Capítulo 3, La Misma Mañana

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Abrí los ojos, esta vez no veía un cielo oscuro lleno de constelaciones sino un cielo azulado con tonos cálidos, levante la mirada y pude ver a Ana abrazada a sí misma pude sentir cómo seguía teniendo frío y observando como el sol salía del horizonte del prado totalmente seco, pero con brotes verdes, me levante del suelo totalmente manchado por la tierra seca de allí y el polvo que desprendían, me acerque a Ana y me senté a su lado, ella sin dirigirme ni una sola palabra poso su cabeza encima de mi hombro sin despegar la vista del horizonte.

-Oye Eros-

-¿Si?- dije mientras mi rostro subía de temperatura

-¿Cómo serían tus últimos siete segundos de vida?-

-¿A qué viene esa pregunta?- dije interesado

-No lo sé, se me acaba de ocurrir la verdad- entre pequeñas risas- Pero, ¿Cómo serían?-

-La verdad nunca me lo he planteado- dije con una mueca en mi cara de desconcierto

-Yo si lo sé-

-¿Cómo sería?- dije interesado

-Pues primero, querría estar yo sola, sin nadie más, no me gustaría que vieran mi muerte-

-¿No te gustaría estar rodeada de tus seres queridos?-

-Si, claro que si, pero solo para ser feliz junto a ellos-

-Entiendo-

-Además, estaría un sitio donde pueda ver las estrellas junto a la luna, y las vería mientras recuerdo todos los recuerdos felices de mi vida-

-Me encantan tus 7 segundos-

-Y a mí-

-Pero, ¿Qué haces pensando en eso ahora?-

-No lo sé, me ha venido espontáneamente-

Ana levantó su cabeza del hombro de Eros para levantarse y empezarse a estirar, justamente cuando se estaba estirando le dio un vistazo al reloj.

-¡MIERDA, CORRE EROS!-

-¿¡QUÉ PASA!?-

-¡QUE LLEGAMOS TARDE A CASA, ESO PASA!-

Me levanté instantáneamente al oír eso y los dos recorrimos todo el trazo que hicimos ayer por la noche, pero esta vez sin gritar, y todavía más rápidos, en el camino tuvimos que esquivar a varias personas, la mayoría personas mayores que iban a comprar el pan o churros para sus familias, corrimos, corrimos y corrimos hasta llegar nuestras casas.

-¡MIERDA, MIERDA, MIERDA, HE PERDIDO LAS LLAVES DE CASA!- dije intentando respirar

-Que desastre de verdad- dijo ahogándose por todo lo que había corrido

-¡MIERDA QUE HAGO!-

-Rápido sube y cuélate desde mi casa, mi jardín conecta con el tuyo-

Ella abrió la puerta de su casa con el máximo cuidado posible, para después entrar hacia dentro haciendo el mínimo ruido posible, incluso se había quitado los zapatos para que no escucharan sus pisadas.

-Vamos, entra a que esperas- dijo susurrando

Entre por la puerta y me quedé maravillado por la lámpara de techo de aquel recibidor, era tan elegante, y tan brillante.

-Quítate los zapatos-

-¿Cómo?-

-Quítate los zapatos, para que no escuchen tus pasos-

-Oh Vale, Vale-

Proseguí a quitarme mi calzado y a sujetar aquel par de zapatillas Nike, con el fondo negro, detalles en azul y el logro de la marca en rojo, ella me guio hasta su jardín, tuvimos que pasar por la cocina, que se encontraba al final del pasillo, aquella cocina estaba impecable, ni un solo plato encima de la encimera ni dentro de la pica, ni una sola mancha, era increíble, ella abrió la puerta del jardín, cuando de pronto se escucha un sonido dentro de la casa de Ana.

