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A la mañana siguiente, Eda fue la primera en levantarse y, al no ver a nadie por la casa, subió rápidamente al cuarto de Anahí, donde la encontró dormida y abrazada a sí misma.

— Annie...

Como si fuese el despertador más alto que había escuchado nunca, el tímido susurro de la niña hizo que se sentase sobre la cama lo más rápido que pudo y miró a la niña aún agarrada al picaporte de su puerta.

— ¿Qué haces ahí, cielo?
— Me levanté pero no había nadie.

Anahí miró el reloj, era más pronto que otros días.

— Oh, cielo. Es muy temprano aún.
— Pero no quiero estar sola...
— ¿Por qué no vienes aquí conmigo un rato? Dormiremos juntas, ¿si?

Eda corrió a su cama, cerrando de nuevo la puerta, y se dejó abrazar y arropar por Anahí. Era la mejor niñera que había tenido en su vida, y no había tenido pocas. Había sentido algo por ella el primer segundo, cuando su padre le había abierto la puerta. Era perfecta y quería que no solo fuese su niñera, sino también su mamá. Pero no sabía cómo podía conseguirlo... Tenía que trazar un plan, pero esta vez no para echar a su niñera, sino para conseguir que se quedase con ellos para siempre. Cerró los ojos y se relajó entre sus brazos, feliz.

Alfonso las encontró un par de horas después, cuando se levantó y fue hasta la cama de Eda para contarle que su primo había nacido ya y estaba deseando conocerla. Se había encontrado la cama de su hija vacía y había recorrido la casa en busca de ambas. Cuando no las vio por ningún lado, y todo estaba exactamente igual que ayer, decidió subir a la habitación de Anahí.

Golpeó dos veces con los nudillos antes de entrar pero no consiguió respuesta, aún así abrió lentamente la puerta y se encontró a Anahí dormida abrazando con cariño a Eda, dormida también entre sus brazos con una sonrisa de oreja a oreja. Era la imagen más dulce que había visto en su vida y se quedó observando un rato, hasta que vio como Anahí se comenzaba a mover y abría los ojos con lentitud. Lo que daría por estar él también en esa cama...

— Oh, buenos...

Se terminó de acercar a ellas lentamente, agarró su pelo, echándole la cabeza hacia atrás en silencio, y la besó con dulzura sin dejarla continuar. Y habría profundizado el beso, si su hija no estuviese dormida entre ellos.

— Buenos días, Annie.
— Hola —terminó susurrando, ruborizada—. Eda se despertó muy pronto y como no nos vio levantados vino a mi cuarto, le dejé que durmiese un rato conmigo, espero que no te importe...
— Lo que me da es envidia —se separó de ella, volviéndose a poner recto—. Iré preparando el desayuno, nos vemos abajo.

No sabía porque le había dicho eso a Anahí, pero tampoco se arrepentía. La deseaba desde la primera vez que la había visto y no podía sacársela de la cabeza con nada. Y cada vez que la besaba...

Anahí apareció minutos después en la cocina, con Eda sonriente.

— Diablillo, hay alguien que quiere conocerte —le anunció su padre sonriente— ¿Tienes ganas de conocer a tu nuev...?
— Me quiero quedar con Annie —se abrazó a sus piernas.
— Pero ella también vendrá. La tía Cindy nos espera a los tres.
— ¿La tía Cindy?
— Tu primito nació ayer, iremos a que le conozcáis después.
— ¿Y Annie también vendrá?
— Eso he dicho —rió—. Ya sé que nunca viene pero la tía Cindy insistió y no ha podido decir que no, ¿verdad, Annie?

Anahí asintió ruborizada, ¿qué le pasaba esa mañana? Salieron de casa un par de horas después, cuando los tres desayunaron y se ducharon. Entraron juntos en el hospital, pero después Alfonso se adelantó para ver si era un buen momento para entrar o estaban descansando y mientras, Anahí y Eda se quedaron sentadas a solas en el pasillo unos minutos.

La niñera del jefeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora