Necesito asilo.

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-Deberías de decírselos, Abi.-

Gemma se encontraba en el suelo, habían pasado días enteros  y Abigail no quería salir de esa habitación, a decir verdad, dudaba que su prima se hubiera levantado de la cama para tomar una ducha.

-Y deberías de bañarte también.- Volvió a decir.

Un estremecimiento bajó por su columna, Abigail se encontraba con los ojos dilatados en negro, observándola fijamente, incluso llegó a pensar que su prima la atacaría. Sin embargo, apartó la mirada rápidamente.

Les había dicho a sus tíos que ella y Abi habían hecho un pacto de quedarse en casa de una de ellas,  para hacer algún tipo de ritual. Pero su tío no era tonto, vendría tarde o temprano a buscar a su hija.

- No quiero Gemma, solo quiero dormir.-

-Entonces entra al baño, y después te duermes, y cepillaré tu cabello, parece un nido de ratas.-

-Gemma, por favor. Quiero estar sola…-

-Es suficiente Abigail. ¡Mírate! Por todos los dioses, estás hecha un lío, entiendo, bueno no, no entiendo lo que sientes, pero no puedes quedarte ahí, como un zombie, Mark está muerto. No te podrá hacer daño, deja de ser tonta y date cuenta que él quería dañarte, y si no lo consiguió en ese entonces, lo está consiguiendo ahora, y tú le estás dando lo que quería, verte así. Así, que te pones de pie, o te juro por mi madre que iré, cogeré el teléfono y marcaré el número de tu casa.-

- Gemma…- Replicó Abigail aún perpleja por el arrebato de su prima.

-¡ENTRA AL JODIDO BAÑO AHORA!-

Con un gruñido, tomó la orden, se puso de pie dirigiéndose al “jodido baño”. Que cambios habían ocurrido estos días, su prima ya no mostraba la inocencia de antes, y ella tampoco. Ahora entendía el por qué debía de tener cuidado con aquellos con los que se juntaba.

-Oh papá…- las lágrimas volvieron a desbordarse por sus mejillas, agradecía que el ruido del agua cayendo enmudeciera sus sollozos, odiaba demasiado que la escucharan llorar.

Quería estar con sus papás en ese momento, necesitaba poder sentir el calor de los brazos de su madre, y los besos de su papá en su frente. Mejor aún, estar en medio de ambos mientras dormía. Era su lugar favorito.

Gemma esperaba con paciencia, había tomado el tiempo que Abigail demoró duchándose, para arreglar la habitación, por suerte sus papás no estaban en casa, se tomaban una luna de miel cada mes. Si ellos supieran lo que ocurría, peor aún, que su hijito bebé llamado Sebastien, había asesinado, nuevamente. Darían el grito en el cielo. Y en el infierno también.

Sus pensamientos se disiparon cuando una Abigail limpia, entró a la habitación, el lugar se llenó con olor a lavanda, era el olor que habitualmente despedían los que eran de la especie de Abigail.

-¿Te sientes mejor ahora?-

-Me siento igual, solo que más limpia.-

-Y con mejor olor, eso te lo aseguro.-

Ambas sonrieron, ahora Gemma se encontraba detrás de Abigail, cepillaba su larga cabellera  castaña con lentitud, era algo que a ella le gustaba, cuando eran pequeñas, pasaban el rato peinando sus largas cabelleras.

-Me tengo que ir Gemma. Debo ir a mi casa.-

-¿Estás segura de ello?-

-No, pero no quiero que mi papá venga aquí y me vea así, por eso debo ir.-

Gemma suspiró, lo entendía bien, y apoyaba a su prima.

-Cierto…-

El cuerpo le dolía, como los últimos días, y quería cortarse las bolas si el dolor aumentaba, ahora se encontraba frente a la casa de Alastor, ese cabrón jodido.

Que nadie lo sepa.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora