Capítulo 11

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Solo había pensado en huir de la casa de sus padres y del hombre que se hospedaba allí. Al dirigirse a la salida, se había topado con Candance, quien intentó contarle sobre el nuevo drama que había descubierto. Anna no le prestó la menor atención, y había dejado a la pobre joven con la palabra en la boca. Los Thompson eran demasiado abrumadores, tanto padre como hija.

Se bajó de la bicicleta y se halló frente a la ferretería de su hermano, Tighten nuts, sobre la calle Grand. Nino siempre la había protegido al ser mayor por seis años. Cuando iban a la escuela, hacía frente a quienes la molestaran y, en el momento en que había regresado al hogar después de aquello, no se había separado de ella ni medio milímetro. Y eso que Anna lo había tratado mal, inclusive a sus padres. En esa época no podía soportar tener a nadie cerca ni siquiera a sí misma.

Entró y oyó el tilín de la campana sobre la puerta.

—¿Qué haces aquí? —preguntó Nino con una gran sonrisa en el rostro.

Estaba detrás del mostrador, como era habitual, mientras uno de los empleados atendía a un cliente en un costado y, el otro, a uno más alejado dentro del local.

—¿No puedo pasar a visitar a mi hermano?

—Claro. ¿Quieres ir por un café? Me vendría bien un recreo.

Nino habló con uno de los empleados mientras ella lo esperaba en la acera. Una vez que él salió, se dirigieron a la cafetería del otro lado de la calle.

Ordenaron dos ristretto y se sentaron a una de las mesas en tono blanco gastado con una pequeña maceta en el centro que contenía una planta suculenta.

—Se incendió mi edificio.

—¿Qué?

La alarma en el rostro de su hermano fue instantánea y Anna percibía que hacía fuerza para no elevarse de la silla y palparla para verificar si estaba dañada.

—En realidad, explotó el subsuelo que pertenece a la perfumería ubicada en la planta baja y como hay peligro de derrumbe, tuve que irme de allí.

—¿Cuándo ocurrió todo eso? —La inquietud masculina iba en aumento.

—Ayer, por la noche.

—¿Y dónde...? No me digas que pasaste la noche en el hospital.

—No, en la casa de mamma e papà.

El silencio se instaló entre ellos. Nino clavó la vista en ella y Anna se la mantuvo lo suficiente hasta que la desvió hacia la ventana junto a la que estaban sentados. Su hermano se cruzó de brazos y la seriedad con la que la miraba era aún más abrumadora que la falta de palabras.

—¿Te quedas allí al mismo tiempo que Parker?

—Es la casa de mis padres.

—Lo odias.

—Eso no ha cambiado.

—Quizás sería el momento de que sepa la razón. Nunca he querido preguntar...

—Entonces, ¿por qué ahora?

—Porque eres mi hermana y me preocupo. No quiero que la pases mal y sé que no toleras estar en la misma habitación que él, menos compartir una casa.

—He soportado cosas peores —sentenció y dio un sorbo a su café.

Un gemido salió de entre los labios de Nino y el dolor le cruzó la mirada tan parda como la suya.

No se necesitan héroesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora