-¡Abigor!-
El volteó con lentitud, aquella voz tan dulce se le hacía conocida, se sorprendió al encontrar a una mujer de aproximadamente su misma altura, esos ojos lo traspasaban con profundidad tanto que sintió que podía ver su alma. Si tan solo tuviera.
No podía articular palabra alguna, ella era perfecta, su cabello caía sobre sus hombros creando una manta de cabello oscuro, pero lo que más le sorprendió fue el pequeño niño que sostenía en sus brazos, una felicidad lo embargó, si bien no era afectuoso con niños que no conocía, con este pequeño, sentía alguna conexión.
El pequeño daba brincos de alegría en cuanto Abigor llegó hasta él, no pudo evitar notar que el cabello del niño estaba ligeramente ondulado y destellos rubios lo adornaban. Era exactamente el color de su cabello.
La mujer lo observaba embelesada, una sonrisa de orgullo se extendió por su rostro, acomodó al niño en brazos de Abigor para después dejar un beso en sus labios. Ambos se miraban fijamente.
¿Qué estaba ocurriendo? El no conocía a esa mujer, sin embargo, el tenerla ahí, que estuviera tan cerca, lo sentía muy reconfortante, su cuerpo se encendió al sentir el contacto con sus suaves labios. Sonrió cuando el pequeño bebé de cabello rubio se dedicó a jalar la cadena que colgaba en su cuello.
No podía apartar la mirada de ambos. Su corazón dio un vuelco cuando la mujer dio un paso hacia atrás, había dejado pasar un pequeño detalle, el vestido se acoplaba a la perfección al escultural cuerpo de ella, dejando ver apenas el vientre ligeramente redondeado. El vientre de una embarazada. Palideció al instante cuando su vista se fijó en la alianza que llevaba en su dedo anular de la mano izquierda. Una alianza que el también portaba.
¿Era esta su familia? ¿Cómo era posible?
No tenía ningún recuerdo de haber dicho los votos correspondientes, y aun así no se sentía ajeno a aquellas dos personas.
La mujer le sonrió, tomó la mano de Abigor y la condujo hasta su hinchado vientre, fue ahí donde sintió el ligero movimiento, podía sentir como el pequeño ser apenas formándose en el interior se sacudía mientras el pasaba con delicadeza sus dedos. Parecía como si conociera su contacto. Esto sí que era extraño.
¡Oh carajo! Si esto era un sueño, no quería despertar. No le importaba que no conociera a estas personas, los sentía, sentía que eran suyos. La joven mujer abrazó al pequeño, su pecho se inflamó de orgullo, si esta era su mujer y ese su hijo, no había momento más perfecto que este. El bebé interactuaba con la mujer, ambos reían.
Abigor los miraba fijamente, hasta que notó cierta similitudes entre ellos, el niño poseía una diminuta marca azul en su cuello, marca que la misma mujer llevaba. ¿Ella era…?
Palideció, no podía creerlo. El conocía muy bien a esa mujer, la había visto demasiadas veces, habían intercambiado palabras y era su mujer.
La tensión se fue intensificando entre ellos, hasta que ella sintió la mirada de él, levantando su rostro dio encuentro a lo que era una mirada de dolor, de incredulidad y sobre todo, de decepción.
Un atisbo de matiz naranja apareció en los ojos de ella, sus ojos azulados pasaron a ser un naranja rojizo.
Fue la única señal que Abigor necesitó para saber la verdad.
En un instante la tranquilidad pasó a un segundo plano, los gritos invadieron el silencio. Ni siquiera pudo reaccionar, antes de alcanzar a la mujer con el pequeño, el fuego los rodeó.
-¡No!- Gritó con fuerza en cuanto todo quedo desierto, se habían ido. El dolor que sintió en su pecho fue insoportable, se había prometido no volver a sentir ninguna clase de dolor. No podía respirar siquiera, solo le quedaba el sonido de la risa del pequeño bebé rubio y los ojos azules de ella.
- Tenías que salvarlos, Abigor.-
-¿Qué estás haciendo aquí, Aradia.- Gruñó. De todo el Infierno, la presencia de ella era la que más evitaba, le hacía recordar el momento en que le confesó que estaba enamorado de ella, la humillación fue tal que aún siente vergüenza por ello.
- Salvarte.-
-No lo necesito, lárgate.-
-Recuerda con quien estás hablando.-
Abigor levantó la mirada, si bien ella era hermosa, podría decirse que siendo hija de quien era, la belleza en ella era algo sin importancia. Pero siempre hay algo podrido detrás de algo bello. Ella no era la excepción.
- En este momento no me importa si vas y le dices a tu padre, me da igual lo que me haga.-
Dolía, dolía haber perdido a unos seres que no tenia idea de su existencia o de quienes eran, pero el simple hecho de haber sentido una conexión y que aquella mujer lo mirara como nunca nadie lo había hecho, le carcomía el alma.
- Era tu futuro.- Habló la mujer.
-No tengo ningún futuro, Aradia. Todos saben eso.-
-No, tú eres el único que no lo sabe. Tienes un futuro, y ellos lo son.-
¿De qué estaba hablando?
-¿Qué dices? ¿Que esa mujer y ese niño eran mi familia?.-
-Así es, lo serán.-
-No entiendo.-
-Nunca lo haces.-
Abigor bufó al ver la sonrisa burlona en los labios de ella.
-Ya la conoces.-
-¿A quién?-
-A ella-
¿Qué?
-¿En dónde?-
-Recuerdalo.-
-Tú y tu estúpida regla de no decirle a los demonios sobre su vida. Joder.-
-No es asunto mío. A la próxima, sálvalos.-
Desviando su mirada, el aire se arremolinó a los lados, ella se fue.
Una lágrima escarlata rodó por la mejilla de Abigor, no sabía que había pasado, simplemente sentía que algo le faltaba.
Juró por todo lo que poseía, que en una vida próxima, salvaría a esa mujer y a esos niños.
Entonces, el despertó.
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Este cap esta algo corto! No me salia la imaginación x_x
G R A C I A S ! Por sus votos:) es muy importante para mi,porque me demuestra que si les gusta mi historia!:)
Los invito a leer mi otra historia "Deja que me quede" Es nueva e igual espero que la disfruten del mismo modo que yo lo hago al escribirla!:)
Besos x
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Que nadie lo sepa.
RomanceAbigail, hija unica de un Demonio muy poderoso y una bruja. Ambos la protegen siendo su mas preciado tesoro, alejandola de los hombres y aquellos demonios dispuestos a morir por asesinarla. Abigor, grosero, engreido, y un demonio solitario, amigo...