-¿Qué ha sido eso?- pregunté

-Mierda, mis padres, ya se han despertado, corre hacia arriba y cuélate ya, yo me tengo que ir a mi habitación-

-Oye, ¿no me vas a ayudar?-

-¡NO PUEDO EROS!- Dijo gritando pero a la vez susurrando

Ella se marchó rápidamente, y en cuanto a mí tuve que subir a la parte de arriba de su jardín para saltar el muro que separaba nuestras casas, al saltar aquel muro por fin pude respirar tranquilo, por fin me encontraba en mi casa. Bajé las escaleras para llegar a la puerta que llevaba al jardín para que por fin pudiera ir a mi habitación, hice el recorrido que hago todas las mañanas, cuando llegué a mi cuarto cerré la puerta con la máxima discreción posible y salte hacia la cama para por fin descansar en una superficie blanda, al tirarme hacia la cama sentí como algo se cavaba en mi abdomen, me volví a levantar y era una pequeña piedra de color blanca en la cual estaba escrita"LLEGUÉ ANTES MIEDICA" aquella roca escrita era de Ana, al parecer la había tirado desde la ventana que se encontraba al lado de la mía, al leer eso eché una sonrisa tonta, de hecho la mejor sonrisa de toda mi vida, pero a la vez sentía algo dentro de mí, como una especie de nudo en el estómago y presión en el pecho, estaba experimentando algo nuevo, algo que jamás me había ocurrido, ni pensaba que ocurriera, aquel sentimiento que sentía era amor, amor puro y sincero, pero la fotografía en su habitación con aquel chico vino hacia mi mente para recordarle que ella ya tenía a alguien a quien querer, tenía que quitarme aquel sentimiento de ella, tenía que quitármela de mi cabeza tan cabezona, pero no podía, se había agarrado tanto a mi cerebro como a mi alma y mi corazón, era imposible desprenderlas de ellas, me pasé toda la mañana pensando en ello, tenía un dilema mental importante.

Escuche como mi familia empezaba a salir de la cama, sobre todo a mi hermano, siempre se levantaba de la cama tirándose de la cama hacia el suelo y de ahí levantarse directamente, sentí como alguien caminaba por el pasillo, así que me hice el dormido para no levantar sospechas, golpean la puerta y de ella sale mi hermano.

- Tú, enano, ya sé que estás despierto, te vi ayer por la noche escapándote de casa -

- ¡SHHHH!, Que quieres, ¿qué se entere mamá o papá? - Dije levantándome de mi cama

- No diré nada, pero con una condición-

- No me gusta las condiciones, y menos las tuyas-

- Tendrás que hacer todas mis tareas de casa durante dos semanas-

- ¡NI DE COÑA! -

- SHHHH baja el tono- dijo susurrado

- Ni de coña -

- Pues bueno, seguro que papá y a mamá le encantaran escuchar esta historia -

- NO, NO, NO Vale esta bien, pero solo durante una semana-

- Me parece bien - dijo sonriendo

- Eres maligno -

- Lo sé hermanito-

Después sentí como alguien volvía a tocar mi puerta y de ella salió mi padre, el cual estaba medio dormido, con su cabellera despeinada y con una bata de color blanco y azul y de rayas.

- ¿Qué hacéis aquí los dos?- dijo interesado

Yo me quedé quieto, notaba como mi cuerpo de repente se había puesto muy tenso, me quede mirando a mi padre sin saber qué decir, ni que hacer.

- El enano me tiene que devolver un casete- dijo como escusa

- Si ... si, emmmm dónde lo había dejado- dije buscando el walkman de ayer

- Como lo hayas perdido me las vas a pagar -

Busqué por toda la cama hasta que por fin encontré mi walkman debajo de la almohada, y dentro se encontraba el casete que me dio anoche.

- Toma aquí tienes-

Mi padre nos echo una mirada de sospecha demasiado enorme, una gota de sudor bajo por mi frente, pero conseguí secármela antes de que cayera en cualquier superficie.

- Cuida más las cosas tonto laba-

- EEE...Rod no te pases -

De golpe todo se redujo a un silencio completamente incómodo, nadie decía nada y todos mirábamos a todos, pero mi madre apareció por la puerta para romper toda aquella incomodidad.

