☾apítulo 4

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Unas horas después estaba en mi habitación escuchando música, la ventana de Levi estaba abierta, pero no lo veía a él por ningún lado. Tocaron la puerta de mi casa, pensé en Taylor que dijo que vendría, así que me levanté de mi cama. Eran las 8 de la noche, debían llegar antes, pero bueno. Corrí abrir la puerta y me encontré con Embry, me tiré a sus brazos y él refunfuñó porque ni siquiera le di tiempo a respirar. Entró a mi casa conmigo pegada a su pecho.

—Si que me has extrañado muchísimo —sonrió divertido.

—Siempre —dije.

—Cerremos la puerta, no queremos que nadie te vea de ese modo y tu papel de chica mala se vea afectado.

Cerró la puerta tras de sí y colocó sus manos alrededor de mi cintura.

—No me importa.

—Ah, ¿no? —No había más que burla en sus brillantes ojos.

—En realidad sí, si se lo cuentas a alguien lo lamentarás muy caro —le amenacé, aunque a él le pareció divertido.

Besó mis rizos.

—Lo llevaré hasta la tumba.

Caminó a luchas hasta la cocina de mi casa porque todo mi peso lo cargaba él ya que tenía mis piernas enrolladas en las suyas como un koala.

—¿Estás bien?

—He estado aburrida, las chicas dijeron que vendrían, pero no han dado una señal.

—Probablemente lleguen más tarde. ¿Qué pasó con la señora Wilson?

—Volví a pagarle.

—Deja de hacer eso —se río.

—No la necesito —refunfuñé—. Esa mujer metiche no haría otra cosa más que apuntar en su cuaderno cualquier travesura que hiciese, incluido suspirar por ti.

—¿Haces eso cuando no estoy contigo?

—Oye Embry ¿puedes no cambiar de tema? —le regañé.

—Vale, perdona.

—Bien.

—Tus padres se enterarán de lo que hiciste con Wilson.

—No lo harán. Ella no les dirá nada.

—Ella podría ayudarte a que no te sientas tan aburrida en el día.

—El verano apesta. Deberías tener vacaciones.

—Es cuando más trabajo.

—Odio los trabajos.

—¿Por qué no te despegas de mí y me dejas respirar un poco?

—No.

—Vas a quedarte sin novio.

Me pegué más a su pecho, aspirando su aroma, tenía un peculiar olor a cuero, madera y comida, una mezcla rara que a mí me gustaba. Pero era su olor y ese era Embry.

Me alejó de él con sus manos en mi cintura y me subió a la encimera de la cocina permaneciendo frente a mí.

—Pasaré más tiempo contigo. Promesa —indicó y le quité un mechón de pelo de la cara.

—¿Cuanto?

—Dos horas más.

—¡Embry! —Le regañé.

Se echó a reír y se acercó más a mí con mis piernas rodeando sus caderas.

—Ya no te quiero cerca de mí —me cruce de brazos.

LA LUNA TAMBIÉN LLORADonde viven las historias. Descúbrelo ahora