☾apítulo 5

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Al siguiente día desperté con Embry abrazándome a su pecho, apreté mi cara contra su piel y me puse a escuchar los latidos de su corazón. Eran tan tranquilos. No comprendía como un órgano tan pequeño podía tener un sonido tan potente, vibrando con pasión, moviéndose a su ritmo. El mundo podía moverse demasiado rápido, la lluvia podía caer y nunca detenerse, las estrellas seguirían brillando, y cada corazón seguiría latiendo a su manera, siguiendo su propio curso. Cada persona llevaba un pequeño mundo dentro de sí misma que se movía siguiendo su propio patrón.

Acerqué más mi cara a mi novio y lo inhalé suavemente, sonreí como tonta, pero es que en serio me gustaba su olor. Él gruño, despertándose y quiso girarse, pero no lo solté y eso lo despertó más.

—Topanga... —dijo adormilado.

—Ya —lo solté y él se giró sobre la cama.

Me apreté a su espalda y lo abracé por detrás, le di leves besos a su piel desnuda y observé sus lunares, tenía en total cinco y formaban como una especie de H mayúscula. Siempre me gustó tantear la línea que dibujaban con la yema de sus dedos, a veces cuando no se daba cuenta, tomaba un bolígrafo y formaba líneas con sus lunares. Había descubierto varias formas que él ignoraba que llevaba.

Cerré los ojos para volver a dormir con mis manos abrazando su abdomen plano y mi nariz apoyaba sobre la piel de sus omoplatos donde yacían pequeñas marcas de cicatrices de su niñez y traté de cerrar los ojos para dormirme nuevamente, pero la paz se vio interrumpida con el sonido de una guitarra a todo lo alto.

Embry refunfuñó ante el sonido, pero no se quejó ni se despertó y lo único que hizo fue ponerse una almohada en las orejas, yo abrí los ojos de golpe y solté a Embry para salir de la cama, como toda una reina del escándalo y peleas no iba a dejar pasar eso por alto. El ruido provenía de la casa de Levi y estuve a punto de abrir la ventana y asomarme, pero me di cuenta de que no andaba en modos, así que corrí al baño y me arreglé.

Embry seguía durmiendo con la almohada en sus orejas, pero yo si era demasiado delicada para el ruido así que bajé las escaleras y salí de mi casa. Los chicos en la madrugada se habían ido a seguir la fiesta en la pista de patinaje del barrio, dejándonos a Embry y a mí solos.

Caminé directamente a la casa de Levi. Toqué su puerta repetidas veces, pero el ruido no lo dejaría escuchar, decidí ir hacia el lado opuesto de su casa donde se encontraba la ventana de la habitación donde dormía y le tiré piedras, él tenía la ventana abierta así que debía caerle una.

Así fue. El sonido de la guitarra dejó de escucharse pocos segundos después que le tiré la quinta piedra y él se asomó confundido, al verme frunció el gesto y le hice ceña de dirigirse a su puerta, no esperé su respuesta y corrí hacia donde le indiqué para esperarlo.

Tardó años en venir y cuando abrió la puerta, sin saludarlo le expuse:

—¿Se puede saber porque tocas la guitarra tan temprano? —daba pequeños golpeteos al suelo debido al frío que hacía en la mañana, algo que hizo a Levi fruncir las cejas consternado, no por eso, sino por mi presencia de loca que presentaba con mis rizos alborotados, la ropa toda arrugada y mis pies descalzos.

Chasqueó la lengua.

—¿Di-disculpa?

—Me has despertado. El ruido me molesta.

—Oh... —Ni siquiera lo lamentaba.

Lo miré con frialdad.

—¿Puedes ser un vecino normal?

Suspiró fuerte, rascando su nariz. Llevaba una gran sudadera que cubría la mayor parte de su cara y sus cabellos largos.

—¿Por qué sería un vecino normal cuando el vecindario no lo es?

LA LUNA TAMBIÉN LLORADonde viven las historias. Descúbrelo ahora