Capítulo 33

444 50 62
                                    

Ebullición

SKY

Después de bañar a Hunter y colocarle el pijama, hago que se recueste en la cama y lo cubro con las mantas. Lo abrazo por detrás, pegando mi pecho a su espalda y entrelazando mis manos con las de él mientras paso una pierna por encima de las suyas. Lleno de besos su rostro, su cuello, su hombro... Presiono mis labios en cada lugar que encuentro, tratando de transmitirle todo el amor que siento por él.

El comandante aprieta mis manos y suelta el aire lentamente, acomodándose mejor para estar más cerca. Lo estrecho con fuerza, susurrándole al oído que todo estará bien y que saldremos de esta situación como siempre lo hemos hecho. Le digo cuánto lo amo y le aseguro que esto no cambia nada.

Sé que necesita seguridad y que le jure que mis sentimientos siguen siendo los mismos. Hunter es un hombre directo, orgulloso y jamás duda de sí mismo, pero su confianza flaquea cuando se trata de mi amor por él; tiene tanto miedo a perderme que es imperativo que le repita las cosas una y otra vez.

No alcanza a comprender que yo tengo el mismo terror de perderlo a él, no entiende que yo lo amo tan intensamente como él me ama a mí y que daría y haría lo que sea por él no importa qué.

No es que el comandante dude de mi amor por él, eso lo sé, lo que sucede es que piensa que mis sentimientos pueden cambiar cuando pasa algo como esto.

Se queda dormido y yo apoyo la nariz en su cuello, cerrando los ojos y empapándome de su olor amaderado y masculino, agradecida por tenerlo conmigo nuevamente.

Llaman a la puerta y no me muevo. No pienso recibir a mi padre ahora mismo porque estoy segura de que lo despellejaría vivo.

—Sky, por favor, ¿me dejas ver a mi hijo?

La voz de Eli me hace abrir los ojos de inmediato. No puedo negarle acercarse a su hijo, sería una maldita si lo hiciera; el concejal ha estado tan preocupado por Hunter como yo.

Me separo lentamente, teniendo cuidado de no despertarlo, y acomodo las mantas antes de levantarme e ir hacia la puerta. Quito el seguro y me encuentro a Eli con los ojos vidriosos, cargando un cuenco con fresas en una mano y varias tabletas de chocolate en la otra.

—¿Puedo pasar? —pregunta en voz baja.

—Por supuesto que sí —contesto haciéndome a un lado.

Eli avanza despacio y deposita las cosas en la mesa de noche antes de sentarse junto a Hunter y observarlo mientras le coloca una mano en la frente.

—Ama las fresas desde que era muy pequeño —comenta cuando me acomodo al otro lado de la cama—. Y el chocolate hacía que se sintiera mejor cuando luchaba contra el síndrome de abstinencia.

—Muchas gracias —murmuro, fijándome cómo le aparta el cabello de la frente a Hunter—. Lamento todo lo que ha sucedido, Eli...

—No es tu culpa —contesta sin despegar los ojos de su hijo—. Hay cosas que se salen de nuestro control y es inútil lamentarse por algo que no podemos remediar y en lo que no es imposible intervenir.

—Siento que podría dar más, que podría hacer más —insisto llevando las piernas contra mi pecho y apoyando el mentón en las rodillas.

—Creo que ya haces suficiente amándolo y cuidándolo como nadie más —responde—. Se ha vuelto dependiente de ti, como si fueras alguna clase de droga. Está obsesionado —agrega—. Pero gracias a ti, una parte de humanidad se conserva intacta en él.

—No sé qué tan sano sea eso, aunque yo tampoco puedo desprenderme de él... —admito fijando los ojos en el comandante.

—No es sano —confirma—. De todas formas, después de todo lo que han pasado... ¿Acaso eso importa? —pregunta mirándome por fin.

Punto de InflexiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora