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Aquella mañana de octubre se había presenciado como la mayoría de los días en Holmes Chapel, lluviosa, fría y gris. Las hojas de los árboles se movían por las suaves caricias del viento helado, recreando elegantes bailes entre las finas ramas.

La impávida y macilenta luz del casi invisible sol, atravesaba el cristal de la habitación de Harry, que aún enredado en sus sábanas azules de franela, yacía profundamente dormido a tan sólo unos segundos de ser despertado por el grosero tono de alarma que nacía de su teléfono.

Se restregó los ojos cuando el aparato dichoso comenzó a vibrar sobre la mesita de noche, y estiró su mano derecha para apagarlo de malas maneras.

Odiaba las mañanas. De hecho, ¿A quién le gustaban?

No, lo de Harry era totalmente distinto, él las odiaba de verdad, con su alma y corazón. Prefería los ambientes nocturnos. El joven podría pasar noches y noches asomado a la ventana de su cuarto observando los constantes cambios de la luna, sintiendo la brisa ondear sus rizos y besar sus mejillas.

La noche era algo tan magnífico que a veces tenía la sensación de que no era real, por lo que la disfrutaba cada segundo que ésta se hacía presente.

Abrió los ojos lentamente, despegando sus párpados con pereza hasta tener una panorámica completa de blanquecino techo sobre su cabeza y planificó en su cabeza rápidamente los acontecimientos que llevaría a cabo en el día.

Ir al instituto. Dormir en la clase de historia. Robarle pipas a Zayn en el descanso. Observar a Louis desde la última fila en la hora de literatura...

Louis.

Sus pensamientos volaron fugazmente a lo que había ocurrido el día anterior, cuando antes de haber eliminado al último jugador, Louis le había prometido una pequeña cita.

Sonrió inconscientemente y se levantó de la cama rebosante de emoción y dudas. Pero sobre todas las cosas, alegría.

Abrió la puerta de su habitación y se deslizó por el pasillo, gracias a sus suaves calcetines, hasta el cuarto de baño.

- ¡Buenos días! - gritó su madre desde el baño de enfrente, pasándose la máscara de pestañas, al ver pasar la figura de su hijo a toda velocidad por el descansillo.

- ¡Hola! - Harry respondió quitándose bruscamente la camisa del pijama.

- ¿Cuándo vas a empezar a ponerte el despertador a tu hora? Ya son las...-Rachel miró la hora en su teléfono y dibujó una expresión de sorpresa. - ¡Sólo son las siete y media!

-Lo sé.- Harry asomó su cabeza por el marco de la puerta del baño sonriente.

-¿Quién eres tú y qué le has hecho a Harry?

El joven rodó los ojos y se adentró en el plato de ducha, encendiendo la llave de agua caliente.

No pudo evitar pulsar con su dedo húmedo el botón que iniciaba su playlist, dando paso a una serie de canciones que había elegido expresamente para el joven de ojos azules.

¿Estaba demasiado loco si había titulado a esa lista "L"?

Todo lo que Harry no era capaz de expresarle, lo plasmaba en aquellas canciones de artistas variados en aquella playlist de más de doce horas. Cinco años enamorado de Louis era mucho tiempo.

- ¡YOU WANT ME, I WANT YOU BABY! - chilló abriendo el bote de champú, dejando que la masa viscosa y dulce de deslizase hasta la palma de su mano. - ¡MY SUGARBOO, I'M LEVITATING!

Masajeó su cuero cabelludo con los dedos, esparciendo el jabón entre sus rizos hasta crear una enorme nube de espuma que bajaba lentamente por su espalda desnuda.

sinceramente, tuyoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora