- Feliz cumpleaños papi.-
Los ojos de Alastor se surcaron de lágrimas… las eliminó rápidamente y se inclinó quedando a la altura de Abigail, era increíble…ella tenía solo unos meses y ya era todo “una niña grande”. Su sonrisa se amplió cuando la pequeña le hizo entrega de una hoja de papel, desdoblándola comenzó a reír con suavidad. En el dibujo podrían verse 3 personas… eran unos dibujos propios de una niña de Preescolar, eran dibujos de palitos, pero extrañamente todos concordaban y habían cierta similitud entre ellos, era su familia.
Abigail observaba a su papá, desde que ella recordara no había conocido a ningún otro hombre, ni siquiera la dejaban salir de casa, su padre era en extremo sobreprotector, sonrío para sí misma cuando se dio cuenta que el dibujo le había gustado, se estaba poniendo nerviosa y removía sus manos en su mismo vestido tratando de calmarse. Su padre era muy guapo, era al único que conocía, amaba a sus padres, más que a nada. Era pequeña… pero se daba cuenta del amor que sus padres se tenían, en ocasiones observaba como ellos se daban besos y abrazos, y sin duda le gustaba verlos, los ojos de su papá brillaban cuando estaba con su mamá… ¿Tendría ella alguna vez ese brillo? Mejor aún… ¿Alguien la miraría así? Moviendo su cabeza, alejo esos pensamientos, aun no tenía edad, y no quería pensar en ello.
- Es precioso, Abi. Muchas gracias mi amor.
La voz de su padre la sacó de su ensimismamiento.
-Me alegro que te haya gustado papi. – Sonrío con dulzura hacia él, esto era por lo que Alastor mataría, por su hija. Después de todo lo que había pasado, no había un solo momento en que no se alegrara de lo que tenía ahora… había pasado toda su eternidad estando solo, saciaba sus necesidades con mujeres que quisiera, hasta que conoció a Tabitha. Aquella humana que le desgarro el alma que pensaba que no tenía, ella vino y se quedó con él. Aun cuando la había tratado de la mierda, ella le prometió que estaría siempre con él, que jamás lo dejaría y que todos los días lo haría feliz y le diría cuanto lo amaba… Era cierto, todas las mañanas, se despertaba y veía a Tabby a su lado, observándolo con esos ojos enormes que lo volvían loco, acariciaba su mejilla y le daba los buenos días antes de darle un beso y acomodarse sobre él, dándole la bienvenida a la calidez interior de su cuerpo. Y ahora le había dado una pequeña… una pequeña que corría alborotando su cabello castaño idéntico al de él.
Ella estaba creciendo demasiado, pronto tendría que llevarla al palacio, lo cual temía… Lo que aquella bruja le había dicho aun rondaba por su cabeza.
-“Cuida bien de tu hija, Alastor…será tan bella, la mismísima Diana se pondrá celosa de tal belleza, el mismo Lucifer temerá a la presencia de ella, los hombres harán de todo por poseerla, cuídala.”-
Era por esa misma razón que no quería que conociera a ningún otro hombre, sin a su corta edad aclamaba una belleza diferente, no solo por el exterior, sino también el interior. Su alma era blanca, no había ninguna mancha alrededor, lo cual era demasiado atrayente para los de su especie.
- Papi, cállalas por favor, me están asustando.
Palideció de inmediato, la niña sujetaba su cabecita con ambas manos, sufrió por ella y se maldijo por lo mismo, había hablado con su Rey, llegaron a la conclusión de que todas las almas que Alastor había asesinado, asechaban a su hija en sus pensamientos, le dolía. Podía verlo en sus ojos, le pedían ayuda pero ella no sabía que debía hacer, tampoco se explicaba él porque ocurría todo esto.
Una simple noche, ella dormía sobre el cuerpo de su papá, era una costumbre que fue adquiriendo, su padre la dormía y después no podía desprendérsela de sus brazos. Las voces aparecieron… eran susurros que invadían su cabeza, comenzó a ignorarlos, a lo cual eso no les agradó nada, pensó. La torturaban día y noche con gritos, el dolor de ellos la invadía totalmente.
Con un suspiro de resignación, Alastor desapareció el dolor de su cabeza, obtuvo un abrazo y un beso como regalo. Mandó la hoja de papel hacia la pequeña caja donde guardaba sus cosas más preciadas, en ella estaba el colgante que Tabitha le había obsequiado, el primer chupón de Abi y una foto de ellos 3, la mejor amiga de su esposa se las había tomado, y la guardaría por siempre.
- Ven Abi, voy a enseñarte a hacer algo.
-¿Qué papi?- La mirada curiosa y traviesa de su hija lo hizo sonreír, se sentó en el suelo y la colocó frente a él.
- Mira…
Extendiendo su mano derecha de tal forma que ella pudiera ver la palma, sonrío y de ella comenzó a brotar una luz brillante, convirtiéndose rápidamente en una serpiente de fuego de colores, Alastor rió. La emoción que Abigail desprendía era abrumadora. Dirigió la serpiente hacia ella haciendo que la rodeara, se levantó del suelo y la serpiente desapareció.
-¿dónde está?-. Preguntó ella con su voz cantarina.
-no lo sé, no está aquí. - Movió su mano de un lado a otro, hizo que volviera a aparecer brotando más serpientes de su mano. –Aquí está!- afirmó con una risa.
-Aquí está, papi!-
Ella extendió su mano hasta tocar la serpiente, la mirada de su padre la examinaba con fascinación. Sus ojos se abrieron de par en par al ver que su hija se adueñaba de la serpiente de fuego, bajó sus manos y espero paciente a que ella no se distrajera… de lo contrario se daría una buena quemada.
-Contrólate Abigail… No te distraigas.- Hablaba con voz pausada, su fin era distraerla, necesitaba comenzar a enseñar a su hija la manera de protegerse.
Se sentía maravillado, ella manejaba el fuego como una experta, movió su pequeña mano y de ella salieron más serpientes de fuego, sus finos labios rosados se fruncieron en una mueca por el ardor repentino en sus palmas, quiso brincar por el susto cuando escucho las palmadas que su padre daba, lo conocía y quería desconcentrarla, suspiro profundamente, cambió el color rojo de la lumbre, rio volviéndolas al primer color que cruzó por su mente, su madre decía que era color morado, así que eso hizo.
Alastor permanecía con los brazos cruzados, quería dar un grito de emoción, ella era mucho más fascinante de lo que había podido imaginar. Tomándola en brazos hizo desvanecer a las serpientes.
-Ha sido muy bello, Abi. – Dio un beso en su frente, jugaba con su cabello enrollando un mechón en su dedo, la niña le respondió con un beso en la mejilla. Destellaron del lugar y aparecieron en la habitación de ella.
- A dormir mi amor.
Estirándose hasta alcanzar el rostro de su padre, dio un corto beso en sus labios, era costumbre de ellos hacer eso, su madre también lo hacía, lo abrazo con fuerza y se acomodó en los brazos de él, llevó su dedo pulgar a la boca y cerro sus ojos.
- Buenas noches papi.-
Una mecedora apareció de repente, sentándose en ella, Alastor mantuvo a su hija en sus brazos, admiraba ver como ella disfrutaba de dormir, sus largas pestañas creaban sombras debajo de su rostro, era extrañamente parecida a su madre, la nariz delgada y respingona, los labios llenos y rojos y esas enormes mejillas que le daban risa cada que ella las inflaba haciendo una mueca graciosa. Por Lucifer… Mataría a quien fuera si alguna vez hacían sufrir a su hija.
- Tu y tú madre son lo que más amo.-
Ambos sonrieron.
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Hasta ahora, me estoy basando simplemente en contar la infancia de Abigail :D pero ya pronto comenzaré con contar solo de ella y su "amor" Espero que les gustee!:)
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Que nadie lo sepa.
RomanceAbigail, hija unica de un Demonio muy poderoso y una bruja. Ambos la protegen siendo su mas preciado tesoro, alejandola de los hombres y aquellos demonios dispuestos a morir por asesinarla. Abigor, grosero, engreido, y un demonio solitario, amigo...