- Oye, tengo una... idea ¿Qué hacéis todos aquí? - dijo mi madre entrando por la puerta

- Nada mamá- contesto rápidamente Rod

- Bueno, da igual, ¿qué os parece si hoy vamos a casa de nuestros nuevos vecinos a hacerles el desayuno?-

- Ni de coña, no pienso hacerles el desayuno a unos pijos creídos y engreídos-

- Rod, no digas eso- dijo gruñendo y en tono repetitivo

- ¿Qué?, es verdad -

- Pero da igual hay que ser generosos con nuestros nuevos vecinos y hay que causarles impresión- dijo mi madre como excusa

A continuación todos salieron de mi habitación para vestirse decentemente e ir a casa de Ana para prepararles el desayuno, sobre todo los famosos bizcochos de mi madre, tienen una textura única y un sabor dulce increíble, en cuanto todos salieron de mi habitación cerré la puerta y eché un vistazo a mi armario para ver que ponerme, rebusqué en el armario y encontré unos vaqueros rotos los cuales me iba a poner junto a una camisa abrochada de color azul, el color de la camisa recordaba al sereno cielo de verano, y los vaqueros al más profundo mar, me los puse lo más rápido posible para después reunirme con mi familia en el recibidor enano de mi casa.

- ¡A VER!, ¡¿ESTAMOS TODOS?!- dijo mi padre a punto de salir por la puerta de casa

- ¡SI!- grité

En cuanto mi padre salió por la puerta, nosotros salimos detrás de él, mi madre llevaba una bolsa de tela donde había un montón de ingredientes dentro, tanto huevos, leche o yogures, entre muchos otros, los dos fuimos en banda hacia la puerta de casa de Ana y a continuación tocar al timbre, se pudo escuchar un timbre como los del instituto a la hora del recreo, al transcurrir varios segundos pudimos escuchar como alguien se tropezaba con el mueble del recibidor y al instante también escuchemos un quejido gruñón.

- OH, Hola, espero no haberte despertado- dijo mi madre con amabilidad

- No, no, hombre, ¿Queríais algo?- Dijo Ainhoa, la madre de Ana

- Venimos a prepararos el desayuno- respondió mi padre Carlos

- OH, no hace falta hombre si nosotros nos hacemos un par de tostadas y vamos sobrados-

- Mujer que no nos cuesta nada- Entrando e intentando no darle con la bolsa a Ainhoa.

- ¿Dónde tenéis la cocina?- Pregunto mi madre

- Al fondo al lado del comedor- Contesto Ainhoa

Al entrar mi madre entramos todos en fila india, me sorprendía lo ordenados que entramos a la casa.

En cuanto mi madre llego al comedor, ella dejó la bolsa llena de ingredientes encima de la mesa del comedor y entró hacia la cocina

- Bueno, aquí ya nos encargamos, nosotros haremos un desayuno que os chuparéis los dedos y todo- Dijo mi madre amablemente

Pero mi madre le dirigió una mirada furtiva a Rod, disimulada con una sonrisa, la cual notaba que no era natural, ya que se escuchaba que tenía la música a todo trapo, así que mi madre decidió darle un golpe en la nuca

- ¡AYY!- Gritó

- ¿Puedes apagar eso por favor cariño?- con amabilidad

Rod después del golpe y de su quejido gruño y se quitó los auriculares parando toda la música, mi madre a continuación comenzó a sacar todos los ingredientes de la bolsa los cuales se había llevado de nuestra cocina, seguramente la estantería de la cocina ha acabado vacía, y menos mal que hicimos la compra hace dos días. Podía escuchar a mi madre ordenando a mi hermano y a mi padre tareas para preparar el magnífico desayuno que íbamos a hacerles.

De pronto escucho unas pisadas que venían de las escaleras de aquella casa, resulta que era Ana, bajando con un pantalón de pijama azul, junto a una sudadera de color azul, marino, rojo, y amarillo, era una mezcla rara de colores, pero lo que me impresionaba no era su vestimenta sino lo hermosa que siempre iba, no tenía ni una sola legaña, ni una sola imperfección en la cara ni en el pelo, era sublime, parecía mentira que hace menos de dos horas que habíamos vuelto corriendo hacia nuestras casas.

Ella bajó las escaleras cuidadosamente, escalón por escalón hasta que llego hacia abajo y bostezó, pero al abrir uno des sus ojos su bostezo se paró en seco para intercambiarla por una pregunta.

-¿Qué haces tú aquí?- Dijo con cara de duda

- La culpable es mi madre, quería prepararos un desayuno, a ella se le dan muy bien los bizcochos y tal- Dije avergonzado

- Pues yo ahora me comía un trocito jajaja- dijo riéndose y mordiéndose la parte superior del labio

Al ver los labios de Ana, me puse como loco, la verdad tenía ganas de sentirlos entre los mios, tenía ganas de besarla y no dejar de besarla jamás, nunca había tenido tanta curiosidad como en ese momento de saber cuál es la textura de sus labios y el sabor de sus labios, jamás había probado algunos, pero aquella vez quería probarlos más que cualesquier otros, me quede embobado de esos labios hasta que ella pasó por delante de mí para dirigirse hacia la cocina.

- Uhmmm... Huele de maravilla, madre de Eros-

- Oh, no me llames así, hija, llámame Sara-

- De acuerdo Sara, cocinas muy bien-

- Gracias Ana, lo aprendí de mi madre-

- Dios, no me hagas recordar las lentejas de la abuela, estaban horribles- Dijo Rod

- Oye, las lentejas de la abuela estaban riquísimas- dijo indignada

- Si, riquísimas, las lentejas al fondo del plato y el agua de fregar por encima de las lentejas- dijo riéndose

- A callar estaban buenísimas, hija, tú no le hagas caso a este personaje anda- dirigiéndose a Ana

Seguidamente de aquella pequeña conversación de las lentejas de la abuela, Ana cogió una fresa de la nevera y se la llevo a la boca comiéndosela enterita, la verdad no sé que me pasaba esa mañana, pero tenía unas ganas tremendas de poder probar esos labios como ha hecho ella con esa fresa, ella inmediatamente de haber terminado con la fresa, le ofreció ayuda a mi madre

- Sara, ¿Quieres que te ayude en algo?-

- No, no, no, haz que trabajen esta panda de vagos- dijo refiriéndose a mi hermano y a mí por supuesto

- Bueno, como tú quieras- dijo educadamente

-¡EROS!, Ve a buscar un pote de leche de la nevera de casa que esta se ha terminado-

- Vale mamá- dije abandonando el comedor

- Espera Eros, te acompaño-

- Vale- dije con el corazón en la mano

Ambos cruzamos el pasillo largo de su casa, las paredes estaban pintadas de un color dorado, en realidad no era pintura, si no las paredes estaban empapeladas junto a cuadros colgados en la pared, pude ver un retrato de Ana, era como ver el ángel reflejado en un espejo, estaba perfectamente pintada no se habían dejado ni un solo detalle incluso en ese retrato se podía ver la luz de sus ojos que ni mil estrellas juntas podían igualar esa luz tan mágica de sus ojos. Los dos recorrimos todo el pasillo hasta llegar al recibidor donde abrí la puerta, pero dirigí mi mirada atrás para chocar con la mirada de Ana, podía notar como ella podía ver más allá de mis ojos, en consecuencia de aquello mi corazón empezó a latir a un nivel muy elevado, mi mano empezaba a temblar y mi cuerpo elevaba su temperatura cada vez más, Ana se dio cuenta de todo esto y me dirigió una sonrisa la cual yo devolví segundos después, abrí del todo la puerta y salí por ella hacia la calle, Ana salió detrás de mí dejando la puerta abierta, en cuanto llegue a la puerta de mi casa metí mi mano derecha en mi bolsillo derecho para sacar las llaves de mi casa, al sacarlas de mi bolsillo casi se me caen al suelo, pero al final conseguí agarrarlas antes de caer al suelo, sentía la mirada de Ana en mi espalda, abrí la puerta de mi casa con dificultad hasta que al final gire la llave en la cerradura y por fin la puerta de mi casa se encontraba abierta, entré sacando la llave de la puerta y cruce el pasillo de mi casa, yo podía escuchar detrás de mí como Ana cerraba la puerta cuidadosamente, y también pude escuchar sus pisadas detrás de mí.

