Capítulo 12

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—Me odia. —La joven, que acababa de entrar en la habitación, esbozó un mohín con sus labios.

—¿Quién? —Parker descruzó los brazos tras su cabeza y se elevó un tanto para acomodar la espalda contra los almohadones.

—Anna, me odia, papá.

—Eso no es cierto. ¿No me dijiste que vio la serie que le recomendaste?

Candance se arrojó junto a su padre en la cama y se apoyó contra su costado. Alzo la vista a él.

—¿Lo crees?

Le pasó un brazo bajo la cabeza y le acarició la cabeza a la par que le sonreía.

—Ella es... algo particular, Candy. No es contra ti. —O eso esperaba, tendría que hablar con la cirujana. No quisiera que su hija pagara por algo que solo lo cernía a él—. Ten paciencia.

—Quería contarle sobre un nuevo drama que vi.

—Dale tiempo. No te impongas y no la avasalles.

Conocía a Candance y cuando hablaba sobre un tema que le interesaba se volvía un tanto abrumadora.

—¿Te gusta? —preguntó la adolescente tan de improviso que lo desestabilizó.

—¿Qué? ¿De dónde sacas eso?

—La miras mucho.

—¡Claro que no!

—¡Claro que sí! —La chica lanzó una carcajada y se alzó sobre un codo para fijar la vista verdosa en la suya—. En el almuerzo no podías quitarle los ojos de encima.

—Es imposible, estaba sentada junto a mí.

—Más a mi favor, papá. Era notorio que te girabas a observarla. Te haré caso, voy a dejar que ella sea la que se acerque... por un día —enfatizó al alzar un dedo índice—, si no lo hace, voy a la carga de nuevo. —La joven saltó de la cama y se encaminó hacia la puerta de la habitación.

—Candace, ¿por qué?

Se giró hacia él con una amplia sonrisa y le guiñó un ojo. Tan diferente a sí mismo que a veces dolía, pero la amaba tanto que todo lo demás era insustancial.

—A mí sí me gusta. —Se volteó, pero antes de salir, lo miró por última vez—. Por favor, papá.

Por favor, ¿qué? ¿Qué podía hacer Parker por mejorar la relación de su hija con Giovanna? ¿Qué demonios haría con la mujer? Si ni él mismo entendía qué le ocurría con ella. Se encontraba en un maldito vaivén con respecto a la médica, ella lo odiaba, pero lo había besado con una pasión que lo dejó sin habla, sin mencionar la escena en el baño. En el momento en que sus dedos se entrelazaron sobre su pecho, chispas habían brotado con una intensidad que, si no estuviera recuperándose, se hubiera dado media vuelta, la hubiera levantado en brazos y llevado a la cama en medio segundo. ¿Para qué engañarse? La mujer le gustaba y mucho.

El que entrara Dean a la habitación lo sacó de sus pensamientos. Debía hablar con él y era una casualidad que se pasara por la casa Moratti.

Más temprano había tenido una charla con Ugo y el hombre estaba empecinado en que trabajara con él en el restaurant. La idea no le disgustaba, más bien lo contrario y eso era lo que lo asombraba. Se había cautivado por la conversación y, cuando se les había unido Savina, no hubo vuelta atrás. La decisión había sido tomada.

—Hola, amigo. —Chocaron los puños en su habitual saludo—. Candy me abrió, ¿cómo sigues?

Parker se acomodó en el lecho para quedar sentado, con la espalda contra las almohadas.

No se necesitan héroesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora