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Alfonso abrió los ojos un poco cuando el despertador sonó por tercera vez. Estiró el brazo desnudo y lo apagó con un quejido. Llevaba tres días en Berlín y había trasnochado cada uno de ellos, no por sus negocios o por salir a divertirse, sino para hablar con su adorable niñera. Anahí lo regañaba, porque sabía la diferencia horaria y sabia que las llamadas las hacía muy tarde para él, pero Alfonso siempre se reía y ponía la excusa de hablar sobre Eda.

— Se está portando estupendamente, Alfonso —reía ella—, como ayer. Y el día anterior. Estamos... Está deseando que vuelvas, lo menciona varias veces al día.
— Seguramente porque está esperando su regalo —Alfonso se carcajeó, al igual que ella— ¿Cómo estás?

Alfonso se decía que le hacía esa pregunta para confirmar que todo estaba bien y que no se iba a ir como habían hecho las últimas niñeras, pero sabía que eso no era del todo cierto. Y esperaba que ella no lo notase y que, si lo hacía, no dijese nada.

— Bien —suspiró, en respuesta—. Algo cansada. Supongo que tenerte aquí facilita las cosas porque Eda está un rato contigo y...

Anahí se calló en ese momento, como si fuese a decir algo que no debía.

— ¿Y?
— Y que seguramente sepas de lo que estoy hablando porque es tu hija y has estado con ella a solas mucho más tiempo que yo —añadió, rápido—. No es que me queje de mi trabajo, de verdad. Este tiempo he estado muy a gusto y me gusta estar aquí, con Eda y... contigo. De verdad —repitió.
— Yo también estoy muy contento contigo —se atrevió a comentar—. Y Eda está encantada también. Jamás se ha portado así de bien con ninguna niñera. Es agradable hablar de Eda sin que la llamen malcriada o algo peor...
— Oh, pobre. Eda es una niña muy especial, es genial estar con ella. Jamás me aburro a su lado —sonrió.

Se habían quedado hablando hasta bastante tarde, no solo de su hija, y por eso hoy estaba tan cansado. Aunque no se quejaba. Además, solamente estaría un día más allí y después podría volver con Eda y Anahí, el único sitio donde quería estar.

Se vistió, después de darse una ducha rápida para despejarse, y salió de nuevo hacía las mil reuniones que le quedaban aun. Esta parte era la única que odiaba, tener lejos a Eda la partía el corazón, por mucho que antes de su llegada le encantase ir de una ciudad a otra. Los primeros años se la había llevado con él, pero si hacía eso ahora la niña perdería mucha clase, y eso no era bueno para ella tampoco.

— Eda, levanta cielo ¡Vamos a llegar tarde al colegio!

Anahí subió las escaleras con rapidez. Era la segunda vez que la llamaba y no había obtenido respuesta, lo que era raro en ella, porque se levantaba siempre contenta y rápido.

— Eda, cariño... —Anahí entró en la habitación y se acercó hasta la cama, donde Eda estaba todavía acurrucada y con la cara roja— Oh, ¿estás bien, cielo? —le tocó la frente y la mejilla— ¡Estás ardiendo!

Pasó las siguientes horas intentando que Eda se sintiese mejor, con todos los remedios que conocía. Probó incluso con los de Lily cuando llegó y le dijo lo que hacían en su familia cuando un niño tenía fiebre. Pero tampoco resultó, así que decidió llevarla al hospital y, desde allí, llamar a Alfonso.

—Ya llegamos, cielo, ¿cómo estás?

Eda no contestó, simplemente asintió, tosiendo, con los ojos medio cerrados, y sonrió débilmente a Anahí cuando esta abrió su puerta y la llevó hasta recepción. Las atendieron casi media hora después, cuando Anahí se sentía más desesperada que antes porque sabía que no estaba mejorando. El doctor revisó a Eda con cuidado y las mandó de vuelta a casa con los medicamentos correspondientes.

— No se preocupe, señora. La pequeña estará bien en un par de días.
— Pero tiene mucha fiebre...
— Es normal con amigdalitis. Está empezando a hacer frío y los niños son los primeros en caer enfermos, además, es muy común en críos. No tiene que preocuparse. Puede que no tenga mucho apetito en los próximos días, pero estará mejor después de descansar y tomarse la medicación. Acompáñela con zumos y demás líquidos, aunque no de cítricos, ya que irritan más la garganta por su acidez, e intente humidificar el aire. Tal vez con unas gotas de aceites...
— Gracias.

La niñera del jefeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora