-¡Fue tú maldita culpa! - Replicó la voz con odio. -¡Tú lo mataste! Ojalá hubieras muerto tú.-
-Cállate!- Exigió él, sus ojos se encontraban dilatados en rojo, ¿Qué demonios estaba pensando esta mujer al decirle semejante cosa? -Fuiste tú quien lo asesinó, ¡tú estúpida mujer!-
-¡Tú lo hiciste! Tú que no eres lo suficientemente hombre, maldito estúpido.-
No pudo más, tomando el grácil cuello de ella en su mano lo apretó con fuerza, podía sentir el pulso debajo de su palma. ¿Esta era la mujer que él llegó amar algún día?
Ella estaba luchando contra él, sus uñas se clavaron en el dorso de su mano, el ardor invadió su mano. Sabía que se sentiría jodido al hacer lo que haría, pero no quería tener una muerte más en su conciencia. ¿Desde cuándo le importaba eso?
La soltó. Jade comenzó a toser queriendo retomar el aire perdido, las lágrimas caían por sus mejillas. Él iba a pagar muy caro lo que le había hecho. Quería hacerse a la idea de que el asesinó a su hijo.
- Vas a sufrir demasiado, Abigor. De eso voy a encargarme yo, te lo aseguro. Todos en el Infierno, sabrán que no fuiste un verdadero hombre.-
Abigor rugió con tal fuerza que un destello de satisfacción lo llenó al ver el miedo reflejado en el bello rostro de Jade.
- Hazlo y todos sabrán la clase de perra que tú eres, te lo aseguro Jade.-
Una sonrisa altanera cruzó por el perfecto rostro de ella. A ninguno le convenía que ella abriera la boca.
- Lárgate.- Gruñó él.
Antes de que pudiera lanzarle alguna maldición, Jade se desvaneció.
¿Y se preguntaban sus compañeros porque la había dejado ir?
Estaba mejor sin ella, de todas las criaturas que existían en el Infierno. ¿Tuvo que poner los ojos sobre ella? ¿Qué le había traído ese extraño romance? Nada. Solo sufrimiento. Algo a lo que él ya estaba acostumbrando. “Los demonios no tenemos sentimientos”. Repetía las mismas palabras como una mantra. ¿Entonces porque le dolía aún?
Suspirando, se dejó caer sobre la cama. Aun la extrañaba, no lo admitía y aun así, se odiaba a si mismo por seguir extrañando a alguien que solo lo usó. ¿Así que así se tiene cuando alguien deja de amarte? Que mierda iba a saber el de amor, lo poco que sintió no fue suficiente, dio mucho y perdió todo lo que tenía.
¡Maldición! El móvil no dejaba de sonar. ¿Porque tenían que usar esos chismes, cuando podían comunicarse a través de los pensamientos?
- ¿Qué coño quieres?- Una risa burlona se escuchó del otro lado. Si había algo que molestara a Abigor, era precisamente eso, escuchar que se rieran tras el teléfono, le daba a entender que se estaban burlando de él, y todos sabían. Que nadie se burlaba de él. Jamás.
-Llego ahora, cuidarás de Abigail- Respondió Alastor, sabía que Abigor estaría echando espuma por la boca como lo rabioso que era, pero no confiaba en nadie más para que cuidaran de su hija, además. Tabitha llevaba días preparándole una sorpresa, y necesitaba saber qué demonios había hecho ella.
Antes de que Abigor pudiera reclamar, colgó. Cobarde, lo sabía. Pero no quería escuchar las réplicas de su tan buen amigo.
- ¿El gatito va a cuidarme?-
Alastor giró para encontrarse con la mirada azulada de su hija, sonrío viéndola aún con la pijama puesta.
- Si mi amor, se portará bien. Te lo prometo. – La pequeña lo observaba fijamente, algo la tenía inquieta y él podía sentirlo.
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Que nadie lo sepa.
RomanceAbigail, hija unica de un Demonio muy poderoso y una bruja. Ambos la protegen siendo su mas preciado tesoro, alejandola de los hombres y aquellos demonios dispuestos a morir por asesinarla. Abigor, grosero, engreido, y un demonio solitario, amigo...