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Y por las noches, me buscaba,
rasgaba mi pecho y abría mi interior,
en busca de la luz, en busca de mi alma.

Cada noche, miraba el cielo estrellado,
esperando sentir algo,
lo que fuese,
pero un enorme vacío crecía en mi piel.

Veía a la luna, y con lágrimas en los ojos suplicaba.

¿Podrías?

¿Podría ella devolverme lo que perdí?

Me preguntaba si podría hacerme feliz.

Cada noche, luchaba,
en mi interior nada estaba tranquilo,
siempre había una batalla,
¿contra quién peleaba?
Contra mí misma, supongo.

Me engañaba, yo era un engaño,
esa rabia que tenía en contra del mundo,
en realidad era conmigo misma.

Me culpaba,
me culpaba a mí misma por haberme dejado caer,
por haberme perdido.

¿Cómo me permití esto?

Cómo me permití hundirme,
estoy en este pozo sin fondo,
es tan oscuro, está lleno de ira y tristeza,
eso es todo lo que veo,
y yo sola me metí en esto,
yo me empujé al abismo.

Solía ser libre,
solía sentir el viento en mis mejillas,
y ahora no soy más que un ave enjaulada,
que sueña con el cielo en su eterno encierro.

Estoy dentro de una caja de cristal,
una jaula que yo sola creé,
y parece que puedes volar
pero si llegas hasta arriba te estrellarás.

La prisión perfecta.

Cada noche,
cada día,
caía más y más.

Ya no te puedo encontrar.

Un sorbo de la vidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora