Capítulo 6, A toda hostia

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Pasaron los días encerrado en mi casa, sin ninguna noticia sobre Ana o de cualquier cosa relacionada con ella, la estaba empezado a echar de menos, nuestro vínculo se había vuelto todavía más fuerte desde la última vez, pero tenía un dilema mental, todavía no sabía que éramos nunca habíamos hablado sobre ello así que tenía pensado hablar de ello en la casa del lago, así que todavía tenía tiempo de prepararme para aquel momento en el que marcaría mi vida. Encerrado en mi casa no podía parar de pensar en ella, en todos los sueños que tenía aparecía ella, ella estaba por todas partes, se había apoderado de mi mente al completo, ella ya formaba parte de mi alma, era increíble como en tan poco tiempo se había convertido en un elemento indispensable para mi vida, se había convertido en uno de los pilares fundamentales de mi vida.


Salí de mi habitación como cualquier día normal, eran las 9 de la mañana de un 28 de junio, el sol ya aparecía en el cielo, bajé las escaleras para ir a la cocina a por algo de comer, pero en cuanto baje el último escalón, la puerta de casa sonó, cruce todo el pasillo hasta llegar a la puerta la cual segundos después la abrí, al abrirla la luz natural del exterior me hizo fruncir el ceño, ya que no estaba acostumbrado a observar tanta luz, por culpa de la luz no pude ver el rostro de las personas que se encontraban fuera, pero si pude escuchar lo que decían.


- Oh, perdona ¿Te hemos despertado?- pregunto la persona extraña.


- No, no, no tranquilo- respondí amablemente.


Después de responder a aquella persona mis ojos al fin, después de frotarlos varias veces pude enfocar y adivinar quien eran, era Marcos, el padre de Ana, la verdad no sé por qué estaba allí.


- ¿Preparados para iros con nosotros?- dijo entusiasmado.


- Perdona, ¿Pero a dónde?- dije desorientado.


- Pues a la casa del lago ¿A caso os habéis olvidado o algo, o no queréis venir?-


Al escuchar aquello mi corazón y mi pulso se estaban acelerando a mil por hora, en ese momento la luz del exterior se había quedado como un problema insignificante, ¡COMO PODÍAMOS HABERNOS OLVIDADO DE ESE VIAJE!


-Oh, no, no, no, claro, en un rato salimos-


En mi rostro se podía notar una mueca de preocupación, volví a cerrar la puerta y fui a toda hostia hacia la habitación de mis padres, tropecé con el último escalón de las escaleras y acabe en el suelo, por culpa de esa caída forme un estruendo que hizo despertar a mis padres.


-¿Eros?, ¿Estás bien?- dijo mi madre saliendo de la habitación.


- No, esta Marcos fuera esperándonos para llevarnos a la casa del lago-


- ¿¡QUE!?, ¿¡ERA HOY!?, ¡MIERDA!-


Mi madre automáticamente de escuchar eso entro en su cuarto para despertar a mi padre.


-Cariño-


-Calla, déjame dormir-


Con Amor, AdiósDonde viven las historias. Descúbrelo ahora