Α υ γ ή

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Αυγή (Avgí)= Amanecer.



El gimnasio de Daniel se había convertido en un espacio de refugio para Johnny. Era donde podía seguir siendo algo de él. Un bailarín. Podía seguir desahogando penas y malestares a través del baile o una rutina en las telas. Perfectamente acondicionado para su estancia. Con el espacio necesario para una coreografía normal o para cuando quería hacer algo en el tubo. Le enseñaron a Johnny a usar el estéreo para que conecte su celular y pusiera la música de su lista de reproducción. La mayoría eran canciones que usaba en sus presentaciones como estrella en La Jaula de las Locas. Movidas, adictivas y secuenciales, de tal forma que pueda hacer de su presentación algo que haga agua la boca y encienda los bajos instintos de quien lo vea. Los espejos perfectamente pulidos le dan la bienvenida y la sensación que le recordaba al estudio de su madre le ayudaba la concentración.

Todas las mañanas, cuando Daniel se largaba a trabajar y Eric no vendría hasta más tarde, Johnny se refugiaba en el gimnasio. Estiraba con premura sus músculos y se posicionaba en el medio del espacio. Con audífonos puestos y maestra habilidad, creaba una coreografía como su madre y Shannon le enseñaron. Cuando veía que estaba listo, desconectaba los auriculares y ponía la música por el estéreo en repetición continua hasta que Johnny sienta que sus piernas no puedan quemar más y el aire raspe su garganta seca. Practica y práctica, mirándose al espejo, sin dejar de lado todo detalle que debe apegarse a sí mismo. Los tiempos, el ritmo, la soltura, la naturalidad, la agilidad, la flexibilidad. Hacer de su baile algo perfecto.

No dejaba que una secuencia salga mal. La repetía y repetía hasta que sea la adecuada. Hasta que logre el encanto y el efecto correcto. Hasta que dé con ese sentimiento que debe transmitir en La Jaula de las Locas. Erotismo puro. Un encanto vil y precioso, dulce y embriagador con todas las de ganar. Ser ese punto focal para la fuga de todas las tentaciones. Ser el maestro de ceremonias en el evento del encuentro de pasiones, dirigir con su sabiduría a través de todos los deseos escondidos. Y así, escoger a su mejor postor. Hacer cada una de sus presentaciones con tal perfección que sea imposible de perder de vista su grácil cuerpo.

Tenía que dominar cada una de las destrezas para vencer sus pasos en vano. Deshacerse de las debilidades y lograr preparar un arma mortal con la cual protegerse. Hacer todo lo necesario para que nadie le haga daño cuando salga al escenario. Ser lo suficientemente fuerte para que él sea quien domine la canción. El fuego falso de sus ojos debe ser lo suficientemente poderoso como para arrasar con cada uno de aquellos que han osado a danzar en el mismo juego de la noche. Y llegar al amanecer con las pericias mundanas al olor del sexo y la buena vida. Mentirse todo lo necesario y ser tan misterioso para seducir, para atraer, para ganar mucho más de todo lo imaginado. Belleza seductora, grácil y poderosa.

La música cambió, de pronto. Johnny se detuvo y miró a Daniel que llegaba a la estancia con ropa deportiva. Johnny usaba una ombliguera holgada gris con unos shorts ajustados negros ceñidos a su cuerpo con desgracia y mucha calentura. Se miraron como depredadores. Acechando a la próxima presa con mucho cuidado y con todas las intenciones de ganar. Seductores de ambas formas y con el deseo escondido en las venas. La música que sonaba, al compás de la guitarra, el violín y acordeón, les indicó la balada del Tango sensual.

Un baile de pareja. Un baile de seducción y coqueteo con propósito. Ser encantador y lujurioso al compás del baile. La pista era toda suya. Sólo uno podría demandar la victoria ante el incontenible deseo de un último acercamiento. Un último baile de la rosa y el lirio antes del temible final.

Daniel extendió la mano y le pidió una última pieza a Johnny. La rosa y el lirio se encontraron frente a frente. La danza comenzó. Con una maestría preciosa y perfectamente balanceada, Daniel tomó la mano de Johnny y lo jaló contra su cuerpo. Pegando sus pechos y apresando su cintura lacónicamente. Dejando que el sensual movimiento de su ingle se remarque para llevar de lado su pierna y que roce tentativamente, al contrario. Ver el sonrojo y la pasión en los ojos de Johnny le indicó que había llamado perfectamente al baile.

La Jaula de las Locas. (LawRusso) [Adaptación]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora