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Los párpados de Louis fueron poco a poco abriendo sus delicadas cortinas y pestañas rizadas al percibir la cálida luz del sol naciente a través de la ventana de la habitación. Su mente dudó varios instantes en reconocer dónde se contraba o qué había pasado la noche anterior, con el fin de comprender por qué se encontraba absorto entre sábanas ajenas, portando aquellas ropas suaves de olor a vainilla.
Llevó su mano, convertida en puño, hasta sus ojos cansados, frotando con cuidado en un silencioso bostezo, manteniendo sus intenciones dispersas durante unos momentos más, en los que atentamente escuchaba el lejano murmullo de los pájaros sobre los árboles.
Sumida en colores anaranjados, la habitación parecía contener un reconfortante calor que lo tentaba a no salir de gigantesca cama de matrimonio.
Pestañeó un par de veces, dándose cuenta del vacío en el colchón a su lado derecho, marcado por pequeñas arrugas asimétricas sobre la funda de edredón. Recordó cómo la noche anterior no había podido evitar quedarse dormido próximo a Harry, siendo rodeado por su aroma y su aura tan cálida.
Un fugaz recuerdo de sus manos rodeando su torso por la espalda, lo iluminó, provocándole un escalofrío que ascendió rápidamente por su columna vertebral hasta su cabeza.
Se pasó las manos por el rostro en un suspiro confundido y agotado, y permaneció con la mirada clavada en el techo durante unos instantes, incapaz de pensar en algo. Totalmente en blanco.
Quería disculparse por la locura que casi había cometido la noche anterior, pero sabía que Harry le obligaría a no pedirle perdón más veces. ¿Qué podía hacer? Era lo único que sabía con certeza en aquel momento de su vida, que lo sentía. Que lo sentía muchísimo.
Pensó en si Harry nunca hubiese abierto la puerta del lavabo. ¿Seguiría Louis bajo el agua entre los reflejos de colores que con tanta calidez lo habían abrazado? ¿Habría decidido salir por su cuenta?
Suponía que no.
No tardó mucho en armarse de energía y destaparse con parsimonia, levantándose del colchón y caminando hacia la puerta, rascando su nuca en un movimiento despreocupado.
Se preguntaba cómo había sido capaz de conciliar el sueño, cómo había descansado sorprendentemente suficiente a pesar de todo, y cómo de alguna manera, llegaba a sentirse culpable por todas las molestias que creía estar causando en aquella nueva casa.
Deslizó su mano por la barandilla de la escalera mientras a paso lento bajaba los escalones, iluminados por la plena luz que acariciaba los cristales, expulsando pequeñas motas de polvo en delicados copitos que parecían imitar a la misma nieve.
Buscó con la mirada a Harry una vez en la planta baja, algo perdido entre los pasillos del ilumnado descansillo, llevando las manos a la altura de su estómago, tímido y confundido ante el nuevo lugar.
Quiso llamarlo, pero unas voces familiares en la cocina interrumpieron sus acciones pensadas.
-¿No os dijo nada más?
Louis caminó hasta esconderse tras el marco de la puerta, observando al joven de rizos, apoyado en la isleta de la cocina frente a una mujer de gran parecido a él.
-No. Sólo un corte en el gemelo.-dijo él.-Parece que todo está bien.
La mujer suspiró.
-Eso es algo menos de lo que preocuparse. Al menos sabemos que no se sobrepasaron los límites de...
-Para.-Harry dibujó una mueca de disgusto en su rostro, apartando la mirada.-No quiero oírlo. Y mucho menos imaginármelo.
Louis tragó saliva, bajando la atención a sus pies, calzados con unos rojizos calcetines a cuadros sobre la alfombra, sabiendo lo que insinuaban tras la puerta.
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sinceramente, tuyo
Teen FictionDurante años, el joven del cabello de chocolate ha suspirado entre las esquinas de su pintoresco pueblo el nombre del castaño de ojos índigo sin recibir recompensa alguna por ello. Louis es carismático, apuesto e indulgente, dispuesto a conseguir su...