¿También vas al colegio de monjas?.

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●1988●

Marlena se encontraba en su habitación, debajo de las sábanas, llorando cómo si de una pesadilla se tratará.

Había escuchado todas y cada una de las palabras de Marianne, "Él había pasado tiempo con ella y habían ido más allá de lo social", se podría decir. Quizá y Nikki se había enamorado, probablemente su plan era llegar a casa y contarle que ya no la amaba más y comenzar de cero en otro lado, al fin y al cabo, él estaba en la cima del momento.

De todas las cosas posibles que imagino que sucederían nunca imaginó por muy loco que fuera el que el tuviera otra familia. Más bien que el formará su familia.

— Lena... ¿Estás ahí? — un leve golpe se escuchó en la puerta de la enorme habitación que en ese se sintió más vacía que nunca —. Amor... necesito que abras la puerta.

Nikki, no recibió respuesta del otro lado, más que los sollozos de una triste chica a la que una extraña le había roto totalmente el corazón en cuestión de minutos. Con la cosa más horrible del mundo.

— De acuerdo, hablaré yo, durante la gira conocí a Marianne, pero no es cómo lo dice ella. No fue amor ni nada por el estilo, ella simplemente se acercó al camerino y nos ofreció algo de droga. Podrías preguntarle a cualquiera, yo lo rechace, ya que te había prometido algo y quería cumplirlo.
Pero hizo que de una u otra manera probará su maldita mercancía... ella junto con las chicas que estaban en nuestra casa. La busque por el simple motivo de que esa mierda que me dio fue la que me mantuvo despierto y me hizo durar toda la gira.
Te soy honesto, sólo recuerdo el día que me fui, de ahí uno o dos conciertos, todas nuestras llamadas que fueron tan pero tan buenas. Pero hay un hueco... sólo recuerdo estar en un sofá cuyo color consideraríamos horrible... con más gente, inyectando esa mierda.
Supongo que dramatizo el hecho de que conocí a sus padres... Y si fue así, que horror y vergüenza.
Sólo, abre la puerta, necesito ver tú cara... hablar bien esto. — La puerta seguía igual, no recibía respuesta de ningún modo —. Lo lamento mucho. Fui un total idiota.

Marlena escuchaba cómo las botas resonaban en el piso de madera escalera abajo, sintió un hueco horrible al no poder decirle a su esposo que le creía. Poder abrazarlo y olvidar todo, simplemente era imposible ya en ese punto.

Se sentó en su cama, sintiéndose de pronto extraña y desubicada. Todo era de ella, las almohadas, las sábanas el tapete de decoración de ambos lados de la cama, las pantuflas, el espejo que Nikki insistió que comprarán para verse cuando hacían el amor, los floreros qué servían de decoración, las lámparas que estuvo buscando con desesperación ya que nunca encontraba un modelo que quedará con el techo y el estilo de la habitación. Ambas lámparas de noche desiguales ya que la del lado del castaño se quebró debido a una vez en la que jugaban a perseguirse y todo salió mal y se tropezó.
Desde el primer al último libro en el estante había dedicado tiempo a elegir.

La manera en que la ropa estaba organizada. Los zapatos entre más cosas... todo era ese mundo que ella mantenía. Desde cómo se organizaban los cepillos de dientes y toallas hasta el último plato que había en esa casa.

Parecía tan familiar y extraño a la vez, todo era suyo y le dedicó tanto tiempo que pensó en que tedioso sería guardar todas esas memorias en cajas.

Se puso de pie y fue directo a la puerta de su habitación, tomó un suéter ya que en ese momento se sentía demasiado frío. Respiró y salió.

Recorrió el pasillo silenciosamente, iba descalza, recordaría no pasar por la oficina de Nikki por los vidrios. Caminó hasta la cocina hasta que lo vio sentado ahí en la barra, lo sentía cómo un intruso. Él no se había percatado de la presencia de ella hasta que los perros comenzarían a mover la cola.

THE SIXXDonde viven las historias. Descúbrelo ahora