Capítulo 14

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—Hora de irse, Moratti.

—Max, permite que me quede unas horas más —rogó al servirse su cuarto café en el transcurso de una hora.

Su superior chequeó el reloj en su muñeca y sacudió la cabeza de un lado al otro.

—Ya es tarde. Deberías haberte ido hace rato.

—Sabes que no puedo entrar a mi apartamento, sigue clausurado todo el edificio.

—Y por eso es por lo que te quedas con tus padres, vete de una vez.

La miró, le guiñó un ojo y salió del despacho.

—¡Max!

—No protestes. ¡A casa! —exclamó desde el corredor al dirigirse hacia los ascensores.

Anna no quería regresar cuando aún estaban levantados. ¿Cómo lo vería a la cara? ¿Qué se dirían? Deberían hacer de cuenta de que nada había sucedido. ¿Podrían? ¿Podría ella? Una punzada en medio del pecho la importunó, se frotó el sitio a sabiendas de que no era nada que ameritara una atención médica, sino un torbellino emocional que no sabía cómo manejar.

No obstante, se puso el abrigo. Salió del hospital y se subió a la bicicleta que había amarrado en el estacionamiento. Pedaleó con lentitud, sin premura por arribar al hogar. El viento le pegaba en pleno rostro y le dio la bienvenida a la sensación que le congelaba el calor que le emanaba por dentro. Claro que no a lo Meg Ryan en Un ángel enamorado, no era tan estúpida, prestaba atención al camino siempre y con los ojos bien abiertos.

¿Debería avisarle a Nino que llegaría más temprano? No, no estaba mal darle un día de descanso. Llegaría y se iría directo a su cuarto, no intercambiaría ni media palabra con cierto policía.

No obstante, fue al primero que se encontró en cuanto abrió la puerta.

Parker se detuvo en mitad del vestíbulo con la mirada fija en ella. La expresión insondable. Anna colgó su abrigo y, sin percatarse, alzó una mano para hacer un gesto de saludo tan raro que él frunció el ceño. Ella se apresuró, pasó y corrió hacia su habitación.

Halló a Candance tirada sobre la cama, dado que Giovanna dormía en un viejo colchón en el suelo que, usualmente, se guardaba en la buhardilla.

—¡Hola, Anna! —la saludó con entusiasmo y la luz irradió de su mirada verdosa—. Mira, estoy viendo un nuevo drama, te encantará.

La chica se alzó con la tableta en la mano y la intención de mostrarle lo que se reproducía en la pantalla. El cabello dorado le caía sobre los hombros como una versión moderna de Rapunzel.

—Es un poco oscuro, pero tiene romance, con un tinte sobrenatural y...

—Bien.

Giovanna tomó la tableta de una forma un tanto brusca y se sentó en la cama. La chica se acomodó junto a ella, pegó su brazo al suyo. La médica quitó el pausado y constató que veía una serie sobre la encargada de un hotel donde se hospedaban fantasmas o algo así.

—Interesante.

—¿Cierto? —La sonrisa se amplió de oreja a oreja y Giovanna hizo una nota mental de conseguirse unas gafas para el sol cuando entrara a su antiguo cuarto—. Ellos se llevan mal, pero ella lo ha obligado a ser el gerente. ¿No es genial?

No se necesitan héroesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora