar a la niña. Esta la recibió con una sonrisa perezosa en el rostro y con el pelo todo revuelto en la almohada.

— Arriba, dormilona. Tenemos que prepararnos para ir al colegio.
— Me quiero quedar en casa contigo.
— Cuando te vaya a buscar pasaremos la tarde juntas haciendo mil cosas divertidas, te lo prometo.

Dejó un beso en su mejilla y la ayudó a levantarse y a elegir algo para vestirse. Bajaron juntas de nuevo y, mientras Eda desayunaba, Anahí aprovechó para peinarle un poco la loca melena oscura con la que se había levantado. Alfonso apareció en ese momento, saludó brevemente a ambas y se dirigió a la cafetera para servirse un café doble y solo. No había dormido en toda la noche y se había debido, en su gran mayoría, a la rubia que se encontraba en ese momento en su cocina.

— Nos iremos en quince minutos, ¿estarás lista?
— Claro —sonrió Anahí—, yo ya he desayunado y Eda está cambiada y peinada. Solo debe cepillarse los dientes cuando termine de desayunar y podremos salir hacía el colegio.

Alfonso asintió, intentando no mostrar ningún sentimiento pero realmente estaba impresionado. Normalmente, las niñeras luchaban contra Eda hasta casi el último momento porque la niña no quería desayunar o no se quería vestir, y ni hablar del momento de peinarse. Al parecer, Anahí no había tenido problema con nada de eso e incluso había sido capaz de hacer a su hija dos bonitas trenzas que enmarcaban su cara y hacían parecer sus ojos más profundos y verdes, como los suyos.

— Estupendo —murmuró, llevándose la taza a sus labios y siguiendo los sutiles movimientos de Anahí por su cocina, fregando y colocando todo, como si llevase toda la vida haciéndolo.

Eda enseñó a Anahí cada rincón de su clase mientras Alfonso hablaba con la profesora sobre la nueva niñera. Cuando hubo terminado, la llevo de nuevo con los alumnos y se encargó de las presentaciones, aunque Anahí ya había saludado brevemente a la otra mujer con una sonrisa de disculpa en el rostro al verse arrastrada por Eda.

— Señorita Evans, esta es mi nueva niñera Annie. Es muy buena y muy guapa y se va a encargar de mi a partir de ahora. Annie ella es mi profesora, la señorita Evans, aunque pronto será la señora Drew porque este verano se casará con su novio, ¿a que si, señorita Evans?

La maestra asintió, colorada por la información que había dado Eda.

— Enhorabuena —sonrió Anahí—, es un placer conocerla.
— Igualmente.

Cuando salieron del colegio, Alfonso la llevó al banco y la hizo firmar varios papeles antes de darle una tarjeta y un número asociado, para que pudiese disponer de su dinero siempre que lo necesitase. Después, fueron a un concesionario.

— Cualquier coche servirá, Alfonso. Aunque sigo pensando que no es necesario.
— Solo dime cuál te gusta.
— No hace fal...
— Dime uno, el que sea.
— Este mismo —terminó chistando.

Anahí señaló un pequeño coche negro, y no lo había hecho al azar. Había estado mirando los ridículos precios de todos aquellos coches y ese era el único que, con suerte en otra vida, podría pagar a plazos si lo necesitaba.

Alfonso la miró sin convicción. Era un coche enano y estaba seguro que Anahí había dicho ese por el precio, muy por debajo del resto de coches que habían visto. Aún así negó, divertido, y se acercó a un precioso todoterreno familiar bastante alto y robusto, y en el que Anahí y su hija no solo irían seguras, sino que también estarían cómodas.

— Nos quedamos este.
— ¡Pero Alfonso!

El vendedor asintió, satisfecho con la decisión que habían tomado y les guió hasta su oficina para llevar a cabo todo el papeleo.

— Su marido ha elegido un buen coche, se lo aseguro.
— No es... —comenzó Anahí, con las mejillas rojas y mirando hacia todos lados nerviosa.
— ¿Cuándo lo podríamos tener? Mi esposa tiene que llevar a nuestra hija al colegio y lo necesitamos cuanto antes —espetó Alfonso, dejándola con la mente completamente en blanco.

El vendedor asintió de nuevo, feliz por cómo estaban yendo las cosas. Les entregó todo el papeleo y les dijo que a lo largo de esa semana les llamaría para poder darles el coche, ya que Alfonso había insistido en agregar varias cosas que llevarían su tiempo.

Cuando salieron del local, Anahí se sentía acalorada y con la garganta seca, se abrazó a sí misma y se dirigió al coche en silencio. Se sentía fuera de lugar y descolocada al ver cómo Alfonso había terminado de pagar el coche al contado. Además...

— ¿Por qué le has dicho que soy tu esposa y no la niñera de tu hija?
— Estaba tratando de ser amable. Él ya me había confundido con tu esposo y nos ha vendido un coche muy caro, ¿le tendría que haber corregido en ese detalle? —por nada del mundo le admitiría que se había sentido poderoso cuando el vendedor los había confundido con una pareja y había dejado de comerse a Anahí con los ojos— Además, puede que gracias a eso se den algo de prisa.
— Yo había escogido uno más económico.

Alfonso intentó no reírse.

— Me he dado cuenta pero Anahí, ya te lo he dicho, el dinero no es problema. Y la verdad es que preferiría que mi hija viajase segura en ese todoterreno en vez de en ese coche endeble y enano.

Anahí sabía que tenía razón pero a ella ese tipo de cosas le daban un miedo terrible. El dinero siempre había sido un problema y jamás había pensado estar en la posición de poder elegir entre un coche u otro sin siquiera mirar el precio, como parecía que Alfonso vivía. Y seguramente fuese así con todo. Él no preguntaba, él agarraba y disfrutaba lo que quería y cuando quería, sin importar nada más.

— Cindy pasará en un rato por casa —dijo Alfonso de pronto, sacándola de sus pensamientos—. Yo tengo que ir a la oficina a hacer un par de cosas que han sido imposibles de posponer así que te dejaré en casa. Hoy pasaré yo por Eda, a partir de mañana lo harás tu, ¿de acuerdo?

Anahí asintió, incapaz de discutir algo más con él y subió al coche en completo silencio. Le habría gustado pasar más tiempo con él pero tenía que meterse en la cabeza que ella estaba allí por la niña, no por el padre. Por muy bueno y atractivo que resultase ser.

La niñera del jefeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora