Cuando abrió la puerta, la casa estaba completamente a oscuras y en silencio. Sonrió, cerrando con cuidado, y agarrando la maleta de nuevo para no hacer ruido, subió las escaleras en la oscuridad. Dejó las cosas en su habitación, se quitó los zapatos y salió hacia la habitación de su hija. Eran casi las cuatro de la mañana, pero quería ver cómo estaba con sus propios ojos. Había hablado con Anahí cada vez que podía y esta le había mantenido informado con textos y fotos documentando su mejoría, aunque no había vuelto a decirle nada sobre su última frase:
«Ojalá estuvieras aquí».
No dejaba de resonar en su cabeza desde ayer cuando se la había dicho antes de colgar. Jamás se había sentido tan impotente como en ese momento, solo el día que Eda apareció se había sentido igual.
Abrió la puerta con cuidado. Eda tenía una pequeña luz rosa que iluminaba parcialmente su habitación por las noches porque, por muy valiente y decidida que fuese, aún tenía un poco de miedo a la oscuridad, aunque sólo muy poco, como ella decía. Sonrió, al reconocer el suave tono de la habitación y se acercó poco a poco a la cama. Eda estaba completamente dormida, tenía varias almohadas apiladas, haciendo que la niña estuviese inclinada. Alfonso frunció el ceño, ¿por que tenía tantas? Estaba a punto de acercarse al borde cuando algo en el suelo le hizo tropezar y caer sobre ello. Algo o alguien.
Anahí intentó ahogar el grito que iba a salir de su boca cuando algo pesado cayó sobre su cuerpo, aplastándola y despertándola. Se llevó la mano a la boca y abrió los ojos sorprendida, intentando no despertar a Eda que se acababa de dormir hacía poco más de media hora después de un ataque de tos bastante doloroso.
— Pero que... —empezó una voz conocida.
— ¡Alfonso! —susurró, esperanzada.
— ¿Annie?
— Me aplastas —gimió, moviéndose bajo su cuerpo.
— Oh, perdona.Se apartó con cuidado, terminándose por tumbar a su lado, aún rozándola.
— ¿Qué haces aquí?
— Vigilar que Eda esté bien.
— ¿No está dormida?
— Si, pero si necesita algo estoy aquí. Podría dormir con ella pero no quiero molestarla mucho así que he improvisado una cama aquí.
— ¿Estás durmiendo en el suelo porque mi hija está mala?Anahí asintió, sin entender mucho qué le pasaba.
— ¿Estás bien? —le preguntó, al ver lo callado que se había quedado. Estaba tan guapo incluso con esa luz rosita...
— Es que nadie ha hecho eso nunca.
— ¿El qué?¿Cuidar de Eda cuando se enferma?
— Velar tanto por ella como para dormir incómoda en el suelo varios días, solo por si ella necesita algo.
— Oh, bueno. Yo...Alfonso no la dejó responder. Chocó sus labios con los de ella y la sujetó por la nuca mientras Anahí abría la boca y le daba acceso total. Él introdujo su lengua con destreza, explorando cada centímetro de su interior mientras que la mano que tenía libre buscaba como rozar su piel con delicadeza. Cuando llegó a uno de sus senos, Alfonso descubrió lo suave y terso que estaba y Anahí dio un pequeño respingo hacia él cuando sintió como la pellizcaba dulcemente y después lo cubría para masajearlo.
Estaba ardiendo. Quería gemir y verlo al completo mientras la acariciaba pero no podía porque estaban en la habitación de Eda, con Eda en la... ¡Estaban en la habitación de Eda!
Alfonso sintió que algo hizo click en la mente de Anahí cuando estaba a punto de desnudarla, porque de pronto se puso rígida y lo separó, aunque él protestó entre susurros.
— Que...
— ¡Eda! Estamos en su habitación, se podría despertar en cualquier momento... Y no podemos hacer, lo que estábamos haciendo —los susurros de Anahí lo estaban volviendo loco, pero tenía razón, ¿cómo se había olvidado así de la presencia de su hija?
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La niñera del jefe
Fiksi PenggemarAlfonso Herrera necesita urgentemente una niñera para su traviesa hija, o eso pensaba hasta qué Anahí Puente apareció en su casa para una entrevista y a lo mejor quien necesitaba una niñera era el padre, y no la hija. IG Edit portada: aya.mym