Al fin llegamos a la cocina, abrí la nevera de la cocina, pero en cuanto la abrí un limón que estaba posado en el límite de la nevera rodó hasta acabar en el suelo.

- Mierda- grité

Ana y yo nos agachamos a la misma vez, nuestras manos se encontraron encima de aquel limón y segundos después nuestras miradas, pero rápidamente se volvieron a perder nuestras miradas, Ana quitó su mano de encima del limón mientras se levantaba, a continuación cogí el limón y lo deje de nuevo en la nevera, al cerrar la nevera noté a Ana nerviosa, vi como se colocaba su pelo por detrás de la oreja mientras miraba al suelo, al verla nerviosa yo estaba el doble de nervioso y una pregunta salió de mi boca estúpidamente

- ¿Estás bien?-

Ana me volvió a dirigir la mirada para contestar a mi pregunta mientras entrelazaba sus manos entre sí.

-Sí, estoy bien-

Mi cuerpo empezó a acercarse al suyo sin que yo pudiera hacer algo, Ana me miro nuevamente a los ojos, pero tiempo después dejo de mirar mis ojos para mirar mis labios, mi cara se acercó lentamente a la suya mientras mis manos rodeaban su cintura para al fin poder besar esos labios, los cuales esta mañana tenía unas ganas terribles de probar, pude saborear y palpar con mis labios sus propios labios, eran maravillosos, segundos después despegue mis labios de los suyos, ella se quedó unos cuantos segundos mirándome.

- Yo... Lo siento por...- dije avergonzado

Ella seguidamente puso sus manos sobre mis mejillas para volver a besarme, yo volví a agarrarle de la cintura, pero poco a poco aquel beso fue subiendo de temperatura, ella me empujo hacia la pared de mientras soltaba mis mejillas y empezaba a apoyarse en mi pecho, notaba como la mano derecha masajeaba todo mi pecho mientras que la izquierda desabrochaba los botones de mi camisa hasta que quedó mi pecho al aire, yo la empuje hacia la encimera y al final la subí hacia la encimera mientras la abrazaba y pasaba mi mano izquierda por toda su espalda hasta llegar a sus glúteos mientras la otra mano subía desde sus muslos hasta llegar al límite de sus pechos, mi pulso cada vez se elevaba más y más, también lo notaba en el pulso de Ana, pero la fotografía de su habitación me vino a la mente como el flash de una cámara.

- Espera, espera, espera- dije separando mis labios y apartando mis manos de ellas

- ¿Qué pasa?- dijo recuperando el aire mientras bajaba su cabeza para ver mi cara
- Creo que no estoy preparado... además no te quiero causar problemas-dije recuperando el aliento
- ¿Problemas?, ¿De qué hablas?- dijo con una cara de duda

- Del chico de la fotografía de tu habitación-

Al decir eso todo se redujo a un infinito silencio, a Ana se le cambió la cara repentinamente y se bajó de la encimera, se puso bien la sudadera y luego se colocó bien su pelo para después salir de la cocina en dirección a su casa, pero antes de irse de la cocina se giró y me dirigió una última mirada, pero esta vez esta mirada era de tristeza podía notar sus ojos llorosos, después de aquella mirada tan dura se marchó corriendo.

- ¡ANA ESPERA!-Dije gritando

Aquel grito no obtuvo ningún tipo de éxito por pararla, corrí hacia el pasillo y pude ver a Ana abriendo la puerta y saliendo por ella dejándola abierta, di media vuelta hacia la cocina y di un par de golpes a la pared de la cocina con mucha rabia, la había cagado a más no poder, de hecho era lo único que sabía hacer, cagarla y estropearlo todo.

Con Amor, AdiósDonde viven las historias. Descúbrelo ahora